miércoles, 5 de abril de 2017

Nido de libros

Hoy fui a un lugar que tenía una nido de libros, es decir, una estructura en madera en forma de casa, de la cual las personas pueden tomar un libro para leer y luego volver a dejarlo en el mismo lugar. Siempre me ha parecido una idea brillante, que solamente había visto hace un par de años en  un Cul de Sac muy acogedor de Bozque Izquierdo.

 El "nido" tenia escrito en uno de sus costados, sobre pintura amarilla y en letras azules el número "451", como referencia sarcástica, imagino, a la novela apocalíptica de Ray Bradbury en la que está prohibido leer libros.  

Apenas  la vi fui a mirar que libros guardaba pues a veces los libros nos llaman.  Eran 7 libros: Un minuto de silencio, una portada de fondo azul con una imagen de una pluma, al parecer de escribir, dentro de un frasco de tinta vacío, que me pareció algo cursi;  Libro del Abad y la alquimia, un libro de poesia con un dibujo sencillo de un castillo; Diccionario Filosófico y Marxista, el más viejo de todos que catalogué aburridor de primerazo, pido excusas para quienes ese sea su libro preferido; Erosión, la obra poética desde 1977 hasta 1988 de un escritor  de apellido Chaparro; La Celestina, que no me molesté en hojearlo, Omeros de Derek Walcott y simulación de un reino de Álvaro Miranda: Poética de la deconstrucción del canón  ¿Qué?,  y  Brevario del Despojo.

El título de este último, también de poesía, me llamo la atención, es sonoro y la palabra Despojo tiene fuerza.

Lo abrí más o menos por la mitad y me encontré el siguiente poema, frase o frase poema o, me atrevería a decir, fina cachetada de palabras:


"Sin darnos cuenta trabajamos duro para perder el tiempo con dignidad"


Leí otro par hasta mientras esperaba a otras personas, y todos guardaban un tono similar: algo de rabia, y mucha vulnerabilidad:


"Es bueno llevar una carta en el bolsillo de la camisa 
—junto al corazón—
sacarla y leerla de vez en cuando"


"No hay que tener miedo a celebrar con champaña

o con un vulgar vino comprado en la licorera de la esquina"


     "Books were only one type of receptacle where we stored a lot of things
 we were afraid we might forget. There is nothing magical in them, at all. The magic 
is only in what books say, how they stitched the patches of the 
universe together into one garment for us."
- Fahrenheit 451 -

martes, 4 de abril de 2017

Miga de pan

Joaquín Fäber (pronucie la ä como mejor le parezca, estimado lector) está desayunando. Se encuentra en una etapa de su vida en la que no hace más que saltar de una duda existencial a la otra.

Subraya cada tema en su mente, hasta que dejan de tener sentido y luego los olvida para empezar a cuetionar y cuestionarse con otro

Le gustaría que alguien le preguntara “ ¿usted no sabe quién soy yo?” sólo para poder responderle “nada”. Cree que todos somos nada y “¿cómo es posible que seamos nada?” si en verdad es así, ¿a qué carajos vinimos al mundo?, ¿en que se convierte este circo al que llamamos vida?” se pregunta

Se imagina entonces al universo y sus millones de cosas, incluida la palabra cosa, abstractas, sólidas, reales, imaginarias, vivas, muertas, inanimadas (¿son estas dos últimas lo mismo?), unas tan grandes como el edificio de 80 pisos que puede ver a través de la ventana y otras tan tremendamente pequeñas como la miga de pan que flota en su café. 

También trata de imaginar todo el tiempo que ha transcurrido y todo lo que ha pasado para llegar a este momento de la raza humana, que de humana más bien poco.

Trabaja el borrador de una teoría en la que se le asigna, no tiene idea de qué manera, un porcentaje de espacio y/o significado a todas las cosas que conforman el universo. De lograr realizar ese cálculo tan particular y complejo, sería inevitable llegar a la conclusión de que no significamos nada, que nuestro porcentaje de participación en la historia de la raza humana, no guarda gran diferencia con la miga de pan que miró hace un rato.

Cree que hacemos parte de algo que no logramos entender y, si lo hiciéramos, comprenderíamos que de nada sirve toda esa importancia que le damos a nuestros títulos, estatus y credenciales.

Piensa que tal vez parte de su teoría tenga que ver, de alguna manera, con eso que unos llaman “iluminación”, que está asociado a momentos de profunda meditación, en los que las personas, de repente, aclaran su panorama, descubren su misión en la vida y cuál el paso a seguir.

Fäber leyó una noticia de esas la semana pasada. Una periodista famosa con una vida “normal” y lo que esta supone: status, posesiones, riquezas, etc, de repente decidió despojarse de esa carga material, física y mental, y donó todo para darle un nuevo sentido a su vida. 

“No creo ser capaz de hacer lo mismo que esa loca” piensa y luego le da mal genio haberla juzgado. Allá ellá con su rollos, allá ella con su vida y el rabo que es un candelero y todas esas cosas. Fäber piensa que si nunca se va a iluminar en vida, por lo menos va a tratar de dejar de encasillar a las personas en un único rol: el fiel, infiel, el que estudia, el pilo, el negado, el fracasado, el brillante…

“¡Si no existe nada que importe, no hay nada porque
enfadarse! ¡Y si no existe nada porque enfadarse tampoco
existe nada porque pelearse!”
- Jane Teller, Nada -

lunes, 3 de abril de 2017

Nico juega

Nicolás tiene 6 años, es disperso, le cuesta concentrarse y detesta  meterse la camisa dentro del pantalón.  Estamos en una reunión familiar y me lo encuentro jugando solo.  Me parece extraño pues otros de sus primitos están jugando en grupo.  Me siento en su cama y le pregunto por qué no está con ellos.

"Me da pereza competir" responde sin mirarme y a la vez concentrado en un carrito de color rojo que desliza por el suelo. "Ahh" le respondo.  La verdad no sé que más decirle.  Su respuesta encierra mucho más que esas cuatro palabras. Se podrían escribir libros o tratados enteros, a partir de ellas, qué se yo, de como la competencia nos jode la cabeza y desencadena otro tipo de conductas nocivas para nuestra salud mental como compararnos, por ejemplo.

"Después de unos segundos de silencio, Nicolás concluye su respuesta "Yo solo quiero jugar".  Su sabiduría es tremenda. Me levanto de la cama y abandono el cuarto para no incomodar su estado de presencia, que tanto cuesta alcanzar.

No dejo de pensar en la conversación que tuve con Nico y en su sabiduría a tan corta edad.  Ojalá todos tuviéramos tan clara la importancia del juego, en cualquier ámbito, en nuestras vidas.

sábado, 1 de abril de 2017

Orden

Ramón Jiménez ha oído decir muchas vece frases como: “primero la primaria”, Primero Lunes que martes, y otras tantas que lo fastidian. Juegos de palabras que disparan ciertas personas con algo de soberbia para indicar un supuesto orden. ¿De qué?, podría decir “de las cosas”, pero detesta reducir a condición de cosa a asuntos y personas.

Ahora que escribe el capítulo XV de su novela, le gustaría poder aplicar una de esas consignas sonsas a su proceso creativo. También le gustaría no ser perezoso y  darle un título a cada capítulo, en vez de un frío y convencional número, un número que apunta a un orden, pero, ¿de qué? vuelve y se pregunta.

Lleva 15 minutos mirando el último párrafo que escribió; en especial la frase que lo cierra: “a punto de romper la masa negra de la falda”.  No tiene idea como continuar el escrito. 

Hace parte de una metáfora sobre Verónica, uno de sus personajes. Si se la encontrara en la vida real seguro la invitaría a salir, pues le parece fascinante. Es una artista exitosa, bonita, tiene buen sentido del humor, y un novio con el que está a punto de casarse.

No le ha contado a nadie, pero a veces le gustaría deshacerse de ese personaje, al que también le puso Ramón. Sabe que los escritos siempre terminan reflejando aspectos de sus autores; a veces imperceptibles pero que siempre están ahí, escondidos tras la tinta y curvas de las vocales y consonantes.

Está vez Ramón decidió no camuflar nada, es decir, le importa muy poco si lo asocian con ese personaje, pues por muy similar que pueda llegar a ser, no es él, es solo un producto de su imaginación, que junto con los otros no es más que otra descarga en el papel. ¿De qué? de sus miedos, seguridades, pasiones, tristezas, de lo que es y no es, de mentiras y verdades. De estas, siempre espera que las últimas sobrepasen a las primeras; sabe que solo son las suyas pero, ¿qué importa si no hay orden en nada, si nada es verdad o mentira absoluta? 

A veces su escritura es como esa masa negra de la falda de Verónica, un bloque compacto y rígido que debe martillar con cuidado para ir desprendiendo las palabras y que estas caigan con cuidado una detrás de la otra o la otra detrás de una, pues ¿qué más da?

 "¿Cuál es nuestra maldita obsesión con el orden?" Le pregunta Ramón a Veronica en el inicio del siguiente párrafo.

jueves, 30 de marzo de 2017

Tamaños y opciones

Hace fila para comprar una bebida caliente. Entre la amplia oferta de productos a la venta, se decide por un capuchino mediano. Mientras espera su turno escucha atentamente la canción de su reproductor musical y la canta mentalmente. El percusionista frustrado que lleva por dentro sale a flote, y le da unos golpes a un tambor imaginario que ubica enfrente. 

Cuando es su turno, la cajera le pregunta qué quiere. Le responde con una sonrisa “Buenos días, un capuchino mediano con leche deslactosada, por favor”

“Ok, ¿Lo quiere con whiskey, Amareto o vainilla?” En ese momento piensa en lo agobiante que se torna la vida con tantas opciones para todo. 

“No gracias, sencillo”

“Bueno, tenemos estos tamaños” le dice la mujer, al tiempo que le muestra cada uno de los vasos de cartón: “pequeño, mediano, mediano grande, grande y extra-grande” “¿Acaso no le había mencionado ya el tamaño?” piensa

“Mediano, gracias”.

Cree que el mundo funcionaría mejor si todos tuvieran claro que es lo que quieren hacer, desde tomar café hasta conquistar el planeta.

“Cuál es su nombre?”

“Para qué carajos necesita mi nombre? Solo quiero un maldito café” piensa

“Alberto”

“Sr. Alberto, al final de la barra puede reclamar su pedido”

Alberto camina hacia el lugar indicado, ubica su factura, junto a otras que están perfectamente alineadas sobre la barra, espera poco tiempo hasta que alguien grita en un tono cantadito que, no sabe por qué, lo irrita: “¡Señor Alberto!”.

Después de más o menos un minuto le entregan su bebida. Le da un sorbo mientras sigue enfrascado en su soliloquio acusador: 

“¡Claro!, el mundo está asi de jodido porque no tenemos claro que es lo que queremos, ni al momento de pedir un puto café.  Por eso es que otros se tomas atribuciones que no les corresponden y comienzan a aconsejar a diestra y siniestra qué necesitamos o qué debemos hacer para que nuestras vidas funcionen de una mejor manera.

Cuando termina el primer sorbo piensa: “Está muy simple , la próxima vez le voy a hacer caso  a la cajera y lo pido  con Amareto”.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Realidad quebrada

Me entero de la muerte trágica del hermano de una amiga de la universidad; un hecho repentino que, a diferencia de esas ocasiones en las que lentamente esperamos a que la muerte se lleve a alguien, al saber que no existe posibilidad para otro desenlace, quiebra la realidad tan violentamente que nada tiene sentido.

“Lamento mucho la muerte de tu hermano” Le escribí en un mensaje y al poco rato me respondió: “Gracias, es indescriptible el dolor”

Tal vez cualquier cosa que uno diga en esos momentos sobra y sea preferible guardar silencio, en vez de repetir las frases de cajón para esos momentos: “Dios te dé consuelo y Fortaleza. Igual a tú familia”, “mis oraciones están con tú familia”, “Dios lo tenga en su gloria”, etc. bien intencionadas, claro está, pero que se pierden en el momento.

Sin embargo, quería decirle algo, no sé, que sepa que a pesar de que no nos vemos ni hablamos hace muchísimo tiempo, remotamente estoy ahí para lo que sea.

“No sé qué decirte, sobra decir que cuentas conmigo para lo que necesites”. Otra frasesota de cajón, quizá la más cliché de todas, No quería que la conversación quedara en eso, a veces es bueno cerciorarse dónde poner el  punto final a lo que sea que hagamos.

Como creo firmemente que en los libros podemos encontrar resguardo de las peores situaciones que nos plantea la vida, en ese instante me acordé de uno que leí hace poco  y que precisamente habla sobre el sinsentido de no volver a ver a alguien.

“Hace un tiempo leí un libro al que quizá le puedes dar un vistazo cuando la marea emocional baje un poco”  

“Dale, cualquier cosa sirve”

Intercambiamos otro par de líneas, en las que le doy la razón de lo duro que es la pérdida de un ser querido, antes de concluir la conversación me escribió: “Si, pero los amigos nos sostienen”.

A la larga no importa de qué manera decidimos acompañar a las personas en ese momento, si en silencio o llenando sus oídos de frases que se repiten una y otra vez. Lo importante es estar ahí e intentar tapar, de alguna manera, esas grietas que van apareciendo cuando la realidad se quiebra. 

martes, 28 de marzo de 2017

Preguntas de seguridad

Luego de pensar qué palabras poner en la barra de búsqueda del correo electrónico y después de varios intentos, Sánchez por fin da con el E-mail en donde encuentra el usuario para ingresar a la sucursal virtual de su entidad financiera.

Ya en la página, después de ingresar el usuario y contraseña y dar clic al botón  "ingresar" le aparece la página de preguntas de seguridad "¿Cuál es el nombre de su abuelo paterno?"  ¿Cuál era el sobrenombre de infancia de su hermano mayor"? No tiene idea de ninguna de las respuestas.  Sabe que su abuelo se llamaba Gabriel y por alguna razón le llega a la cabeza "Toto" como posible respuesta a la segunda pregunta.  Las digita  pero nada ocurre.  Luego de otro par de clics da con una página en la que me indican los teléfonos de atención en todo el país para restaurar el servicio de consulta en la sucursal virtual.

Al día siguiente marca  y le contesta una mujer a la que le explica lo que necesita.  Muy cordialmente ella le dice que si le puede ayudar, pero que primero debe hacerle unas preguntas de seguridad que requiere el procedimiento, básicamente una confirmación de datos, concluye.

Le responde "ok" pero de repente lo invade una angustia momentanea "¿y qué si por alguna razón no respondo correctamente a las preguntas que está a punto de hacerme?   ¿y si uno no es quien cree ser?  ¿Van a acusarme de fraude financiero dado el caso que de una respuesta incorrecta?" se pregunta.

"Sr. Sánchez, ¿ha tenido usted alguna vez una cuenta corriente en el banco Ahorro Social?"  
"¿La he tenido?  ¿Quién soy financieramente hablando?  ¿Nos definen nuestras cuentas bancarias?" 
"¿Sr. Sánchez?"? repite la mujer y arrasa con su breve monólogo interrogatorio.

 "Si" responde  de forma inconsciente. "No mentiras, una vez saqué un CDT con esa entidad pero nada más"  "Ahh ¿entonces, no ha tenido  una cuenta corriente con el Ahorro Social?" pregunta ahora la mujer, con un acento como Argentino que lo distrae momentaneamente.

Por el tono cree que es un deber tener o haber tenido una cuenta en ese banco. Después de unos segundos suelta un tímido "no". 
"Ok" Sr Sánchez, responde con cariño la mujer que, al parecer, detectó su angustia en medio de la conversación. 

Luego, la mujer le suelta una seguidilla de preguntas, que Sánchez, ya con confianza, responde mecánicamente. 

"Gracias por su información Sr. Sánchez, en 3 horas puede volver a ingresar a la sucursal bancaria para generar unas nuevas preguntas de seguridad"