lunes, 11 de septiembre de 2023

Brazo tieso

Leo una novela en la que una mujer está en estado de coma, pero es consciente de lo que ocurre a su alrededor. No sé si es sea posible o si es una licencia de ficción que se da la autora.

Mientras leo no puedo evitar recordar la vez que desperté en un cuarto de hospital, luego de haber estado en cuidados intensivos, por culpa del accidente que me dejó el amable recordatorio.

Era muy temprano cuando abrí los ojos y todo estaba en silencio. La cortina estaba abajo, pero era muy delgada y la luz del sol alcanzaba a filtrarse e iluminaba la habitación.

Recuerdo el blanco del lugar, las paredes, las sábanas, todo era de ese color o todos los objetos parecían desprenderlo. Moví mi brazo y mano derechos y cuando iba a mover el izquierdo no pude. Me concentre casi hasta nivel Jedi, pero nada, ni un solo dedo se movió; el brazo seguía tendido sobre la cama como un objeto inanimado. Al poco tiempo me entré que el accidente me había causado hemiplejía.

Al poco tiempo me aburrí de concentrarme para hacer mover el brazo y lo deje ser. También me recuerdo que pensé: “Bueno, al parecer estoy en un hospital y algo muy grave me pasó, pero si estoy aquí me van a cuidar y me voy a recuperar.

No sé de dónde salió ese positivismo tan bárbaro, pero doy gracias de que fuera así, porque si me hubiera echado a la pena, seguro no me habría recuperado tan rápido.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Alma en pena

Hoy me pasa lo mismo: me siento a escribir tarde. Disculpen ustedes que me repita.

Hay días, como este, que se van por entre un tubo. Parece que solo estuvieran conformados por un par de horas, en vez de las 24 reglamentarias. Cuando hablo de que me pasa lo mismo, también me refiero a que no tengo ni idea sobre qué escribir. Por otro lado, también tengo ganas de leer antes de que este día, de solo un par de horas, se acabe.

Hace un rato tenía la puerta del cuarto abierta y se escuchaban ruidos en la cocina. Las casas crujen mucho por la noche. Creo que lo sonidos provienen del congelador de la nevera, o puede que no sea así porque a veces los sonidos son como si alguien se diera un trancazo contra un mueble.

Puede ser que en este momento un alma en pena o un fantasma (¿son lo mismo?) o quién sabe qué, se esté paseando por la sala, esperando a ver qué incauto se atreve a investigar de donde proviene los sonidos. Se jodieron porque no voy a ser yo. Por eso me caso con la idea del congelador. A veces es bueno autoconvencerse de cosas para no sufrir. De cierta forma es mentirse, pero las mentiras también hacen parte de la vida, ¿acaso no?

Ahora un perro ladra. Créanme, es verdad. Podría ser una salida barata para escribir otro puñado de palabras, pero uno de esos animales no se cansa de hacerlo. Dicen que los perros presienten cosas paranormales, entonces puede ser que el animal le este ladrando al alma en pena que hace un rato estaba en la casa.

Sea como sea, no tengo ganas de ir a averiguar si es así. El cuarto como trinchera.

Los mantendré informados.

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Baldado de agua fría

El discurso del cura en el funeral me parece sensato. No habla de forma mística, ya saben, sobre la eternidad y esas cosas, sino que dice que siempre que ocurre una muerte es uno de los momentos más desconcertantes, y que entonces llegan las preguntas: ¿Por qué?

Me hace pensar en el sentido de la vida. ¿Será que tiene alguno?, me pregunto. Llego a la conclusión de que la vida no es más que recibir un baldado de agua fría detrás de otro y que no tiene mucho sentido y que en vez de disfrutar los breves instantes de felicidad, nos la complicamos al tratar de racionalizar todo, de hacerlo entendible.

Pienso en algo que dice el narrador de Temblor la novela de Rosa Montero, que le sigue los pasos a Agua Fría, su protagonista:

“Apenas si somos una mota del polvo cósmico, un minúsculo accidente dentro del caos universal, y, pese a ello, hemos entablado un combate a muerte de nuestra voluntad contra el azar”

“Lo que nos humaniza, lo que nos diferencia de los animales, es precisamente esa desfachatada ambición de ser felices. De controlar nuestras vidas y convertirnos en nuestros propios dioses”

Me acuerdo también de algo que dice Sándor Márai en sus diarios: “La vida es casual, no tiene sentido ni utilidad alguna. La muerte es la consecuencia inevitable de la casualidad, y tampoco tiene sentido ni utilidad.

Pero bueno, ¿para qué matarse la cabeza a punta de preguntas? Imagino que lo que debemos hacer es vivir la vida lo mejor que podamos, teniendo muy en cuenta las primeras líneas de La Carne, otra novela de Rosa Montero.

“La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a poder vivir”. Y el momento justo de la acción es tan confuso, tan resbaladizo y efímero, que lo desperdicias mirando con aturdimiento alrededor”.

martes, 5 de septiembre de 2023

10.37 p.m.

Estoy cansado. Por eso no me esfuerzo en buscarle un título a este post y me limito a ponerle la hora en que comienzo a escribirlo.

Tenía pensado escribir algo, lo que fuera, más temprano, pero me puse a editar un cuento que, si no estoy mal, va en su cuarta versión. Ahí se me fue el tiempo. Trata sobre un preso condenado en el corredor de la muerte y narra el día de su ejecución.

El cambio más drástico que le hice fue hacia el final, cuando le preguntan al asesino si tiene algo por decir. El hombre se queda callado unos instantes y cuando parece que no va a decir nada, finalmente dice algo.

La frase que tenía la considere simple, no sé, pensé que sería algo que una persona en esa situación no se le ocurriría decir. En resumidas cuentas, necesitaba una línea que agregara un poco de drama. Ojalá lo haya conseguido. A veces uno siente que una frase está bien y es una completa basura, y otras que uno cree que no funcionan terminan gustándole a las personas, en fin.

Ahora son las 10.45 p.m. y no se me ocurre que más contarles. Me acordé de algo más: Mañana tengo un funeral y me dan una pereza infinita esos rituales. Uno se debería morir sin tanto bombo. Siempre le pongo atención a lo que dicen los curas en esas ceremonias y me parecen mensajes encriptados que solo entienden ellos. Hablan mucho sobre la eternidad y otro poco de conceptos abstractos que, me atrevo a pensar, no son tan efectivos contrarrestando el dolor que sienten los familiares.

También está esa frase de Dale señor el descanso eterno, que considero de película de terror.

Tal vez debería escribir un cuento sobre eso. Qué se yo, podría tratar de un cura que está harto de su trabajo y que repite lo mismo siempre, aunque no cree ni media palabra de lo que dice.

10.57p.m

Hasta mañana.

lunes, 4 de septiembre de 2023

De las pequeñas cosas

Así se llama un libro de Antón Arrrufat, un escritor cubano.

Apareció en el trasteo y, al parecer, como su no nombre lo indica, es un libro que habla sobre cosas que pueden pasar desapercibidas. Por lo menos eso es lo que me induce a pensar los títulos de algunos capítulos que leo al azar: El álbum, El blanco, El juego de dominó, La glorieta.

Me gusta que tenga la palabra cosas en el título. Una vez oí decir a una mujer que es tutora de escritores, que está mal utilizarla. Si mal no recuerdo, decía que era una salida simple, que evidenciaba un mal uso del idioma, pero hay cosas que deben tildarse de cosas, disculpen ustedes a redundancia.

No me gustan esos consejos determinantes sobre cómo debe ser la escritura. En un taller de escritura que tomé, por ejemplo, el tallerista decía que, si uno enviaba un manuscrito a una editorial, con muchos adverbios de modo terminados en mente, era descartado de inmediato.

No lo sé, no soy lingüista. Puede que sea verdad, pero me gusta pensar que el lenguaje es moldeable y flexible y que debe haber una manera para cometer tal “error” en un texto.

En fin, me desvié del tema, de la cosa en cuestión, el libro de Arrufat. Imagino que lo leeré pronto, pero quién sabe cuando será. La rapidez con la que me antojo de libros que quiero leer es inversamente proporcional a mi velocidad de lectura.

Si no estoy mal, creo que el libro me lo regalo L. luego de ir de vacaciones a ese país. No sé por qué no lo leí en ese momento y luego lo olvidé, pues siempre trato de hacer eso, es decir, de leer los libros que me regalan y que a mí no se me habría ocurrido comprarlos porque no conocía al autor o porque de primerazo no me llamaba la atención. Pienso que es un acto de confianza y afecto por parte de quien lo regala.

Ya les contaré cómo me va con la lectura que, repito, espero que sea pronto.

jueves, 31 de agosto de 2023

Los detectives salvajes

Sí, la novela de Bolaño.

En estos días he visto muchos tweets que hablan sobre esa novela. Algunas personas dicen que es una obra maestra y dan a entender que Bolaño es una especie de dios de la literatura.

No puedo afirmar nada porque no la he leído.

La primera vez que escuché algo sobre ese escritor fue por L. un amigo me la presentó y me contó que también le gustaba leer mucho. A las dos semanas comenzamos a salir y nuestro plan siempre era el mismo: Comer sushi y luego ir a tomar cerveza.

Recuerdo que yo estaba forzando la situación y quería que ella me gustara sí o sí. Ella pensaba distinto y en un punto comenzó a distanciarse. De pronto la dichosa frase de: Los polos opuestos se atraen tiene algo de verdad, y lo mejor sea relacionarse con personas con otros intereses, qué se yo.

Años después volví a hablar con ella y le planteé mi teoría y lo que pensaba cuando salía con ella. L. me dio la razón con sus carcajada de siempre.

En una de nuestras primeras citas me contó sobre los Detectives Salvajes y se le ilumino la cara cuando me dio un resumen de la trama. Debe ser un buen escritor, pensé. A la semana siguiente quedamos de vernos un miércoles y antes de encontrarme con ella pasé por una librería con el fin de comprar la novela. No la tenían, así que decidí llevarme 2666; una novela que me costó mucho terminar. Siempre le he echado la culpa a la extensión de los capítulos, pero puede ser que simplemente no me enganché con la historia y ya está.

lunes, 28 de agosto de 2023

Momento Zen

Después de una siesta me despierto con unas ganas de un tinto que no son de este mundo. Esa sensación, antojo, lo que sea, también viene acompañada con ganas de algo dulce.

La alarma del celular vuelve a sonar. Me recuerda que ya pasaron esos cinco minutos en los que, se supone, debí haber descansado. No es así, sigo adormilado. Podrá pasar esta vida y otra más y la transición del sueño a la vigilia me seguirá pareciendo un evento algo traumático.

Me pongo de pie y siento un ligero dolor de cabeza en el costado izquierdo. De pronto el movimiento fue muy rápido y la sensación se debe a eso. No pienso dejarle tomar ventaja, así que voy al baño abro el grifo del lavamanos y meto la cabeza debajo del chorro de agua. El frío como analgésico no falla. El agua siempre se lleva todo.

Minutos después estoy en la cocina. Alisto la cafetera italiana, el pocillo que voy a utilizar y saco la bolsa de café. La abro y aspiro el olor. ¡Dios, Que bien huele! Si un orgasmo se pudiera dividir en pequeños componentes, seguro el olor del café sería uno de ellos. Preparar café es mi momento Zen. Alistar la cafetera, medir el café y el agua y prender el fogón de la estufa, son acciones cargadas de tranquilidad, de presente. No hay forma de desfasarme hacia el nostálgico pasado o el ansioso futuro.

Mientras el café se prepara busco con qué lo voy a acompañar. Me decantó por un pedazo de mantecada y una bolita de helado de vainilla con trozos de frutos rojos. Se me hace agua la boca de pensar cómo será la combinación de esos sabores con un sorbo de tinto.

La cafetera comienza a regurgitar, sonido celestial ese. Apago la estufa me sirvo el tinto y no me aguanto las ganas de darle un sorbo antes de llevarlo a la mesa de la terraza.

Me quedó en el punto que quería. Justo en el filo del amargo que me agrada. Luego, ya sentado, me zampo una cucharada de helado y mantecada y luego le doy un sorbo al tinto.

Durante los segundos que dura la combinación  de sabores en mi boca experimento el nirvana, un breve instante de iluminación en el que el que siento mi vida en perfecto equilibrio.