título pobre, pero honesto el que le doy a este post y por el momento no se me ocurre qué otro ponerle.
Debí haberlo escrito en horas de la tarde, tal vez con la cabeza un poco despejada. No como ahorita, que está pero no está gracias a un triptán, una bestia de pastilla para cortar dolores de cabeza que, claro, me recetó un neurólogo.
Siento otra temporada de dolor de cabeza a la vuelta de la esquina. Permítanme ustedes el uso de frases hechas como la anterior. Ahora mi cabeza, ya sin dolor, da para poco, pues, como mencioné hace unas líneas, la siento ajena, como si no estuviera conectada al cuello o fuera de otro personaje, como si no me perteneciera. En fin.
A eso de las 5 apareció una sombra de dolor en el lado derecho de mi cabeza, así que me puse un casco frío y me recosté en la cama. Me parece que caí en un estado de duermevela confuso, con un pie dentro de la vigilia y otro dentro del territorio del sueño. El dolor se fue o se camufló entre los pliegues del cerebro.
Cuando me levanté de la cama, como casi siempre ocurre cuando uno se levanta, no sabía muy bien quién era, quién me había puesto en este extraño mundo y, más que eso, para qué.
Repté hasta el computador y perdí tiempo en él, leyendo noticias y mirando videos de YouTube. Leí sobre una periodista argentina que mandó su columna de siempre al diario y la montaron en internet sin ni siquiera revisarla. En ella se quejaba de las lamentables condiciones laborales del diario y su mala paga. Luego, no recuerdo bien cómo, caí en una columna de una periodista colombiana que le pidió ayuda a ChatGPT para que la ayudara a escribir de forma terapéutica. Sigo sin entender ese concepto, esa corriente de escritura. Es decir, me parece una expresión redundante, pues creo que la escritura siempre será terapéutica, a menos que uno escriba el código penal. Es como si uno dijera yoga relajante o algo por el estilo.
Sea como sea, después de leer esas noticias, casi a las 10:00 p. m., el dolor de cabeza comenzó a tomar fuerza de nuevo, y fue ahí cuando me clavé la pastilla. Podría considerarse una medida agresiva, pero bueno, es mi maldito dolor de cabeza y yo veré si me inyecto morfina para calmarlo, ¿acaso no?
La pastilla actuó casi de inmediato, y ahí me dije: "Mi mismo, es hora de ir a prepararse un té", el cual me tomo justo en este momento, acompañado de unas galletas Bridge de vainilla. Las mejores son las de chocolate, pero ya se habían acabado.
Quedan solo 43 minutos para que se acabe este día, y me quedan 33 para acabar la novela de Millás, lo que quiere decir que hasta aquí llegó este post.
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