Acá estoy, debatiéndome entre escribir algo o no escribir, e irme a ver un capítulo de Orange is the new black.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
jueves, 11 de abril de 2024
miércoles, 10 de abril de 2024
Un siglo y 5 años
105 años. A esa edad murió la abuela de la esposa de un amigo.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
Felipe, en otro aparte de la novela, dice que ya ha sido secuestrado por un anciano al que no reconoce. Porque envejecer es precisamente eso: ser ocupado por un extraño.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
martes, 9 de abril de 2024
Paciente cero
Tomo un taxi.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
lunes, 8 de abril de 2024
Parábola del día
Recuerdo que todos los días en el colegio, antes de iniciar clase, leíamos un versículo de la biblia. Era una actividad aburridora a la que no le prestaba mucha atención. Solamente lo hacía en caso de que me tocara el turno de hacer la petición del día. Nunca nadie tenía idea qué pedir. Un día, a alguien se le ocurrió pedir por la paz del mundo y de ahí en adelante todos los días se pedía de forma solemne: Por la paz del mundo. En ese entonces, creo, el mundo no estaba tan jodido como ahora, lo que quiere decir que nuestra petición nunca fue escuchada.
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
“Dios no debería dar la vocación de tenista a alguien manco
como no debería dar pan al que no tiene hambre”.
- El mundo es portentoso -
viernes, 5 de abril de 2024
Amigos y soledad
Después de haber dado vueltas en un supermercado por un buen rato, por fin encuentro los productos que necesito llevar: arepas de Chócolo y sal.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
jueves, 4 de abril de 2024
Shit just happens
Vuelvo al mismo tema trillado de siempre cuando no tengo idea sobre qué escribir, qué precisamente en eso mismo: no saber qué escribir. ¿Pero qué se le va a hacer? uno tiene derecho a repetirse ¿acaso no?
Podría haberme sentado hace dos horas a ver qué se me ocurría, pero en vez de eso decidí zamparme dos capítulos de una serie. El tiempo nunca alcanza. Ahora escribo esto, y al tiempo estoy pensando qué voy a leer cuando me meta a la cama. De pronto no debería echarle la culpa a la falta de tiempo, sino a intentar apretujar tantas actividades cuando el día se acerca su fin, en fin.
Ahora parece que se me acabó la gasolina narrativa, porque llevo unos minutos intentando comenzar este párrafo. Para seguir de largo voy a hablar de Orange is the new black, la serie que estoy viendo. Sí, sé que es vieja y todo, pero me enganché con ella y ya está, y como ya están todas las temporadas, me la estoy inyectando, temporada tras temporada, directo a la vena . Esa creo, es la única opción de ver series de mil temporadas. Así hice con Breaking Bad, después de que una prima me secó con la cantaleta de que me la tenía que ver porque era la mejor serie del universo.
Hablando de Orange, hubo una escena en particular de la primera temporada que me llamó la atención. Chapman, la protagonista por si no han visto la serie, está en prisión y habla a otras reclusas sobre The road not taken, el célebre poema de Robert Frost.
Chapman opina que la frase muy bonita y todo, pero que la gente le da el significado que no es. Dice que la mayoría piensa que hace alusión a tratar de separarse de la manada, para seguir un llamado o vocación. Luego dice que si uno se fija bien los dos caminos que menciona Frost son idénticos y él selecciona uno de ellos al azar, y que luego, en una comida, le cuenta a las personas que tomó el camino menos transitado, pero que simplemente está mintiendo.
La cerebrito de Chapman o College, como le dice otra reclusa, dice que la gente piensa que el poema intenta mostrar que las decisiones tomadas tiempo atrás importaron para estar donde estamos hoy, pero que en realidad las cosas simplemente pasan, Shit just happens, concluye Chapman, es decir que las cosas pasan porque sí y no tienen un significado especial ni profundo.
Para quejas y reclamos, por favor comunicarse con los libretistas de esa serie, gracias.
Podría haberme sentado hace dos horas a ver qué se me ocurría, pero en vez de eso decidí zamparme dos capítulos de una serie. El tiempo nunca alcanza. Ahora escribo esto, y al tiempo estoy pensando qué voy a leer cuando me meta a la cama. De pronto no debería echarle la culpa a la falta de tiempo, sino a intentar apretujar tantas actividades cuando el día se acerca su fin, en fin.
Ahora parece que se me acabó la gasolina narrativa, porque llevo unos minutos intentando comenzar este párrafo. Para seguir de largo voy a hablar de Orange is the new black, la serie que estoy viendo. Sí, sé que es vieja y todo, pero me enganché con ella y ya está, y como ya están todas las temporadas, me la estoy inyectando, temporada tras temporada, directo a la vena . Esa creo, es la única opción de ver series de mil temporadas. Así hice con Breaking Bad, después de que una prima me secó con la cantaleta de que me la tenía que ver porque era la mejor serie del universo.
Hablando de Orange, hubo una escena en particular de la primera temporada que me llamó la atención. Chapman, la protagonista por si no han visto la serie, está en prisión y habla a otras reclusas sobre The road not taken, el célebre poema de Robert Frost.
Two roads diverged in a wood and I—I took the one less
traveled by,And that has made all the difference.
Chapman opina que la frase muy bonita y todo, pero que la gente le da el significado que no es. Dice que la mayoría piensa que hace alusión a tratar de separarse de la manada, para seguir un llamado o vocación. Luego dice que si uno se fija bien los dos caminos que menciona Frost son idénticos y él selecciona uno de ellos al azar, y que luego, en una comida, le cuenta a las personas que tomó el camino menos transitado, pero que simplemente está mintiendo.
La cerebrito de Chapman o College, como le dice otra reclusa, dice que la gente piensa que el poema intenta mostrar que las decisiones tomadas tiempo atrás importaron para estar donde estamos hoy, pero que en realidad las cosas simplemente pasan, Shit just happens, concluye Chapman, es decir que las cosas pasan porque sí y no tienen un significado especial ni profundo.
Para quejas y reclamos, por favor comunicarse con los libretistas de esa serie, gracias.
miércoles, 3 de abril de 2024
La mujer de la foto
Esa noche, la segunda de nuestra luna de miel, llegamos muy cansados al hotel, después de haber caminado todo el día por la ciudad visitando sus sitios icónicos: el museo Louvre, la torre Eiffel, el Palacio de Versalles, y otro par más. La verdad, de todo el día, el lugar que más me gustó fue ese cafecito de barrio en la Rue Saint-Rustique. Muchas veces esos lugares que pasan inadvertidos para la mayoría de personas, resultan ser los mejores.
Ya en la habitación del hotel, mientras Ángela tomaba una ducha, me tumbé en la cama y me puse a revisar las fotos que habíamos tomado ese día: Ángela y yo, Angela con la torre Eiffel a sus espaldas, un par de selfies solos y otras donde salíamos los dos abrazados o besándonos. Las fotos de un viaje en pareja al final resultan zonzas y redundantes. Ahí estaba, concentrado y pulsando el botón de adelantar con mi pulgar derecho, cuando llegué a la foto donde Juliette aparecía en segundo plano. Se la había tomado a Ángela mientras alzaba los brazos en forma de V. Ahí detrás estaba ella, Julliete, con su pelo rubio largo y liso, su cara de facciones angulosas, y una minifalda roja que dejaba ver sus largas piernas. Sonreía, no sé por qué o a quién. Quedé como hipnotizado durante un par de segundos , hasta que oí a Angela salir del baño y preguntarme: “Cariño, ¿por qué tan concentrado?"
Estaba envuelta en una toalla roja, y una blanca hacía sus veces de turbante. Seguro había dejado en el baño una azul que no tenía forma de poner en su cuerpo.
Los nervios me jugaron una mala pasada y sentí como mi cara hervía. Apagué la cámara y la puse en la mesa de noche. Luego la tome de la cintura y la atraje hacía mí para estamparle un beso. En ese instante ya sabía que todo se había ido a la mierda y que no iba a descansar hasta encontrar a la mujer de la foto.
Ya en la habitación del hotel, mientras Ángela tomaba una ducha, me tumbé en la cama y me puse a revisar las fotos que habíamos tomado ese día: Ángela y yo, Angela con la torre Eiffel a sus espaldas, un par de selfies solos y otras donde salíamos los dos abrazados o besándonos. Las fotos de un viaje en pareja al final resultan zonzas y redundantes. Ahí estaba, concentrado y pulsando el botón de adelantar con mi pulgar derecho, cuando llegué a la foto donde Juliette aparecía en segundo plano. Se la había tomado a Ángela mientras alzaba los brazos en forma de V. Ahí detrás estaba ella, Julliete, con su pelo rubio largo y liso, su cara de facciones angulosas, y una minifalda roja que dejaba ver sus largas piernas. Sonreía, no sé por qué o a quién. Quedé como hipnotizado durante un par de segundos , hasta que oí a Angela salir del baño y preguntarme: “Cariño, ¿por qué tan concentrado?"
Estaba envuelta en una toalla roja, y una blanca hacía sus veces de turbante. Seguro había dejado en el baño una azul que no tenía forma de poner en su cuerpo.
Los nervios me jugaron una mala pasada y sentí como mi cara hervía. Apagué la cámara y la puse en la mesa de noche. Luego la tome de la cintura y la atraje hacía mí para estamparle un beso. En ese instante ya sabía que todo se había ido a la mierda y que no iba a descansar hasta encontrar a la mujer de la foto.
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