“A mí la verdad me parece interesante”.
Fernando supo que había perdido el tiempo con Laura cuando la escuchó decir esa frase:
Se habían conocido en el cumpleaños de un amigo en común y desde el instante en que la vio se convenció de que ella era la mujer de sus sueños hecha realidad: alta, pelinegra y de ojos verdes.
Esa noche buscó la forma de interactuar con ella a solas, pero siempre había alguien rondando. Hacia el final de la reunión desistió de su idea y salió a la terraza para terminar de beber un trago de whiskey y fumarse un cigarrillo.
“Pensé que te habías ido sin despedirte”, fue la frase que lo sacó de sus pensamientos. Al dar medía vuelta, ahí estaba ella con una copa de vino en sus manos y sonriendo de forma pícara.
“Como estabas tan ocupada hablando con Morales”.
“¿Celoso o qué?”
Fernando soltó una carcajada, sacó otro cigarrillo, y ese día hablaron hasta la madrugada.En esa ocasión Fernando solo se ganó un resfriado porque no se preocupó por ponerse la chaqueta.
Salieron por un par de meses hasta que un día Fernando concluyó que se había enamorado. Decidió jugársela toda.
La citó en Grano molido, el café que tanto le gustaba a ella. Cuando la tuvo sentada enfrente, no sabe bien de dónde saco fuerzas para decirle todo lo que sentía. Su declaración de amor salía de su boca a una velocidad impresionante. No sabía que iba a hablar por tanto tiempo. Fue algo que le costó mucho porque la posibilidad de rechazo estaba latente.
¿Y si de pronto había leído mal las señales y ella solo lo consideraba un amigo? se preguntaba, pero cuando terminó de hablar, sin importar cuál fuera la respuesta que iba a escuchar, se sintió ligero.
Cuando fue el turno de ella para hablar, Laura le dio un sorbo al vaso de café que sostenía con ambas manos y dijo:
“Mira a mí, de primerazo me pareces interesante y súper pilo."
La respuesta de Laura también fue larga, pero Fernando no le prestó atención al resto de palabras, sabía que lo mejor era emprender la retirada, porque lo último que se debe perder no es la esperanza sino la dignidad.
Era un rechazo camuflado, una negativa disfrazada de palabras cordiales. Quizá desde la primera vez que alguien le dijo eso a otra persona no lo hizo con mala intención, pero Fernando hubiera preferido que Laura le dijera que era un hijo de puta o que era un mal polvo.
Al final siempre Se gana o se pierde, esa es la vida ¿acaso no?, pensó
Más allá de ponerse triste, lo que le sintió fue rabia. Había sido una salida fácil para ella. Era una frase que no compromete a quien la dice. Un sintagma, diría un lingüista, que no descalifica pero tampoco elogia.
Solo significaba una cosa: que no le había hecho sentir nada con esa declaración de amor improvisada que, cree, le había salido tan bien.
lunes, 15 de abril de 2024
viernes, 12 de abril de 2024
Amor moderno
En uno de los capítulos de Orange is the New Black, un periodista contacta al novio de Piper, la reclusa, para que escriba una pieza para la columna Modern Love del New York Times.
Ese día recordé esa serie que me gustó mucho y pensé que lo más probable es que existiera un libro con la recopilación de las columnas.
No estaba equivocado. El libro se llama Amor moderno, historias reales de amor, pérdida y reconciliación.
Ese mismo día comencé a leerlo. Ahora voy por la mitad y me ha gustado mucho. Me parece que la selección de piezas que hizo el editor de la columna fue muy minuciosa y la calidad de los escritos es tremenda.
Hoy leí un ensayo que me removió todo. Se titula “Tal vez quieras casarte con mi marido”. En él la escritora Amy Krouse Rosenthal cuenta como una noche visita una clínica con su marido debido a un fuerte dolor abdominal que, piensan, es apendicitis, y después de muchos análisis les dan la noticia de que es un cáncer en etapa avanzada.
La columna de Amy es un perfil de su marido, en la que justifica por qué es un buen partido. En medio de lo trágico, la escritora utiliza un humor muy fino en su escrito.
Amy murió 10 días después de la publicación de su columna.
Estos últimos días he pensado mucho sobre la muerte, y cuando no pienso en ese tema, se me aparece de cualquier forma. De pronto lo mejor sea no mirarla como un evento lejano, sino hacerle creer que nos importa. De esa manera quizá nos dejé en paz y se fije en aquellos que no la determinan para nada.
Ese día recordé esa serie que me gustó mucho y pensé que lo más probable es que existiera un libro con la recopilación de las columnas.
No estaba equivocado. El libro se llama Amor moderno, historias reales de amor, pérdida y reconciliación.
Ese mismo día comencé a leerlo. Ahora voy por la mitad y me ha gustado mucho. Me parece que la selección de piezas que hizo el editor de la columna fue muy minuciosa y la calidad de los escritos es tremenda.
Hoy leí un ensayo que me removió todo. Se titula “Tal vez quieras casarte con mi marido”. En él la escritora Amy Krouse Rosenthal cuenta como una noche visita una clínica con su marido debido a un fuerte dolor abdominal que, piensan, es apendicitis, y después de muchos análisis les dan la noticia de que es un cáncer en etapa avanzada.
La columna de Amy es un perfil de su marido, en la que justifica por qué es un buen partido. En medio de lo trágico, la escritora utiliza un humor muy fino en su escrito.
Amy murió 10 días después de la publicación de su columna.
Estos últimos días he pensado mucho sobre la muerte, y cuando no pienso en ese tema, se me aparece de cualquier forma. De pronto lo mejor sea no mirarla como un evento lejano, sino hacerle creer que nos importa. De esa manera quizá nos dejé en paz y se fije en aquellos que no la determinan para nada.
“I’m facing a deadline, in this case, a pressing one.i need to say this (and say it right) while I have (a) your attention and (b) a pulse."- You may want to marry my husband -
jueves, 11 de abril de 2024
Soltar letras
Acá estoy, debatiéndome entre escribir algo o no escribir, e irme a ver un capítulo de Orange is the new black.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
La razón es que en todo el día no me he parado del escritorio. ¿Y por qué carajos no aprovecho para escribir un post? se preguntará el querido lector y no me queda más que darle la razón.
El caso es que me dediqué a escribir otros textos, unos de trabajo y otros no tanto. Terminé de escribir, por ejemplo, una historia que trata sobre la vejez y la muerte, y que tiene que ver mucho con el post que escribí ayer. Para escribirla me basé en los diarios de Sándor Márai que, como ya he dicho antes, me encantan por su visceralidad. ¿Existe esa palabra? no sé. No quiero quedarme con la duda, así que la escribo en la barra de búsqueda de la página de la RAE y me dice que significa: que se deja llevar por reacciones viscerales.
Así, imagino, tuvo que haber escrito sus diarios el escritor húngaro. En fin, que me repito, pero la verdad es que este ejercicio solo consiste en soltar letras sobre la pantalla a ver si de pronto agarran algo de significado. Ese, sabrán ustedes, es mi objetivo con este blog, escribir lo que sea, sin importar lo malo, bueno, regular o pésimo que resulte; no me importa, no hay tiempo para pensar en eso. Soltar las letras como vengan, casi crudas y sin la cocción de la edición, porque la muerte puede estar cerca. No se sabe, nunca sabemos nada en concreto, así que lo mejor es hacer lo que se pueda hacer hoy sin pensar en el mañana, porque como dice Manuel Vilas: El mañana es de lo muertos.
miércoles, 10 de abril de 2024
Un siglo y 5 años
105 años. A esa edad murió la abuela de la esposa de un amigo.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
Felipe, en otro aparte de la novela, dice que ya ha sido secuestrado por un anciano al que no reconoce. Porque envejecer es precisamente eso: ser ocupado por un extraño.
¿No es mucho vivir más de un siglo? A mí me parece que sí. De pronto lo mismo piensa Roger Daltrey, el cantante de The Who, cuando dice en My Generation: I Hope I die before I get old.
¿Qué puede hacer uno con 105 años, aparte de estar sentado en un sillón con una manta sobre las piernas mirando por la ventana o viendo televisión? Seguro hay algunas excepciones y existen ancianos llenos de vida, pero a esas alturas, creo, el cuerpo ya se debe estar muy apagado.
Claro que uno no deja de conmoverse con la noticia, y se mira con cierto respeto a la persona que alcanzó esa edad.
¿Qué pensaría ella? ¿Todavía tenía facultades mentales, o su yo ya se había diluido en la demencia senil?, pues el alzhéimer, como otras enfermedades de gente mayor, suele aparecer a una edad en la que deberíamos estar muertos. Y es que en la vejez solo se encuentran los seres que, de acuerdo a la leyes de la naturaleza, ya estarían muertos. Esa etapa de la vida no es más que eso, una cuesta descendente hasta la muerte, pero nosotros nos hemos empeñado en alargar la vida, en fin.
No sé, todo son preguntas, por ejemplo si no se llega a viejo ¿a qué edad sería bueno morir?
Felipe, un personaje de La Buena Suerte, dice que nunca va a experimentar la indignidad de la vejez, y que para lograrlo tendría que ser capaz de matarse cuando aún estuviera bien. Por eso decide suicidarse a los 82 años, pero llegada esa edad, pasan los días y Felipe no da con el momento preciso para matarse, a veces simplemente por cansancio, otras por un resfrío y otras porque se sentía más o menos a gusto con la vida.
“Suicidarse muy vivo, un suicidio que formara parte de la vida y no de la muerte”, cuenta el personaje, pues si se esperaba hasta estar enfermo, su cuerpo tomaría el mando y las células siempre se empeñan ferozmente en vivir.
De pronto Rosa Montero se basó en el escritor Sándor Márai para crear ese personaje. El escritor húngaro cuenta en sus diarios que no quería morir, pero que había dejado el revólver en el cajón de la mesita de noche para tenerlo a mano si llegaba el momento en el que quisiera acabar con su vida. Aunque cabía la posibilidad de que el final ocurriera de otra manera. “Todo es siempre de otra manera”, concluye.
En el libro sobre la muerte de Millás y Arsuaga, el paleontólogo le plantea al escritor lo siguiente: “No deberías preguntarte, pues, por qué nos morimos, sino por qué vivimos tanto.”
martes, 9 de abril de 2024
Paciente cero
Tomo un taxi.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
A mitad de camino al conductor le entra una llamada, se pone unos audífonos y comienza a hablar con alguien.
“Me siento mal, ¿no le digo? Hace un rato iba en la 106 y me dio la pálida, tuve que orillarme en una bahía y descansar un rato”.
“Ni idea qué tengo. Me comenzó un dolor de cabeza y siento como si no hubiera dormido en una semana. ¿Qué qué hice? me tomé un naproxeno y descansé un rato, pero no sé que tengo. De un momento a otro me dio la pálida.
¿Y si es el paciente cero de un nuevo virus que va acabar con la raza humana?, me pregunto. Si se transmite por vía aérea probablemente ya ingresó a mi sistema. Decido no hablar para que el taxista tampoco lo haga y deje escapar una gotícula con carga viral. Abro la ventana con disimulo y siento como una corriente de aire invade el interior del carro. Espero que desaloje al virus.
“No sé hermano, Paula va a tener que venir a recoger el carro”, continúa hablando el taxista. “La verdad no sé qué hacer porque me hace falta levantar $100.000 para pagar el arriendo y con esta maluquera no puedo trabajar”.
Cuando llego a mi destino le preguntó cuánto le debo y dejó caer la plata en la palma de su mano. Miro su cara y siento algo de alivio, pues sus ojos no están inyectados con sangre y tampoco tiene espuma en la boca.
“Muchas gracias y que se mejore”, le digo. En verdad se lo deseo tanto a nivel de salud como económico, pues su voz cargaba mucha angustia.
Hasta el momento he estornudado un par de veces y nada más.
Los mantendré informados.
lunes, 8 de abril de 2024
Parábola del día
Recuerdo que todos los días en el colegio, antes de iniciar clase, leíamos un versículo de la biblia. Era una actividad aburridora a la que no le prestaba mucha atención. Solamente lo hacía en caso de que me tocara el turno de hacer la petición del día. Nunca nadie tenía idea qué pedir. Un día, a alguien se le ocurrió pedir por la paz del mundo y de ahí en adelante todos los días se pedía de forma solemne: Por la paz del mundo. En ese entonces, creo, el mundo no estaba tan jodido como ahora, lo que quiere decir que nuestra petición nunca fue escuchada.
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
En las últimas semanas no he leído versículos de la biblia todos los días, pero si articuentos de Millás. Si uno se fija bien, a las columnas del escritor español les aplica la definición de parábola: "Narración de un suceso fingido del que se deduce, por comparación o semejanza, una verdad importante o una enseñanza moral".
El de hoy trataba de una sala de redacción de una revista en la que le encargaban al narrador, escribir un artículo sobre mujeres cojas. Este dice que prefiere escribir uno sobre mancos y cuenta que tiene un amigo en esas condiciones, que es un tenista frustrado.
Al final el jefe de redacción lo obliga a escribir sobre mujeres cojas, alegando que él y el director son quienes deciden el contenido de la revista.
Al final del día, el hombre llega a casa desilusionado y hojeando la sección de contactos sexuales ve un anuncio de una mujer que dice lo siguiente: Madurita viciosa y coja, domicilio y hotel. Llámame y voy corriendo.
Al final, cuando la mujer llega a su apartamento, le confiesa que es una coja falsa porque a los hombres les excita mucho esa minusvalía. Así que ese, cojas falsas, es el tema que escoge para su artículo.
Me ha parecido revitalizante eso de leer un Articuento cada día. Lo mejor de todo es que no tengo que pensar en ninguna petición diaria aunque a veces, en secreto, pido por la paz del mundo, a ver si se arregla un poco que es algo nos vendría bien a todos, ¿acaso no?
“Dios no debería dar la vocación de tenista a alguien manco
como no debería dar pan al que no tiene hambre”.
- El mundo es portentoso -
viernes, 5 de abril de 2024
Amigos y soledad
Después de haber dado vueltas en un supermercado por un buen rato, por fin encuentro los productos que necesito llevar: arepas de Chócolo y sal.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
Cuando llego a la caja me ubico en la fila y quedo justo al lado de un estante de libros. Quien sabe desde hace cuánto venden libros en los supermercados. La mayoría son de autoayuda, pero también veo algunos de ficción.
Está, por ejemplo, el poder del ahora. Recuerdo que hace muchos años mi hermana lo compró y alguna vez intenté leerlo, pero me aburrió porque me pareció muy críptico.
También está otro que no puede faltar en cualquier lugar donde vendan libros: Cómo ganar amigos e influir sobre las personas. y justo debajo de ese está: Disfruta de tu soledad.
Imagino que alguien ubicó ambos libros de esa forma porque cree que en la vida hay dos tipos de personas. Los que quieren influir sobre los demás y ganar amigos y los que les gusta estar solos . Cada grupo se ira por uno de esos libros.
Ahora bien, supongo que ambos bandos viven intercambiando adeptos a cada rato. Imagine usted, querido lector, que alguien tiene toda la intención de ganar amigos, pero luego de leer el libro aplica mal sus enseñanzas y sigue solo, en tal caso esa persona bota el libro a la basura y compra el de la soledad para aprender a sobrellevarla, ¿acaso no?
O bien, un lobo solitario compra ese libro porque le molesta tener personas a su alrededor, pero después de un tiempo se cansa de estar solo y va a buscar el de los amigos.
El hombre que está delante mío en la fila hojea ambos, pero no lleva ninguno. De pronto ya tiene suficientes amigos o en su soledad no hay cabida para libros.
Todo son preguntas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)