viernes, 11 de abril de 2025

Escribir ligero

Me siento frente al computador a eso de las 10 de la noche, decidido a escribir algo. Al menos unas 300 palabras.

Prendo la pantalla, listo para teclear, y aparece un cansancio milenario con forma de excusa: mejor me tiro en la cama a hacer scroll en redes sociales.

Entonces decido algo: hoy no voy a escribir, ¿y qué?

Con esa decisión en mente, todavía no me voy a la cama. Abro el correo y me encuentro con el Substack de una escritora que escribe ligero, es decir, parece que le encuentra tema a todo. Leo los primeros párrafos y me agrada cómo narra su cotidianidad de forma sencilla (nunca simple). Ojalá nunca se me acabara el tema y pudiera escribir tan ligero como ella, pienso.

Mando al carajo el cansancio y me pongo a escribir esto, sin rumbo fijo, hasta que recuerdo algo que me llamó la atención de Objetos perdidos, la novela que estoy leyendo.

La protagonista es una mujer a la que le apasiona bailar y se cuestiona esa pasión. Le ha invertido años a la profesión de bailarina, pero sabe que no destaca entre muchas otras personas que se dedican a lo mismo. Es una más del montón y no tiene un don innato para el baile.

Entonces se pregunta si es posible dejar de perseguir una pasión. Al final concluye que lo más probable es que no, que no le queda más remedio que seguir bailando cada día porque ese es su destino.

Relacioné eso con mi gusto por la escritura. Porque, al igual que la protagonista, puede que no sea especial y que muchos otros escriben mejor que yo, pero ¿qué importa eso?

No me queda otra opción que mandar al carajo la pereza y escribir un día sí y el otro también.

304 palabras, ¿cómo la vieron?