Mi padre, Ingeniero civil, pasó gran parte de su vida lejos de la familia, pues su trabajo siempre fue la construcción de carreteras por toda Colombia.
En una de sus estadías en Bogotá, cuando yo tenía unos 10 años, me invitó a que lo acompañara en uno de sus viajes, con paradas en distintos lugares
Un día, en medio del viaje, nos levantamos muy temprano, y apenas salimos, recuerdo como el aire caliente que salía de mi boca se convertía en “humo” al estrellarse con el aire frío de la madrugada.
Viajar con mi papá al volante, siempre fue un deleite para mi y mis hermanos, pues sus viajes estaban llenos de historias,reales, pero sobre todo fantásticas sobre infinidad de cosas, así que aburrirse era muy difícil, y tenerlo para mí solo en esa ocasión, era como una especie de premio.
Yo estaba expectante, pues mi padre me comentó que íbamos a pasar por Ambalema, Tolima, el lugar donde nació mi abuela. No sé por qué, pero en ese momento me pareció fascinante entrar, del alguna manera, en contacto con los orígenes de la familia.
A eso de las 8 de la mañana paramos en un lugar de la carretera para desayunar. Recuerdo que yo tenía mucha hambre, y estaba pensando en unos huevitos pericos con pan y chocolate. Ya adentro del lugar, una choza con tejas de zinc, mi padre pidió la comida.
Al rato el mesero se se acercó a la mesa con el pedido: Yuca frita, chocolate y carne en bistec. Al principio hice mala cara, y mi padre me dijo la misma frase de siempre: “Pruebe, y si no le gusta pues lo escupe”. Como tenía mucha hambre me llevé un trozo de yuca a la boca, seguido de un mordisco de carne en bistec, y maridé el revuelto con un sorbo de chocolate.
¡Me supo a gloria!