jueves, 13 de febrero de 2014

La Intolerancia de Iguarán




Hace un par de días envíe una carta.  Hace mucho que no lo hacía.  Llegué a un Servientrega en el cual había dos mujeres atendiendo.  Delante de mi, en la fila, habían tres personas. Una de estas, la segunda, era un militar negro, alto, acuerpado y con mala cara; una de esas personas que es mejor no armarle pelea o que si se arma; lo mejor  es que el personaje pertenezca a su bando

Había otra fila que nadie hacia.  La verdad nunca supe para que era; casi siempre que llego a un sitio hago la fila que tenga más personas; pero eso no garantiza nada.  Cuando hice los trámites para sacar la cédula el año pasado, hice una fila  para al final enterarme de que no era la correcta.

Como le venía diciendo el soldado, de apellido Iguaran, esperaba impacientemente en la fila, golpeando  con su bota derecha el piso, tratando de llevar una especie de ritmo.

Mientras miraba el cuadro del momento, irrumpió, dando pequeños pasos, un viejito con boina y bastón y se úbico en la fila que nadie estaba haciendo, obviamente quedando de primero.

Iguaran con dotes de autoridad ridículos, no tuvo problema alguno en decirle: “La fila va ahí atrás” a lo que el viejito sabiamente respondió  de forma sarcástica “Tengo 84 años, soy inválido y creo que tengo prelación en el turno, algún problema mi comandante? Yo casi lo aplaudo.

Iguarán inmediatamente cayo en cuenta de su error y le respondió: “Si claro siga”.

Deberáin vender dosis de tolerancia, cada día, sin importar cual sea su estado, soportamos menos a las demás personas  y solo buscamos nuestro bienestar.