Hace un rato estaba dibujando un retrato de una mujer, que tiene el índice de la mano derecha sobre la boca ligeramente abierta, en una posición, digamos, sensual. Debí demorarme más de 40 minutos en la mano. Cada trazo que hacía lo borraba varias veces, cuidando que las proporciones no se me desbarajustaran, hasta que me echaba la bendición con el definitivo, y me alejaba para ver cómo se veía el conjunto. Recuerden que siempre hay que alejarse, no solo cuando se dibuja, para tener otra perspectiva.
Entre trazo y trazo, en aquellos momentos en que enderezaba mi espalda, para descansar de mi posición encorvada y alejarme, traté de pensar sobre qué escribir. Pero soy malo para el multitasking y dibujar es una actividad que deja mi mente en blanco.
Ahora que escribo esto, porque no se me ocurre qué más escribir, pienso que, tal vez, debería dedicar más tiempo a lo que escribo acá. Digo esto porque hoy leí por encima el blog de una mujer, y me pareció que ella le dedica tiempo a sus entradas antes de sentarse a escribirlas.
Pero no todo puede ser malo, hoy si le dediqué tiempo a otro escrito que creo tener listo, pero al que vuelvo todos los días para cambiarle algo: una palabra aquí, un signo de puntuación allá, o el orden de los párrafos. De pronto ese escrito drenó todo mi potencial de escritura, y hasta que no le ponga un punto final no me va a dejar en paz, pero no lo sé; como ustedes ya saben sé muy pocas cosas, con tendencia a saber nada.
Por eso, imagino, escribo, para tratar de entender o darle significado a todo lo que ocurre, pero no deja de ser, como muchas cosas en esta vida, un sistema de prueba y error, y me atrevo a decir que más lo segundo que lo primero.