La hija de F. la llama al trabajo, para contarle que su papá ha muerto. La hija está de mal genio y le dice a su mamá que no puede ir a trabajar, que va a ocuparse del asunto.
Cuelgan. F dice que apenas se enteró de la noticia, sintió un vacío momentaneo, que todo se le bajó, pues, a fin de cuentas, él, su ex-marido, había sido “El amor de su vida”, así lo dijo.
Al rato le vuelve a sonar el teléfono. Es su hija de nuevo y esta vez le pide disculpas. Le explica que no está brava con ella, sino con la vida, con el desenlace de los eventos que rara vez coincide con nuestras expectativas. Le cuenta a su mamá que siente mucha rabia, rabia de que su papa no estuvo a su lado, de que nunca pudo disfrutar de él como hubiera querido, pues F y él se separaron hace muchos años; él se caso de nuevo y cambió de hijos, de esposa, de vida.
¿Qué pasa con el amor?, ¿a dónde se va el sentimiento una vez termina una relación? Se supone que después de un tiempo, mucho dolor y lágrimas se avanza, ¿cierto?, se sigue adelante. Unos lo hacen más rápido que otros, pero en algún lugar del cuerpo debemos llevar restos del amor que hemos sentido por todas las personas con las que hemos tenido una relación sentimental. ¿En dónde?, digamos en el corazón, que es el que suponemos se encarga de ese sentimiento, o de lo que sea que es el amor.
De eso habla Raymond Carver en uno de sus cuentos:
“Hubo un tiempo en que creí que amaba a mi ex mujer más
que a la propia vida. Pero ahora la aborrezco. De verdad.
¿Cómo se explica eso? ¿Qué ha sido de aquel amor? Qué
ha sido de el, es es lo que quisiera yo saber. Me gustaría que alguien pudiera decírmelo.”
Exijo lo mismo que el personaje de ese cuento. Que alguien nos lo diga, que alguien nos aclare eso, para poder entender porque F. se sintió de esa manera cuando se enteró de la muerte de su ex-marido, alguien por quien, se supone, ya no sentía absolutamente nada.