Hace unos días, más o menos una semana, me desperté con picazón en la palma de la mano izquierda. Me la rasqué como si el mundo se fuera a acabar, y esa acción sería lo que evitaría tal evento.
La rasquiña resultó ser producto de una especie de raspón, muy pequeño, justo encima de una de las líneas de la mano, pero que me ardía y a lo único que me inducía era a rascarlo. Cuando logré abandonar esa obsesión, me apliqué una crema por un par de días, hasta que la pequeña herida desapareció.
Ahora que repaso el episodio, pienso que podría haber sido el rastro de una combustión espontánea fallida, y estoy vivo de milagro. ¿Cuántas veces habremos estado a punto de morir y no nos dimos cuenta? Ahora el raspón solo es una pequeña mancha rojiza casi imperceptible.
No sé precisar por qué, pero a lo largo del día me examino la palma de la mano, y miro la mancha como si tuviera que revelarme algo: “¿qué será?”, me pregunto.
Decido buscar en internet para ver cuál es el nombre de esa línea. Según la imagen que consulto resulta ser la de la vida. Lo más fácil sería pensar que el raspón corresponde a un bache en el camino, correspondiente a este año extraño que a todos nos tocó vivir, pero, la verdad, me parece una conclusión muy obvia, un lugar común fácil de trillar.
Busco un poco más en internet, pero no encuentro ningún enlace que diga qué significa un raspón justo encima de la línea de la vida. Al final doy con un buscador de quiromantes (lectores de manos o palmistas) en el que me preguntan que tipo de lectura quiero: occidental, oriental; que si la lectura es para un niño, un adolescente o un adulto, y luego me dejan escoger, de una lista desplegable, la hora a la que quiero la consulta. Lleno todos los datos y me llamo Pedro Pérez para ese formulario. Al final me piden que registre un número de celular y escribo uno de los primeros que tuve: 310-8670709, que no sé por qué aún guardo en mi cabeza. Luego de eso, aparece un mensaje en la pantalla en el que me indican que me enviaron un código de activación.
Vuelvo a mirar la palma de la mano, y al rato me olvido del tema.