Hace un momento pensé en sentarme a ver la última película de la saga John Wick. Cuando estaba a punto de prender el televisor se apoderó de mí un cansancio infinito, milenario podría decirse, que seguro me iba a hacer dormir la película.
Además también me dieron ganas de escribir algo y por eso heme aquí juntando estas palabras, ese algo que no tengo muy claro qué es. Además recordé que la película es un larguero de más de dos horas y hace unos días que también me propuse verla, desistí del plan porque me dio pereza.
Imagino que es una cuestión de paciencia, y que a medida que uno envejece esta disminuye. Por eso ciertos planes que se hacían antes ya no tienen la misma acogida.
Hablando del John Wick, porque la verdad no se me ocurre qué más contarles (a veces las ganas de escribir aparecen sin tema alguno), recuerdo que vi una de esas películas en cine. Desde el minuto uno es pura patazera: bala y puño a lo desgualetao’ y el personaje, sabrán ustedes, no es el más delicado del mundo. En la escena John Wick repartía pata y puño a quien se le atravesara y el que no se llevaba un golpe tenía la fortuna de que lo llenaran de plomo.
Ante tal escena violenta ,una señora que estaba en la fila de atrás con el hijo, dijo de forma involuntaria y en voz alta lo siguiente: ¡Uish que tipo tan brusco!, y ya no recuerdo si dejo la sala o se aguantó toda la película.
Yo le di la razón mentalmente, y sonreí porque me causó gracia la forma en que dijo brusco, pero me pareció que quienes intentaban atacar a Wick, merecían que los atendiera de tal manera.
A veces, por más malo que nos parezca una situación, lo mejor es dejar que el curso de la vida siga, porque uno no sabe con que Wick se puede estar atravesando, ¿no creen?