El año pasado, a inicios de la pandemia, le contaba a una amiga que todo el tema del virus me generaba una sensación de desastre, pues sentía que todo estaba a punto de irse a la mierda.
Mientras nuestra charla avanzaba, me preguntó si estaba saliendo con alguien, mejor dicho, quería que le diera un resumen ejecutivo de mi panorama amoroso.
Le conté que no estaba saliendo con nadie, y le dije que con la pandemia era muy probable que ese frente continuará igual, pues ¿cómo conocer a alguien en medio del encierro?
He leído sobre personas que lo han logrado, como una mujer que contaba sobre su nuevo novio, un hombre que, en la cuarentena fuerte, la iba a visitar a su casa y le hacía visita desde el portón, incluso en días de lluvia.
Imagino que se conocieron por una aplicación y de ahí se desenvolvió toda su trama amorosa. Soy malo usando esas apps entonces, en mí caso, por ahí no es.
C, mi amiga, me dijo que no me preocupara tanto y que dejara de ser tan trágico. Insistió que la vida sí o sí continua, que al mundo poco le importa lo que pase dentro de él y seguirá girando como si nada. También mencionó, sin yo pedírselo, que me iba a presentar unas amigas.
A veces pienso que sería bueno si el mundo deja de girar por un instante, es decir, que la vida, tal como la conocemos con sus afanes y demás parafernalia, se detuviera por completo.
No estoy hablando de la muerte, más bien me refiero a una especie de reinicio, algo que nos obligue a no tomarnos todo tan en serio. Algo que borre quien somos.
Tres cosas: El mundo sigue girando, mi amiga nunca me presento a nadie y mi panorama amoroso continúa igual.