viernes, 26 de febrero de 2021

Gafas

Desde que tengo uso de memoria (que vivan las frases hechas) utilizo gafas. Con el paso de los años mi visión ha empeorado, un hecho que, pienso, es directamente proporcional al grosor del lente que debo utilizar, pues las últimas que he tenido cada vez tiene más el aspecto de un culo de botella.

Nunca he logrado hacer de mis gafas un accesorio de, digamos, moda o elegancia, qué sé yo, que el color del marco combine con la ropa que llevo puesta o algo por el estilo. Para mí solo cumplen con un propósito: ayudarme a ver mejor.

Las que tengo ahora no me gustan para nada. Su marco es plástico —imagino que es otro material, un polímero, como para sonar conocedor de lo que hablo. Las compré de afán, sin preocuparme mucho cómo fueran, y creo que el precio fue un factor determinante, porque compre no las más baratas, pero tampoco las mejores, decisión que se vio afectada por el grosor del lente, pues solo cierto tipo de monturas lo soportaban.

Con el paso del tiempo las patas se han abierto, y como consecuencia de eso han perdido agarre. En ocasiones que me inclino un poco hacia adelante terminan en el piso. La solución para ese problema fue ponerles un cordón, pero es poco funcional y me molesta en la nuca. Puede que usted, estimado lector, piense que soy muy quisquilloso y jodo por todo, espero que no sea así, pero de serlo, ¿qué más da?

Estoy a punto de botar el cordón, pero antes de hacerlo lo destrozaré a punta de tijera para que sufra.

Hace unos días cuando me las iba a poner apenas me desperté, me quedé con una de las patas, la izquierda, en la mano.

Antes ya se habían dañado y las había llevado a una óptica para que las arreglaran, pero ahora el lugar está cerrado, así que decidí ir a la papelería a comprar el pegamento más cerdo que existe en el mundo.

“Buenas tardes necesito un buen pegamento, tiene uhu?”

“El uhu no es tan bueno” —respondió con un aire de suficiencia la mujer que atiende— “ se lo digo por experiencia propia”.
“¿Cuál me recomienda?”
“Llévese este”, me dijo y me mostro un frasco pequeño, de un pegamento transparente, “es el mejor”.

Le hice caso, lo compré y ya en la casa pegué la pata de la gafa a su marco. Más tarde, pasadas unas horas, las intenté cerrar y se despegó de nuevo, así que les eché pegante otra vez pero como si mi vida dependiera de ello. Ahora debo tener cuidado porque quedaron rígidas y no las puedo volver a cerrar.