Voy a cine con mi hermano. Compramos las boletas y tenemos más o menos media hora de tiempo libre. Eso es bueno o malo dependiendo desde dónde se mire, pues permite farolear, mirar vitrinas o, en mí caso, ir a mirar libros, sin tener ninguno en mente que quiera comprar. Hojearlos, leer algunas páginas y una que otra contraportada; en suma, antojarse o ceder ante el comprador compulsivo que todos llevamos por dentro.
Después de llegar a la librería, comienzo con esa tarea, que también me agradada por su alto nivel de aleatoriedad. Mientras me paseo por ahí, paso por el lado de un padre que hojea libros con su hijo, que debe tener unos 10 años.
El hijo le pregunta sobre el libro “El país que me tocó” del periodista Enrique Santos Calderón, que se expone como novedad, y el padre le explica que a veces los periodistas hacen eso: un compendio de sus columnas o escritos a lo largo de la vida, en un solo libro. “Ahhh”, responde el hijo mientras toma uno de los libros, lo sostiene en sus manos un momento y lo vuelve a dejar en su lugar.
No entiendo por qué al niño le interesa ese libo, supongo que debe ser precoz y que intelectualmente está un paso adelante que sus compañeros de clase que, a diferencia de él, se preocupan en comprar cómics, algo que yo hacía cuando tenía su edad.
“¿Y cómo te ha ido con Los Cretinos?”, le pregunta el padre cuando el otro tema de conversación muere. “Bien, ahí voy”, responde el niño con suficiencia, como dando a entender que prefiere no entrar a discutir esa obra por el momento.
No la conozco. “¿Debería?, ¿acaso es uno de esos libros que se consideran como una lectura obligatoria?”, me pregunto. Asocio el título con literatura rusa, y que debe ser una obra cargada con figuras poéticas llenas de sentimentalismo; un texto repleto de preguntas filosóficas que siempre nos han rayado la cabeza: quiénes somos y qué carajos hacemos aquí, y todas las que se deriven de esos pensamientos circulares, con punto de partida, pero sin fin, esos pensamientos infinitos.
Miro al niño de reojo para ver si logro captar algo de su madurez literaria, pero solo se ve como un niño normal de esa edad al que le gusta leer y, al parecer, mucho.
“Los Cretinos” gran título que no abandona mí cabeza, es una obra de Roald Dahl, un autor que escribía historias para niños. Este en particular trata sobre El señor y la señora Cretinos, y estoy casi seguro que debe tocar, como las grandes novelas rusas, muchos de esos temas que nos rayan la cabeza.