Imagino que no escribir también está bien, que se pueden tener temporadas de sequía de palabras y que volverán a la cabeza en el momento en que uno menos lo espera.
Puede ser que escribir, aparte de mover los dedos, produzca algún tipo de cansancio. En su Tentación del fracaso, Ribeyro cuenta:
“Escribir es como hacer el amor: una cosa brutal, fatigante, en la cual morimos y renacemos. Luego de escribir una página caigo extenuado en la cama, los ojos ardientes, la náusea del tabaco y la sensación de la consumición física. Y ello es el precio de 20 líneas, ni buenas ni malas, que serán probablemente corregidas o eliminadas, pero en cuya elaboración hemos puesto lo mejor de nosotros mismos”
Escribir, como todo, tiene su costo.
Doris Lessing contó en una entrevista que le hizo Rosa Montero, que una vez duró un año entero sin escribir. Lo extraño del caso es que lo hizo a propósito a ver qué le sucedía. La conclusión a la que llegó es que no le sentaba bien no escribir, pues la ponía de muy mal humor. Afirmaba que la escritura da cierta especie de equilibrio.
Me imagino que escribir sirve como válvula de escape de la locura que llevamos almacenada, independiente de los cuerdos que creamos ser. Lessing decía que una de las ventajas que le daba, es que ella podía pasar su locura a otra gente; rebotarla fuera de ella por medio de sus novelas.
En un episodio de no escritura, Kafka anotó en su diario: “El estado en que me encuentro no es la desdicha, pero tampoco es la dicha, ni la indiferencia, ni la debilidad, ni el cansancio, ni ningún otro interés, ¿qué es pues?
Imagino que no hay que luchar contra esos episodios de no escritura, sino dejar que se instalen a sus anchas, hasta que se aburran y decidan largarse.
Puede ser que escribir, aparte de mover los dedos, produzca algún tipo de cansancio. En su Tentación del fracaso, Ribeyro cuenta:
“Escribir es como hacer el amor: una cosa brutal, fatigante, en la cual morimos y renacemos. Luego de escribir una página caigo extenuado en la cama, los ojos ardientes, la náusea del tabaco y la sensación de la consumición física. Y ello es el precio de 20 líneas, ni buenas ni malas, que serán probablemente corregidas o eliminadas, pero en cuya elaboración hemos puesto lo mejor de nosotros mismos”
Escribir, como todo, tiene su costo.
Doris Lessing contó en una entrevista que le hizo Rosa Montero, que una vez duró un año entero sin escribir. Lo extraño del caso es que lo hizo a propósito a ver qué le sucedía. La conclusión a la que llegó es que no le sentaba bien no escribir, pues la ponía de muy mal humor. Afirmaba que la escritura da cierta especie de equilibrio.
Me imagino que escribir sirve como válvula de escape de la locura que llevamos almacenada, independiente de los cuerdos que creamos ser. Lessing decía que una de las ventajas que le daba, es que ella podía pasar su locura a otra gente; rebotarla fuera de ella por medio de sus novelas.
En un episodio de no escritura, Kafka anotó en su diario: “El estado en que me encuentro no es la desdicha, pero tampoco es la dicha, ni la indiferencia, ni la debilidad, ni el cansancio, ni ningún otro interés, ¿qué es pues?
Imagino que no hay que luchar contra esos episodios de no escritura, sino dejar que se instalen a sus anchas, hasta que se aburran y decidan largarse.