Maldita sea, ¿por qué me desperté antes de tiempo?, pensé, y me di cuenta de que la la culpa la tenían las gotas de lluvia que se estrellaban con furia contra la ventana.
Salir del territorio del sueño y encontrarse con un día lluvioso no es agradable, pero bueno, a veces hay que conformarse con lo que el mundo o la vida nos da.
Les decía que cuando eso ocurre me da mal genio, porque de inmediato pienso que perdí valiosos minutos de sueño, pero resulta una ventaja porque el tránsito del sueño a la vigilia resulta pacífico.
Si el mundo tiene tantos problemas y tantos tiranos andan por ahí sueltos, es porque esas personas seguro se despiertan con una alarma que los saca del sueño de forma violenta, después de una noche de poco descanso, para que cumplan con sus obligaciones. Entonces desde ahí se les daña el día a ellos y también a nosotros, pues ese simple hecho potencia la maldad de esos personajes.
Todo, imagino, está ligado con el nacimiento. Solo imagen estar ahí, tranquilos, en el útero materno, flotando en líquido amniótico por nueve meses, y que de repente todo se acabe. Esa, sin duda alguna, tiene que ser la primera estrellada contra la realidad. Y como si fuera poco pasar de esa cueva cálida a una sala de quirófano fría y extraña, la escena termina con una palmada, dizque para empezar a respirar de forma correcta. No pues, muchas gracias.
Alguna vez leí que dormir es como morir un poco. De ser así, despertarse también podría considerarse una especie de nacimiento.