A eso de las 7 de la noche caí en cuenta que hoy era Lunes. En varios momentos del día pensé que era domingo. Dado que en este blog intento escribir de lunes a viernes, me pregunté "¿sobre qué voy a escribir hoy?" inquietud que no me había planteado por aquello de creer estar ubicado, espacio-temporalmente, en otro día.
A esa pregunta le siguió otra, que me planteé con pereza "¿Voy a escribir hoy?" Para no perder el impulso, si es que había alguno, prendí el computador; perdí algo de tiempo revisando el correo, redes sociales, una que otra página que se me atravesó, hasta que por fin ingresé a Almojábana con Tinto.
Me quede quieto y mire la pantalla por varios minutos. Repasé varias ideas pero ninguna me llamó la atención.
Una vez en una sesión de un taller de creación literaria participé y dije que un dia perdido para mi era aquel en el que no escribiera o leyera algo. Fue un comentario algo fantoche al que el escritor que dictaba el taller respondió: "¡Uy! entonces yo he perdido muchos días de mi vida".
Hoy quería escribir algo, lo que fuera, no por considerar este lunes festivo un desperdicio si no lo hacia, sino sólo porque no quería comenzar la semana sin hacerlo, pero no habría pasado nada si me hubiera quedado quieto, mirando la pantalla, y decidía apagar el computador.
Quedarnos quietos es un concepto completamente subvalorado en la sociedad actual, repleta de eficiencia y productividad. Siempre tenemos que estar haciendo algo: trabajar, estudiar, emprender, salir, hacer planes, etc. y si no pues algo anda mal con nosotros, que no estamos a la par de la velocidad de este mundo caótico.
A veces quedarse quieto es la mejor opción, sin importar si es o no una sálida fácil. No hacer nada es liberador y una posible solución a cualquier asunto que nos raye la cabeza; asi que, estimado lector, dese la oportunidad de quedarse quieto.