Escribo lo siguiente: Cuando despierto solo recuerdo esa escena: yo, ahí, tendido en el suelo dejando caer mi brazo por la boca del hueco, mientras papá grita. “Gabriel, hijo, ayúdame”, una y otra vez. La sensación de angustia fue tal…
El personaje se despierta en el presente, pero hacia el final del párrafo lo anclo al pasado.
Muchas veces, cuando escribo, suelo enredarme con los tiempos verbales. Si empiezo con el presente, el pasado intenta colarse a cada rato y solo caigo en cuenta de ello cuando edito.
Me gusta escribir en el tiempo presente porque ayuda a vivir lo que se narra de primera mano en tiempo real. Además es solo uno y ya está, no como el tiempo pasado con sus pretéritos perfecto, indefinido, imperfecto, anterior y pluscuamperfecto. El pasado, parece, no es lo uno ni lo otro, ni perfecto ni imperfecto. De ahí, imagino que enrede tanto la cabeza.
Otra cosa buena de narrar en presente es que no hay que recurrir a los flashbacks, que pueden ser muy buenos para darle bases a la historia que se narra, pero que la ralentizan y si se abusa de ellos o se utilizan mal, en ocasiones la vuelve aburridora.
Debe ser por eso que todo el mundo se la pasa diciendo que es bueno vivir en el presente. Es más fácil, o bien más directo, decir yo amo, que he amado, amé, amaba o había amado. Parece que el verbo, y las acciones que conlleva, es más susceptible a otras interpretaciones cuando está en pasado. De ahí, imagino, que los gringos no se compliquen con darle niveles al amor y solo existe el I love you, a diferencia del español con su te quiero o te amo.