Hoy cuando iba a llamar por teléfono en la oficina, agarre el auricular, marqué el número y me deslicé sobre las ruedas de la silla (si tuviera más espacio en mi puesto de trabajo, dedicaría un espacio del día a jugar deslizándome en la silla), acción que siempre me hace sentir como detective privado de esos que salen en películas, porque vaya usted a saber si un detective privado en la vida real es como uno de las películas. Apenas hice eso, sentí como el teléfono se resistía a acompañarme en mí ligera deslizada; pues claro, el cable del mismo estaba más enredado que el berriondo.
En ocasiones suelo ser muy psico-rígido y tal como me ocurrió hoy, bobadas como esa me cabrean mucho. Inmediatamente deje de deslizarme y me puse a desenredar el cable del teléfono.
¿No le parece estimado lector que a veces somos como un cable de teléfono, es decir, que nos enredamos y hacemos un nudo con unas pendejadas impresionantes, olvidando que el único y verdadero fin de esta vida debe ser el pasarla bueno?; aquel que todavía piense que ser un profesional exitoso y tener billete es más importante, lamento decírselo, está en la inmunda, pues eso ya está sobrevalorado. Opino que cuando usted se enreda por meras chimbadas, eso no le permite a las personas que lo rodean, relacionarse con usted fácilmente, tal cual me ocurrió cuando tomé el teléfono hoy por primera vez. Todos deberíamos tomarnos nuestro tiempo para desenredarnos, y dejar tanta maricada a un lado.