viernes, 31 de octubre de 2025

Impulso

Me siento en el escritorio con una taza de café humeante en la mano y me acompaña un extraño impulso de escribir algo. Dada mi sequía de palabras de las últimas semanas, me aferro a él a ver qué sale.

Lo de la taza es una vil mentira. Solo lo puse porque ya había terminado de escribir este texto y estaba lejos de cumplir mi cuota mínima de 300 palabras.

¿Recurso barato? Puede que sí, pero es lo que hay: escribir lo que sea, lo que salga, por más estúpido que parezca. No sé ustedes, pero a mí me parece una opción válida al momento de escribir: desparramarlo todo y no guardarse nada.

Llevo días sin escribir en forma, es decir, sin escribir con regularidad. Pienso que habría podido forzarme a ello, pero prefiero no hacerlo y dejar que la escritura aparezca cuando le dé la gana, como en este momento. Es como si el mecanismo de mi escritura se hubiera estropeado.

Por ejemplo, duré un largo rato buscando una palabra diferente a mecanismo y no la encontré. Estoy seguro de que existe una más precisa para expresar mi idea, pero simplemente no di con ella. De pronto ese es otro de los peligros de dejar de escribir: a uno se le comienzan a olvidar las palabras.

¿Cómo saberlo? Le doy otro sorbo a ese café imaginario, a ver si la bebida despierta mis conexiones neuronales.

No pasa nada.

Imagino que no escribir desequilibra algo. Algo interno, una joda de la psique, digamos, y entonces uno se emputa y se va amargando con la vida.

Supongo que alguien ya habrá escrito sobre esto. Supongo que ya todo está escrito y que uno copia a otros intentando crear algo nuevo o pretendiendo darle otro significado.

Sea como sea, hay que quitarse la pendejada de encima y no ponerle atención a lo que puedan pensar los otros.

Seguir los impulsos.