Nos la pasamos comprando cosas,
unas las necesitamos y otras simplemente las adquirimos por capricho, bajo la
premisa traqueta de “yo con mí plata hago
lo que se me dé la gana”. Me aterra
pensar en la cantidad de información que diariamente entra en nuestros cerebros
y afecta nuestras decisiones de compra, en fin...
A veces me quedo viendo por un
par de minutos los programas de televentas con sus sartenes de roca volcánica, baba de caracol, que yo no sé qué cosa con aleta de tiburón, que el ungüento
a base de cuerno de unicornio etc .etc. etc. Entre los muchos productos que ofrecen hay unos muy malos, o que les muestran ventajas competitivas
que no tienen sentido alguno, como es el caso de del audífono se me olvido
el nombre.
Pues bien, este aparato, según la
voz animada del señor que narra la propaganda, una vez usted se lo pone en el oído, es casi como experimentar el
nirvana. Primero no parece que usted
llevara puesto algo en su oído, segundo escucha los sonidos, ruidos y conversaciones
de forma súper nítida, lo mejor de este pedazo, es que la voz del presentador
sube de ánimo notablemente para contarnos que “incluso puede oír el zumbido de una abeja”.
¿Para qué carajos quiere uno llegar a oír
el zumbido de una abeja? No hay nada mas fastidioso cuando un mosco se empieza
a estrellar contra una ventana y uno escucha el zumbido de sus intentos
fallidos por atravesar el vidrio. Deberían quitarle ese pedazo al comercial,
pues solo causa risa.
Por otro lado, no
entiendo para que quiere uno ponerse a oír conversaciones ajenas, eso es ser
sapo de frente, sin disimular ni un poquito. Yo detesto eso de escuchar las
conversaciones ajenas; además que casi
siempre doy con conversaciones tontas y vacías (¡ja!, tan profundo yo) y lo único
que deseo en esos momentos es dejar de oírlas.
Más bien en vez de tener esa cualidad del zumbido, el narrador, debería decir algo como “y cuando usted no quiera escuchar las sandeces de las personas que lo rodean, oprime el botón “mute” para que
todos los que estén a su alrededor se callen”, esa característica, la verdad, me parece
mucho mejor que la ventaja de escuchar el zumbido de una abeja.