miércoles, 30 de diciembre de 2020
Alfa Centauri
martes, 29 de diciembre de 2020
Egoísmo
lunes, 28 de diciembre de 2020
Scribiere
sábado, 26 de diciembre de 2020
Sueño decembrino
martes, 22 de diciembre de 2020
Algún sábado
lunes, 21 de diciembre de 2020
Tienda de campaña
viernes, 18 de diciembre de 2020
El cojo
jueves, 17 de diciembre de 2020
Causa-efecto
miércoles, 16 de diciembre de 2020
Armas y guerra
martes, 15 de diciembre de 2020
¿Acaso no?
lunes, 14 de diciembre de 2020
Kristof y las nueces
viernes, 11 de diciembre de 2020
Editar
jueves, 10 de diciembre de 2020
No usados
miércoles, 9 de diciembre de 2020
Pastillas y chocoramo
lunes, 7 de diciembre de 2020
Maldad
sábado, 5 de diciembre de 2020
Pistoleros y muerte
jueves, 3 de diciembre de 2020
Descansar
miércoles, 2 de diciembre de 2020
Una mujer desubicada
martes, 1 de diciembre de 2020
Deep
lunes, 30 de noviembre de 2020
Morir un poco
Ayer morí un poco. Estaba metido en la cama y me incliné hacia adelante para acomodar de mejor manera las almohadas, un arte que no se perfecciona en toda una vida. Era, supongo, un movimiento tonto, uno que quién sabe cuántas veces he realizado en mi vida, pero el de ayer coincidió con tragar saliva y me atoré.
viernes, 27 de noviembre de 2020
Budismo e ira
jueves, 26 de noviembre de 2020
Palabras al vacío
miércoles, 25 de noviembre de 2020
Estados
martes, 24 de noviembre de 2020
Fisuras, romperse y luz
lunes, 23 de noviembre de 2020
Secuestro
domingo, 22 de noviembre de 2020
Ayer
Toda la tarde seguí igual. A eso de las 6 apagué la luz del cuarto y me tumbé en la cama a perfeccionar el arte de mirar pal’ techo, y darle vueltas y vueltas a mi estado: “¿Será que estoy deprimido?”, me pregunté, y como con el lío ancestral que llevo en mi ADN, no supe darle respuesta a esa pregunta.
En medio de mi contemplación a la nada, el reloj cucú marcó las 7 de la noche. Como seguía sin saber nada, decidí levantarme a dibujar. Miré unas fotos que tengo en un archivo de Power point que nombré: “Dibujo actual”, pero ninguna me convenció. No me decían ni hacían sentir nada. No sé cómo explicarlo, pero cuando dibujo una foto eso es lo que tiene que ocurrir.
Me puse a buscar una foto nueva, y di con el retrato en negativo de un hombre, que me llamó la atención por la forma en que la luz le daba en la cara, y decidí dibujarlo a pesar de la complejidad de las sombras.
Borré lo que
llevaba y busqué otra. Di con una de un
obrero que sale de una pared, y me agradó porque sentí que en ella había
movimiento, que algo ocurría.
Comencé a dibujar y pasados unos minutos pensé en desistir de nuevo, porque cuando llegué a uno de los pómulos, sentí que las dimensiones de la cabeza estaban desproporcionadas. Me obligué a seguir, borré unos trazos y añadí otros, hasta que solucioné el inconveniente. En ese momento ya no había rastro de la sensación que me acompañó la mayor parte del día.
El dibujo como antídoto para cualquier duda existencial.