Hablemos de Martínez, ¿por qué? Porque, aceptémoslo somos buenos para hablar de las personas a sus espaldas. Pero para compensar la balanza, ¿cuál? La de lo justo, digamos, y no ser unos desgraciados, no vamos a hablar nada malo sobre él.
A cambio de sacrificar el chisme, vamos a ventilar una de sus teorías sobre las personas, es decir, usted, yo, nosotros; o como usted comprenda ese término estimado lector.
Martínez, Lucas de nombre —por si acaso usted es de esos que necesita, y le alcanza el nombre de alguien para dotarlo de una cara y demás aspectos físicos—, tiene una teoría sobre las personas.
Sostiene Martínez que las personas cuentan con tres tipos de personalidades, a las que le gusta llamar estados, pues son los mismos de la materia: Líquido, sólido y gaseoso. Para que su teoría funcione, es necesario cambiarle el género a las palabras. A Martínez le gusta su teoría, porque esos tipos de personalidades casi no necesitan explicación.
Una persona líquida es aquella que sabe fluir con la vida. Personas ligeras; en apariencia débiles, pero muy fuertes, pues como dice Michelle Williams: ““Quiero ser como el agua. Quiero deslizarme entre los dedos, pero sostener un barco”
Las gaseosas, como su nombre lo indica son personas volátiles, y con esto Martínez se refiere a personas cambiantes. Las que un día nos quieren y al siguiente nos odian, si ningún motivo aparente.
Quedan las sólidas que son como luz y oscuridad al mismo tiempo, pues son aquellas que, por lo general, saben donde están paradas. Lo malo es que tanto anclaje a la realidad los lleva a fanatismos y visiones sesgadas de la vida.
Martínez cree que la clave para vivir está en cambiar de un estado a otro, no según nos convenga, sino para hacerle frente a la vida que es muy traicionera.
Eso piensa Martínez
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