Hace tiempo que no dedico ningún espacio del día a pensar sobre qué escribir. Por eso cuando me siento en el escritorio, hay ocasiones en las que me cuesta un montón arrejuntar unas cuantas palabras.
Lo de pensar sobre escribir puede sonar arrogante, pero no es así. No es que busque temas trascendentales o que le vayan a cambiar la vida a alguien después de leerlos, sino puede ser cualquier cosa: un recuerdo, algo que vi o que me paso en el día.
De pronto ocurren pocas cosas en mi vida. Me pregunto si será mejor vivir rápido o despacio. Los budistas, imagino, dirían que mejor lo segundo y les doy la razón. Hay que aprender a bajar los cambios.
Todo esto para decirles que busqué cinco palabras aleatorias para escribir algo relacionado con ellas y me salieron: Dañado, receta, reproductor, golpe y lento.
Cuando estoy muy en la mala de temas, acudo a la escritura automática, que es como vomitar palabras, sin importar si el texto que logro tienen mucho sentido o no.
Hace poco estaba viendo televisión y se fue la luz. Todos los aparatos electrodomésticos de la casa se descargaron con un sonido de golpe seco. Por un segundo pensé que algunos se iban a dañar. Solo imagínense si uno fuera un aparato que recibe corriente todo el día y de repente se la cortan sin avisar. Debe ser traumático. Con razón que algunas rupturas amorosas son devastadoras, ¿acaso no?, en fin.
Pienso en la nevera y los alimentos que guarda. ¿Cuánto tiempo pueden durar sin refrigeración? Llego a la conclusión que tendría que ser un apagón muy berraco, uno de días, para que se malograran.
También pienso en la receta de torta de manzana que tengo pegada en la puerta de la nevera. Es una preparación a la que le guardo mucho cariño, porque fue de las pocas que aprendí y perfeccioné durante la pandemia. Me recuerda a la torta de manzana que vendían en la librería Prólogo, cuando tenía su sede en la calle 97.
También me viene a la mente el gran apagón que cuentan, ocurrió en Nueva York. Buscando en internet, me enteró de que fue en 1977, duró 24 horas y desató el caos en esa ciudad.
Si algo bueno tiene que se vaya la luz es que nos obliga a vivir más despacio. Es uno de los pocos momentos en los que la vida se hace más lenta, parece que todo se puede apreciar con más calma. Tal vez lo mejor que puede pasar es que el celular este descargado cuando eso ocurra.
Cabe anotar, estimado lector, que no se me ocurre como incorporar la palara reproductor, pero ¿para qué forzar las cosas? Seguro que existirán mil formas de relacionarla con algo de lo que he escrito, pero siento que voy a llegar al punto final y no se me va a aparecer ninguna idea; un apagón en el cerebro.