Salgo de la casa. Prendo el MP3 y me llevo los audífonos a las orejas. Hace Sol, y me siento como en la escena de una película en la que el personaje principal, yo por supuesto, se siente agradecido con la vida. Suena Strange kind of woman, canción que había dejado por la mitad ayer, del Made In Japan, mi álbum favorito.
No suelo hacer eso, es decir, la manía que tengo es que cuando enciendo el aparato reproductor, debo escuchar una nueva canción desde el principio y no la que quedó a medias el día anterior, pero cuando la canción me gusta mucho hago excepciones; además esta quedó en ese punto en el que Ian Gillan hace el duelo de voz contra la guitarra de Ritchie Blackmore, del que me sé la melodía de memoria.
Luego de esa canción el dios de la aletoreidad me regala She Was, también de Deep Purple pero de una época más reciente, con Steve Morse en la guitarra. Esta canción no me gusta tanto como la otra, pero igual dejo que suene. La primera estrofa de la canción dice lo siguiente:
“She was, she was
She was all that she said she was
She was all that she said she was”
Que bueno sería eso, ¿no?, me refiero a ser todo lo que uno afirma ser, ser sinceros hasta el tuétano, ser los mismos en todos los escenarios de nuestras vidas.
La canción me hace caminar con una cadencia lenta y su final coincide con la llegada a mí casa. apenas saco las llaves para abrir la puerta comienza a sonar, alineada con mis pensamientos, Come as you are: “Come as you are, as you were, as I want you to be. As a friend, as a friend as a Known enemy”…
Que bueno sería ser uno mismo, dar, llegar o ir tal como se es, entregarse igual en todo lado, tanto en la caracterización virtual que nos damos en redes sociales,como en persona.