Estoy sentado en una barra con vista hacia la calle. Me gusta ese plan de ver pasar a la gente. La mayoría de personas que caminan solas lo hacen de afán, y algunas que van en grupo rien. El afán un tema que da para escribir libros y libros, en fin.
A mí derecha se encuentra un libro grueso y abierto sobre la barra. Muchas lineas de las páginas de letra pequeña que están a la vista, se encuentran subrayadas con resaltador amarillo, y algunas de estas, como para reforzar la importancia de lo que sea que esta subrayado, van acompañadas de una linea negra de esfero debajo de ellas.
Imagino que el libro es un clásico de la literatura rusa del siglo XIX; siempre asocio los libros extensos a esos escritores.
Sobre las páginas del libro reposan unas gafas de marco negro grueso, y sobre la barra dos esferos: uno gris de tapa roja y otro azul oscuro.A su lado hay una libreta pequeña que tiene unos apuntes en letra diminuta.
El dueño del libro está de pie y también mira hacia la calle, las personas, o tiene su mirada perdida en un punto fijo del horizonte. Se me ocurre pensar que tuvo que tomarse ese momento de contemplación para absorber las ideas subrayadas, esas verdades que se encontró mientras leía y que, de una u otra forma, lo sacudieron.
Después de un rato el hombre se sienta y de inmediato se pone a leer, actividad que intercala con anotaciones en su libreta.
Afuera la ciudad sigue a toda velocidad y todo pasa de largo; nada se subraya.