martes, 28 de febrero de 2017

Cuerdas

Uno de sus audífonos muere lentamente.  Hoy. en el trayecto a la oficina, comenzó a sonar con menos fuerza, lo que afecta la plácida experiencia de escuchar música.  Apenas cayó en cuenta, aplicó la misma solución de siempre: mover el cable del audífono defectuoso con furia, para ver si uno de sus filamentos, no se le ocurre otra falla, se arreglaba mágicamente.  Lo más probable es que haya aumentado el daño.  Piensa utilizarlos hasta que dejen de funcionar por completo, que mueran con las botas puestas.

Esta seguro de que ni la economía, la política o, como algunos románticos afirman, el amor, son las fuerzas o movimientos  encargados de salvaguardar el borroso equilibrio del mundo, sino que la carga de tan ardua tarea se reparte entre diferentes objetos, que  lo sostienen junto con las penas de las personas, uno de ellos son los sencillos audífonos, ese peculiar par unitario.

"¿Quién no los ha utilizado en su vida?,  ¿quién no se ha refugiado en una canción o un programa de radio?,  ¿quién no ha buscado resguardo en ellos?" se pregunta. Considera que al  desgastarnos en nuestros asuntos diarios: relaciones, trabajo, estudio, rutinas y más rutinas, lo esencial se nos escapa de la vista.

Sus audífonos reposan,  con los cables enredados, sobre su escritorio.  Toma uno de los auriculares y lo observa a contraluz por la ventana. Cae en cuenta que son importantes por sí solos, que en su sencillez radica su belleza, y que el aparato al que se conectan, independiente de lo fino o novedoso que sea,  no es nada sin ellos; una de esas raras ocasiones donde la parte es más importante que el conjunto. 

Se toma el tiempo para desenredar los cables y una vez lo logra desliza sus dedos por ellos; palpa esa geografía tan sencilla y compleja a la vez. Son cuerdas que sostienen al mundo.

lunes, 27 de febrero de 2017

Tinto caliente

Te quemas la punta de la lengua cuando pruebas la bebida, un tinto oscuro igual que la noche que se establece en la ciudad.  Aun desprende vapor que asocias con la niebla de algún lugar de clima frío que guardas en un recuerdo.

Has bebido más de la dosis diaria personal, "Dosis diaria personal o dosis personal diaria" te preguntas; suena redundante, siempre dando vueltas, siempre subrayando, así que decides dejarlo en "dosis diaria".

Posiblemente no dormirás o te costará trabajo conciliar el sueño.  Imaginas toda la cafeína que has consumido en tu vida corriendo por tus venas de color rojo oscuro, como el que adquiere la sangre al desoxigenarse.  Quizás eso, oxigeno, es lo que pide a gritos tú cerebro para validar fácilmente nuevos puntos de vista.

Te gustaría conocerte, conocerlos, comprenderlos a todos.  Cada vez que entras a un lugar, sientes que las personas, esos desconocidos que se cruzan una y otra vez, dando tumbos de un lado a otro,  están conectados de mil maneras; que detrás de esas caras serias que exudan cansancio  y seriedad todos comparten algo.

Que la mujer que juega con una servilleta que arruga por la mitad dándole la forma de una mariposa, comparte un código secreto con los dos hombres de mediana edad que baten sus bebidas con furia, cuando comienzan a exponer razones y argumentos que lentamente desenvuelven una conversación cálida.  Que la mujer rubia con los labios pintados de rojo y gafas de marco negro grueso, que no aparta la mirada de la pantalla de su portátil, entiende a la perfección a la barista que sirve bebidas y calienta pasteles en un horno, y que cada rato llama a los clientes por su nombre, como si fueran viejos conocidos, para entregarles su pedido.

De repente te identificas con la mujer que muerde el pitillo de su bebida sensualmente y coquetea con el hombre con el que está hablando. Eres igual que todos ellos, o mejor, eres un pedacito de todos y aun así te cuesta mucho comprenderlos.  

 El tinto está frio y ya solo te queda un cuncho. Emprendes tu camino a casa.  Contar ovejas nunca te ha funcionado.  Ahora,  ¿qué vas a hacer?

viernes, 24 de febrero de 2017

Diclofenaco y muerte

Camino hacia el taxi. A pocos metros del carro, el conductor baja la ventana y me pregunta casi a nivel de grito:
"¿Juan Manuel?"
 "Si señor le respondo antes de abrir la puerta"
Apenas me siento me responde: "Yo también me llamo Juan Manuel"
 "Que bueno, tocayo"


justo después de arrancar, y antes de entrar en modo "audífono-y-mirada-perdida-en-el-horizonte", continúa con la conversación:

" ¿No se había dado cuenta?" Su frase lleva un ligero tono de decepción
"no, nome había fijado" respondo sin darle importancia al asunto

Al rato ataca de nuevo: "Como nuestro presidente, ¿Qué tal le ha parecido ese man?"

Sé de la importancia de tomar lados, de expresar lo que uno piensa, pero no quiero caer en las arenas movedizas de la política, tema que me aburre, así que respondo cualquier cosa. Para mi fortuna, el taxista coincide con mi trivial punto de vista.

Le doy la dirección exacta del lugar a donde voy.

" ¿Lo puedo dejar en tal calle? es para no tener que dar tanta vuelta y bla bla bla bla"
"No me puede dejar justo al frente?" dejo implicito, a manera de subtexto en la pregunta, un posible mal servicio.

"Sí claro, ahí miramos como le hacemos. Lo único que no tiene solución es la muerte, sí o no? O bueno si la tiene después de que uno se muere, pero ahí ya paila, ¿cierto?"

Le doy la razón, pero ¿quién sabe algo sobre la muerte?

"Yo casi me muero el 3 de enero" interrumpe mi pequeña divagación. "Fue por una gripa imagínese". Lo hago, me lo imagino tendido en una cama, con la cara roja por la fiebre y sudando. Adorno mi fantasia con un cura muy viejo, un primo lejano, con una sotana negra. Sostiene una biblia sobre sus manos, en las que lleva enrolladas un crucifijo.  No para de murmurar oraciones.

"Me puse malo y fui a una droguería a que me inyectaran Diclofenaco con otra droga, un matrimonio que ponen en las droguerías", punto por su uso de figuras narrativas, "Y ahí casi quedo. Usted sabe, uno que le hace caso a las personas que le dicen: tómese esto, tómese aquello."
Busca mi mirada por el retrovisor y asiento levemente con la cabeza.

Algo similar le pasó a mi excuñado. Le descubrieron que tenía la tensión alta y al médico se le olvidó decirle que partiera la pastilla en cuatro, y le dio un paro cardiaco, justo cuando estaba en consulta médica, lo trataron de revivir y todo pero de nada sirvió, imagínese.

No quiero que vuelva a cerrar sus frases con esa palabra. Ahora visualizo a su su excuñado, un hombre de unos 40 años gordo y con barba y, que está tendido sobre una camilla. A su lado, o más bien encima de él, un médico y una enfermera luchan por revivirlo. Al final la mujer entra en un ataque de histeria y comienza a golpearle el pecho. Ha visto eso en las películas, cuando no ya queda nada por hacer.

Llegamos a mi destino, le doy las gracias y después de bajarme, pienso por un rato  en el matrimonio del  Diclofenaco con otras sustancias  y también sobre la muerte. Al rato otro asunto ocupa en mi cabeza y olvido el tema.

jueves, 23 de febrero de 2017

Cartas de amor

Martes 10:30 de la mañana. Acaba de enviar una de las cartas por correo, Antes lo hacia cualquier día de la semana, pero de tantas que ha enviado y el seguimiento que les ha hecho,  se ha dado cuenta que el correo funciona mejor ese día.

Ya tiene práctica.  Al principio no sabia cómo redactarlas, sin que la carta quedara cursi, repleta de meloserías innecesarias; ahora las palabras vienen una tras otra como una avalancha; por eso centra sus esfuerzos en el proceso de edición, para evitar que no sean extensas y decir lo necesario con la menor cantidad de ellas.

Piensa que sus cartas son dardos afilados cargados de esa sustancia que algunos llaman e identifican tan fácilmente como  "amor", y que se clavan en el corazón de quién las lee.  Se atreve a creer que  Todos necesitan de ese tipo de cartas.

Todo comenzó un día que vio a una pareja peleando en un parque . La mujer, que tenía pelo negro que hacía lindo un  contraste con la bufando roja que llevaba puesta, parecía que iba a morir por la manera en que lloraba.  Entre sollozos trataba de argumentar con el hombre, que tenía los brazos cruzados en una postura desafiante. Al rato este dio media vuelta y la dejo hablando, llorando más bien, sola, sentada sobre un anden.

Se las ingenió para averiguar los datos de esa mujer y un día escribió una carta con la dirección de un amigo soltero.  A las pocas semanas su amigo se fue a vivir fuera de la ciudad, y no sabe si la mujer trató de contactarlo.  

Tampoco quiso volver a saber sobre ella, ya se había entrometido lo suficiente y solo esperaba que su acción fuera la chispa de una reacción en cadena, sin importar si el resultado era negativo o positivo. Quería que pasara algo, cambiar el estado de los eventos de alguna manera.

 Hoy disparó  su carta de amor número 73, y aun no sabe si está desperdiciando sus palabras.

miércoles, 22 de febrero de 2017

Colores

Desde hace varios años tengo sobre mi escritorio un tubo cilíndrico de cartón, con una tapa de plástico, que contiene unos colores. Me los regalaron en una feria del libro.  Recuerdo que esa vez la mujer que me lo dio era una modelo rubia de Mazda bastante atractiva, que no estaba atendiendo en ningún stand sino que, de un momento a otro, apareció flotando a mi lado y me tendió una mano con el tubito lleno de colores, 12 en total. 

De esa versión del evento, también recuerdo que otra mujer, esa si atendía un stand, me regalo un separador con un fragmento hermosísimo de Rayuela:

"Me miras de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces
jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se
agrandan, se acercan entre si, se superponen y los cíclopes se
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan
tibiamente, mordiendóse con los labios, apoyando apenas la lengua
en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene
con un perfume viejo y un silencio."

Hace un tiempo mi hermana compró una edición especial de ese libro, pero al final no lo leyó y me lo regaló.  Al igual que el tubo de colores también está en mi cuarto, haciendo la fila de los "libros por leer".  Espero atender su turno este año.

Cuando voy a la feria acepto casi todo lo que quieran  dar: volantes, pasquines (que buena palabra esta), separadores, etc.  Al final del día lo reviso todo y descarto lo que no me llama  la atención.  Guarde el tubito con los colores, pues en esa ocasión juré que algún día iba a pintar un dibujo a lápiz, para luego echarle tinta china y por último colorearlo con esos colores, como lo hacía seguido cuando era pequeño.  Esa vez consideré la situación como una señal que me estaba invitando a dibujar de nuevo.  Nunca cumplí la promesa y los colores aun tienen la punta intacta.  

Hoy, que nuevamente caí en cuenta del tubo, creo que inconscientemente le di el estatus de tótem, y no lo he botado, pues considero que me protege de alguna manera.   ¿Contra qué o quién? la verdad no tengo ni idea.  

Por el momento los dejaré donde están, de pronto  sigo vivo gracias a no haberlos botado, o tal vez guardan una relación directa con el libro de Cortázar, y el uso de uno desencadenará una acción, digamos mágica, con el otro. 

martes, 21 de febrero de 2017

Mariposas blancas

Desde hace unas semanas, había comenzado a adelgazarse.  Lucía cansado, como si estuviera a punto de tirar la toalla de la vida.  Y claro que tuvo consultas médicas,  y claro que se hizo diferentes exámenes pero los resultados no mostraron nada extraño. De todas maneras sabía que algo no andaba bien y que estaba encarando la última curva de la vida. 

Se había sacado la lotería de una enfermedad huérfana.   Quizás dedicó algo de tiempo a martillarse la cabeza con "por qués" destructivos que únicamente sirven para edificar  angustias.

Un día,  no tuvo fuerzas para levantarse de la cama.  La semana anterior había trabajado como si nada, pues no iba a permitir que su estado le hiciera zancadilla a su estilo de vida.

A partir de ese momento quiso compartir todo el tiempo posible con su familia.  "No quiero un funeral; me aterra pensar que mis hijos tengan que cargar mi ataúd" le dijo a su familia.  Quizá quería restarle importancia a la muerte y hacer que la situación fuera lo más llevadera posible.

Muchos de sus amigos, sin ningún motivo en particular  fueron a visitarlo esa semana; decían que habían sentido  necesidad de verlo.  Él  también había pedido que la música de Los Beatles, su grupo favorito, no dejara de sonar en la habitación en la que se encontraba.  

Una tarde, a eso de las tres p.m, su esposa estaba atendiendo una visita en el estudió, cuando sintió que algo le oprimía el pecho y comenzó a llorar desconsolada.  Murió  justo en ese instante. 

Al día siguiente, una mata que del jardín, que  hace rato estaba apagada, volvió a florecer, al tiempo que varias mariposas blancas hicieron presencia. 

lunes, 20 de febrero de 2017

El reino del hombre con barba

Camina de afán, de un lado para otro,  con un jarro de cerveza en la mano.  La bebida parece un mar amarillo  picado, con olas a punto de sobrepasar la boca del vaso, pero el hombre tiene claro en qué momento frenar y cómo moverse para no derramar ni una gota.

Lleva una barba poblada y canosa que, al parecer, guarda miles  de historias.  Está pendiente de todo: quién entra, quién sale, qué quieren beber las personas, de qué hablan un par de hombres sentados en una mesa sobre la que reposan dos tazas de tinto medio llenas, y cómo se encuentra la mujer que alterna la lectura de un libro con sorbos de una copa de vino tinto; qué quieren los de la barra y los que husmean, indecisos, el mostrador y los estantes.

Apenas entro, da media vuelta bailando con su bebida y me saluda: "¿Qué tal?, ¿como está?, ¿qué está buscando?" me pregunta, mientras pone su mano libre sobre uno de mis hombros; un saludo sincero que no traspasa las fronteras de la comodidad.

Le pregunto por un par de libros. Le pide a su ayudante que los busque y me vuelve a hablar: "Puede sentarse ahí y leer un poco cuando le pasen los libros" me dice, al tiempo que me señala una silla.  "Gracias, unos amigos me están esperando afuera", le respondo con algo de pena.  No sé si me alcanza a escuchar, pues apenas termino la frase ya atiende otro asunto.

El hombre de la barba, vuelve a mi sitio y señala uno de los libros que pedí: "Ese es muy bueno".  Cuando termina la frase arranca de nuevo su baile y no me da tiempo de responderle. 

 Le doy las gracias al ayudante y me despido de él.  Cuando abro la puerta volteo para despedirme, y suelto un "Hasta luego, muchas gracias" más fuerte de lo normal, pero es una despedida en vano; el hombre con barba no tiene tiempo para aquellos que  están a punto de abandonar su reino. 

viernes, 17 de febrero de 2017

Cargas

El paquete que carga sólo le pesa en la conciencia. "Cada quien lleva sus cargas como mejor le parezca" piensa.

El sol había aparecido en la mañana, fuerte, inclemente y ahora se esconde tímidamente detrás de una nube gigante a la que le busca alguna forma pero al final la deja en lo mismo, en nube. Más que el calor, lo que le pica son sus ideas que colisionan con fuerza dentro de su cabeza.

El café en el que se encuentra es uno de los más concurridos de la ciudad.  Varios hombres de negocios, vestidos con traje y corbata conversan, discuten y se odian en silencio, detrás de gestos cordiales y risas.

A su derecha se encuentra una pareja de adolescentes. El joven tiene una mochila en su espalda, otra carga, y  las manos de su pareja agarradas  por encima de la mesa. Sobre esta reposan 2 vasos de café que aun despiden vaho, y un cuaderno rojo junto a un esfero verde que, al parecer, le pertenecen a ella, una mujer flaca de ojos negros grandes y profundos.

Los jóvenes inclinan sus cuerpos sobre la mesa y se besan. 1,2,3,4,5,6 de manera inconsciente cuenta los segundos que dura el beso, "La carga del amor", piensa.

Se pregunta por la serie de eventos, afortunados o desafortunados que llevaron a las personas que se encuentran con él hoy a ese lugar, ¿destino? ¿casualidad? ¿Causalidad? ¿qué es todo eso?, sigue alargando los segundos.

Palpa el paquete por encima de la mochila y recuerda que su color es similar al del cielo en esta mañana, cálido, contrario a su rugosa superficie.

No logra callar algunas ideas que le pesan y se encuentran en un pequeño rincón de su cabeza, como siempre las cargas mentales las más peligrosas. ¿Y qué si está equivocado? ¿y qué si nada está bien o mal? todo, como siempre, termina en preguntas.

Las campanillas de la puerta suenan. Una mujer de pelo rubio entra con su hijo . El pequeño lleva una pelota de letras en sus manos y balbucea algo, ¿qué?.

Un rayo de sol se cuela por una de las ventanas, en un ángulo perfecto, que le permite ver como danzan unas motas de polvo en el aire.

Al niño se le escapa la pelota de las manos y va a dar a sus pies. Considera el hecho como una señal teatral, el desencadenante perfecto para jugar su papel.  No aguanta más, se pone de pie y grita con todas sus fuerzas: 

"Allāh akbar"

jueves, 16 de febrero de 2017

Debajo de todo

There's times where I want something more
Someone more like me 
There's times when this dress rehearsal
Seems incomplete 


Me suelen gustar las mujeres que se parecen en algo a mí.  Tal vez esté equivocado, tal vez lo mejor sea aferrarse al viejo cliché: "Los polos opuestos se atraen"; buscar a alguien completamente diferente, diametralmente opuesto en todo aspecto de vida. 

Siempre me había imaginado bailando despacito esa canción con ella, bien pegaditos, besándonos, usted sabe querido lector, esas fantasías que uno recrea en la mente cuando alguien le gusta. 

De repente un día llegué a la oficina y mi jefe me dijo: "Mañana viaja a Medellín". Por fin la iba a conocer. La llamé inmediatamente y le conté. Todo era felicidad. A veces los planetas si se alinean y todo ese montón de cosas raras en las que algunas personas creen ocurren, o eso parece. A veces toca mirar debajo de todo, para darse cuenta que los sucesos se desenvuelven de acuerdo a lo esperado.

But, you see the colors in me like no one else
And behind your dark glasses you're 
You're something else 


Esa noche íbamos a al Blue, un barsito que a ella le encantaba o le encanta, supongo que sus gustos no han cambiado, del que siempre me había hablado. Algún día tenemos que ir, rolo maluco. me había dicho. Ese día, por fin había llegado. Llevábamos tres noches seguidas parchando, haciendo toures tipo "Una-cerveza-en-cada-bar". Apenas nos encontrábamos el cansancio de la jornada laboral desaparecía. 


Pero esa noche, la última de mi viaje, algo la había picado. No quería nada conmigo y en cierto momento nos pusimos a pelear. Salió del bar emputadísima y no la seguí. Cuando me quede sólo, en medio de la pista, comenzó a sonar Undeneath it all, malditas coincidencias. 

Al rato volvió con una amiga. Tenía actitud de fiesta pero no conmigo. Me fui a dormir.


You know some real bad tricks
And you need some discipline

Debajo de su loquera temporal en esa ocasión, debajo de todo, era espectacular:



You're really lovely
Underneath it all

miércoles, 15 de febrero de 2017

Alicia

"¿Cuál es el color de la tristeza?" se preguntó mientras se le escapaban unas lágrimas que, aunque incoloras, le parecieron azules.  Decidió que ese color era con el que debía vestir su estado de ánimo "¿son el mar y el cielo sinónimos de tristeza?", igual, ¿qué importaba? 

Conoció a Alicia en un curso de escritura creativa.  Al principio sólo era una más de los asistentes.  No creía en el amor a primera vista, pues cree que bajo ella todos son iguales, pero ella probó lo contrario.

En los descansos solían ir a un Pub cercano al lugar donde tomaban la clase, a tomar y comer algo. En ese lugar solo ponían rock.

Nunca le presto atención a las conversaciones sobre autores, libros y escritura que sus compañeros sostenían en ese lugar, pero si a lo que sonaba. Cantaba la canción mentalmente y si no se sabía la letra intentaba llevar el ritmo con su pie derecho pisando el pedal de un bombo imaginario. Un día sonó "La Mula" el conocido solo de batería de Ian Paice del Made in Japan.  Mientras le ponía atención a los desquiciados redobles, tripletas, notas y patrones, se miraron y se atrevió a pensar que ella esbozo una sonrisa que iba más alla de la decencia.  Cuando se devolvían al salón comenzó a llover, y  ahora, con el pelo mojado, Alicia no solo se veía bonita sino también sexy.

Luego de ese día comenzaon a hablar y terminaron saliendo.  Todo marchaba tan bien como un compás de 4/4 en batería, hasta que ella le contó  que tenía que irse del país.  Aunque fue una cachetada directa a sus emociones, actuó como si nada.  Pudo ver lo triste que ella estaba cuando le dio la noticia pero, como no le gusta el drama, guardo silencio.  

Alicia le soltó semejante bomba verbal en el pub.  Extrañamente ese día no sonaba Rock sino uno tonada de unos  violines tristes .  La vida y sus bandas sonoras.

El día en que Alicia viajaba, fue al aeropuerto no para despedirla, sino sólo para ver cómo el avión despegaba, quería ahogarse en su tristeza y melancolía. 

 Ahora le ha cogido gusto a comer chocolate en diferentes presentaciones porque alguien, no tiene idea quien, estableció que es una buena manera de contrarrestar la tristeza.

martes, 14 de febrero de 2017

Guitarras

Barcelona en primavera. Es raro que a las 7 de la noche todavía sea de día. Las estaciones y sus maravillas para quienes solo están habituados a sol, la lluvia , la noche y el día. 

Habían salido a caminar por Las Ramblas, pero estaba repleta. Conversaciones, risas, mucho ruido. Un mar de cabezas presenciaba los espectáculos artísticos de la calle: bailarines, pintores, músicos, estatuas callejeras, cualquier cosa. 

Tanto caos no era lo suyo. Después de caminar un largo rato, terminaron en un Chiringuito del Mar, ¿Cómo no aprovechar la playa de noche? Pidieron cerveza y mojitos y hablaron mucho, de todo y de nada, como siempre.

Cuando el sol por fin se rindió ese día, arrancaron a caminar sin un rumbo definido, a puro modo flanerie, sin objetivo, sin un destino definido, el camino abierto a cualquier posibilidad.

Fieles a esa conducta llegaron al Barrio Gótico, con sus edificios y calles de piedra, y sus gárgolas expectantes. Entraron a un restaurante, donde los atendió un mesero cubano, que les explicó todas las bondades del pan Tumaca y la forma correcta de prepararlo. Después de un par de preparaciones, esparcían el ajo, tomate y aceite sobre las rodajas de pan, como si fueran Catalanes. 

Salieron del restaurante y doblaron en la primera esquina de su trayecto. Vieron a un grupo de personas arremolinadas en la entrada de en un edificio. Se acercaron para ver a qué se debía el alboroto: un concierto de guitarra clásica en una cripta. 

Un concierto no estaba dentro de sus planes, así que era una obligación comprar las boletas. Adentro, en una tarima improvisada, habían dos sillas que esperaban a una pareja de guitarristas. El sitio estaba iluminado por varios candelabros con velones, con sus llamas danzando en la oscuridad.

Los músicos aparecieron, saludaron al público, se dieron un beso y luego comenzaron a rasgar sus guitarras.




lunes, 13 de febrero de 2017

Helado

Escribe con rabia.  Parece que las palabras pasaran por su hígado antes de ser soltadas por sus manos. Sabe que son flechas poderosas y, a veces, desea infligir el mayor daño posible con ellas; que quienes las lean, caigan  en cuenta de lo equivocados que están al perseguir sus  creencias o al adoptar posturas que sólo son ridiculeces sin argumento alguno.

Cree que quienes lo rodean no ven más allá de las redes sociales y que les encanta empalagarse de sucesos triviales que no aportan nada a sus vidas.  Cuenta con miles de detractores que se despachan con todo tipo de insultos en la sección de comentarios de sus artículos, pero eso no le importa; saber que alguien se toma el tiempo de leer sus helados textos, para comentar las verdades que expone le produce satisfacción, pues es la mejor prueba de que sus letras, de una u otra manera, causan algún tipo de molestia.

Ahora escribe un artículo incendiario en uno de sus cafés preferidos.  Mira por una ventana y ve a un niño en la calle  que come un helado de dos bolas, una roja y  la otra blanca.  Hace calor y el helado se derrite;  lentamente resbala por la galleta  y le unta manos y brazos, mientras que otras gotas, las que no alcanzaba a lamer, se estrellaban contra el piso.  El niño no le presta importancia a eso para nada, y sigue dándole lengüetazos, a la ahora masa uniforme, como si nada.

Esa imagen lo cautiva.  interrumpe la redacción de su columna, llena de lecciones importantísimas y comienza a escribir otro texto, "Comer helado" lo titula.  En él simplemente va a narrar lo que está observando y va a dejar de lado las opiniones personales, o a camuflarlas lo mejor posible en el subtexto, si es que alguno emerge en el proceso.  Sólo quiere narrar el momento tal cómo acontece, quiénes se involucran en él y de qué manera se relacionan.  También imprimirle todas las propiedades del ambiente de forma justa, sin sobrecargarlo con descripciones o enumeraciones agotadoras.

Después de escribir frenéticamente un par de párrafos, decide leerlos.  Es un texto sencillo, repleto de lugares comunes que distan completamente de su estilo tradicional, pero es sincero y eso lo hace mejor que otros que siempre ha considerado sus favoritos.

Con él pudo comprobar algo que todavía le cuesta aceptar, que escribir únicamente consiste en ser capaces de narrar lo que pasa enfrente de nuestras narices. 

viernes, 10 de febrero de 2017

Peatones

Felipe Oliveira camina por la calle a eso de las 6:00 de la tarde.  Le gusta hacerlo a esa hora, pues el frenético movimiento de las personas que salen de la oficina y no ven la hora de llegar a sus casas, lo hace sentir vivo.

Siempre camina mirando hacia el suelo.  Ver como un pie avanza y el otro lo persigue, es algo que lo tranquiliza.  Rara vez levanta la cabeza.  Hoy lo hizo cuando escuchó la fuerte frenada de un carro a pocos metros de distancia. Entabló contacto visual con una mujer de su edad, o eso  le pareció, que venía en dirección contraria.

Era  bonita y no puedo evitar sonreírle.  Ella le pagó con la misma moneda,  En ese momento Felipe sintió como un fuerte soplo de brisa le golpeaba la cara, luego, con algo de pena se fijo en una par de pájaros que revoloteaban cerca de unos cables de alta tensión, hasta que dejaron de hacerlo y se posaron sobre ellos adoptando una posición de estatuas.

Se preguntó por qué no les pasaba nada. Al bajar la vista se encontró de nuevo con los ojos de la mujer, quién ahora sonreía  con una intención casi sexual, o eso le pareció.

Cuando estaban a punto de cruzarse, en un arrebato, la agarró de un brazo y  la haló hacía él, mientras que con el otro le sostuvo la nuca.  Se besaron como si fuera el último beso sobre la faz de la tierra.  Al terminar, se sonrieron por última vez y cada uno siguió su camino. Alguien, no estaban seguros quién, los esperaba en casa.

jueves, 9 de febrero de 2017

Crudo

Sabe que algún día va a publicar un libro con las versiones 1.0 de sus escritos favoritos, páginas llenas de errores de sintaxis, faltas de ritmo y  sonsas, pero a las que les guarda cierto respeto por su crudeza. 

No entiende  por qué la raza humana le tiene tanto pavor a lo crudo, a lo que no ha sido procesado de ninguna manera, a lo lleno de errores, un decir, pues está seguro de que resulta imposible saber qué, de todo lo que puebla la tierra, es un acierto o una equivocación.

Alguna vez leyó, ya no recuerda donde, que esa aversión a lo no procesado, es una de las razones por las que el oro, al transformarse en un producto: un collar, una cadena, un anillo, un diente, lo que sea, adquiere su máximo potencial comercial,  mientras que a él le parece más bello en su estado más puro, o bien crudo, cuando aparece flotando, en forma de diminutas pepitas, sobre las bateas que levantan y lavan la tierra de los ríos.

Cree que cada cosa cruda es un punto de inflexión en el universo que puede  darle un vuelco radical al curso de cualquier acontecimiento.  

miércoles, 8 de febrero de 2017

Sueños

Así se llama un cuento que leí hace poco y que trata sobre una mujer que todas las mañanas le narra los sueños a su marido. Tengo entendido que todos soñamos, solo que unas personas tienen facilidad para recordar lo que soñaron, y otros no recordamos nada, o cuando lo hacemos son solo pequeños fragmentos o escenas sin conexión alguna que aumentan aún más el surrealismo que a veces adoptan los sueños.

Hace mucho una amiga, la misma que tiene como costumbre leer las últimas palabras de una  novela antes de comenzar a leerla, me contó que soñaba todos los días.  Eran sueños muy vividos, a manera de relatos enteros que siempre tenían un desenlace.  Ella escribía un blog donde los relataba, pero lamentablemente en cierto momento su gasolina para escribir se le acabo y dejó a un lado el registro de sus sueños.  Hace un tiempo volvimos a hablar y le pregunté si seguía soñando todas las noches; me contó que ahora depende de lo cansada que esté, que si ha tenido un día muy pesado el sueño es tan profundo que no sueña nada, por decirlo de alguna manera.

Dicen que los sueños reflejan todo lo que guardamos en el subconsciente, también todos nuestros miedos y deseos y hay quienes se aventuran a descifrarlos  o darles un significado, que cosa de locos. Tal vez los sueños  sólo existen para ser narrados  y no para intentar descifrarlos.

Mi hermana me cuenta que el sueño más extraño que ha tenido en su vida fue uno en el que ella estaba en el colegio y tenía 5 balas en la cabeza pero seguía consciente y hablaba con un grupo de profesoras que, minutos antes de enterarse de su estado,  discutían sobre la compra de una matera, mientras ella les decía: "¡Oigan! pero es que tengo 5 balas en la cabeza",  ¿Quién descifra eso?

" Tiene la expresión de quién acaba de despertarse, pero en 
su mirada también se aprecia que viene de muy lejos"
- Sueños, Raymond Carver -

martes, 7 de febrero de 2017

El conductor

Se llama Alberto.  Calculo que debe tener un poco más de 55 años.  Después de subir a su carro, en las primeras cuadras del trayecto. miro distraídamente por la ventana, mientras mastico un par de asuntos en mí cabeza, y me fijo en  los rayos de sol que se estrellan con furia contra el pavimento.   No tengo ganas de hablar.  Él comienza a hacerlo.

En un cruce de una calle de barrio le da paso a una mujer que empuja un carro de bebidas calientes. "Lo que es el rebusque,  ¿no?". "Si" le respondo, sin tener muy claro a que hace referencia y para entrar en modo conversación. Comienza a hablar.  Me despido del silencio que había pretendido guardar.

"Ayer recogí un muchacho muy joven, un venezolano.  Se vino para acá con toda la familia y no saben qué van a hacer.  Me contó que la situación allá está muy jodida.

"Mi hija, la menor, apenas terminó la universidad se fue para Aruba, pero se tuvo que devolver".  No entendí por qué hizo ese comentario.
"¿Qué estudió su hija?"
"Comercio Internacional"
" ¿Y qué hacia en Aruba?"
"Iba a trabajar en un puerto, pero mucho venezolano se ha ido para allá y regalan su trabajo, por eso se tuvo que devolver.  Lo bueno es que apenas llegó consiguió trabajo en Iberia.
"Unas por otras"
"Si".

"La mayor es diseñadora gráfica y trabaja en Auros.  Puede que no sean súper carreras, pero ahí van, además me han ayudado a aliviar la carga financiera, pues ya ambas aportan a la casa".  No me mira, parece que aprovecha para recordar algún momento compartido con sus hijas.  "Cada mes dicen. Mire mami, tome esta plata para los gastos del hogar."

"Lo importante es que les guste lo que hacen". Le digo.  Alberto me mira, sonríe y asiente con la cabeza.

Nos quedamos callados por un momento, pero Alberto lanza otra frase, a modo de salvavidas para la conversación:

"Yo a los 11 años me fui de la casa".  Lo miro con sorpresa y continua hablando. "Mi papá fue un viejo borrachín y todas las noches llegaba a darnos palo a mí y a mi hermano.  A mis hermanas nunca las tocó porque mi mamá no dejaba que les pusiera ni un dedo encima.  Yo me mamé y por eso me largué.  Fue una época dura.  Vivir en la calle es tenaz, pero aprendí a trabajar desde chiquito en muchas cosas, como mecánica y construcción.

"Este solazo está como pa' una pola,  ¿cierto?".  Ahora so yo el que asiente con la cabeza".  "Una polita bien fría no nos vendría nada mal", concluye.

Le pregunto que si siempre se ha dedicado  a conducir carro.  "No, durante 20 años administré varios locales de chance y luego de eso monté una empresa de artes gráficas.  Hace unos años al negocio le fue muy mal y hasta ahora me estoy recuperando, y ya es otro cuento con las hijas como profesionales.  Yo manejo por ahí hasta la 1 y me voy para la casita".

"He pensado en irme a vivir a tierra caliente mis últimos días" me dice.
"Si, vivir el desenlace de la vida en un lugar así debe ser bueno.  El caos de la ciudad como que lo envejece a uno más rápido" Le respondo.
"Si, mire que hace poco estuve en la casa de un primo en la Mesa y la pasé muy rico.  Me levantaba temprano y me hacía un tintico.  Pues sí, a eso es lo que le apunto y debo aprovechar ahora que estoy mejor de salud.  Hace un tiempo que me dejaron de funcionar los riñones y me la pasé en la clínica de cirugía en cirugía.  Y cómo son las cosas, mire que mi mamá sigue viva, pero  ¿usted cree que se preocupó cuando estuve grave en la clínica? Nada".

No se me ocurre que responderle y al rato llegamos a mi destino.  Le doy las gracias y le estrecho la mano, Alberto sonríe y me desea un buen día.

lunes, 6 de febrero de 2017

Temblor

Algunas personas contamos con un sistema interno de amortiguadores que le evitan al cerebro, captar  cualquier tipo de sacudida que experimente la tierra.  Esto imagino, es bueno, pues no permite que se sientan los temblores.

Lo malo de la situación que describo es  no poder hacer parte de esa histeria colectiva posterior a ese tipo de eventos. Hoy, en un grupo de Whatsapp, varios preguntaron que si todos nos encontrábamos bien.  "Fulanito no contesta" dijo uno. "Ya hable con él y todos están bien" respondió alguien, mientras que otros escribían mensajes de lo duro que había sido y en donde los había agarrado.  Yo escribí un comentario más bien flojo, tipo chascarrillo, en el que nadie reparo,  pero claro, lo importante es el temblor y la manera en que se experimentó, el resto de temas, lo que sea, puede esperar, pero bueno, tal vez mi chiste si estuvo muy malo.

Luego, a lo largo del día, todos llevamos un nuevo lugar común en forma de interrogante en nuestras cabezas :"¿Sintió el temblor?". Supongo que es interesante cuando alguien responde: "Si claro, iba camino a tal parte, cuando de repente.... bla bla bla", pues las historias, para todos nosotros, son como una droga, pero  ¿De qué van a querer hablar las personas cuando alguien  les responda con un tajante y frío "no, yo no sentí nada"?

Así no haya sentido el temblor, de todas maneras he tratado de estar lo más atento posible a cualquier otra sacudida de la tierra el día de hoy.  ¿Cómo saber, por ejemplo, que el temblor de la mañana, es solo el abrebocas del fin del mundo?  Cuando salí a la calle, anduve con cuidado, atento a cualquier grieta en el suelo que, con una nueva sacudida, podría convertirse en un abismo por el que varios caeríamos. 

viernes, 3 de febrero de 2017

Los caprichos de la vida

Malcom Myatt llevaba una vida saludable.  De un día para otro sufrió un derrame cerebral que comprometió su lóbulo frontal.  Después de 19 semanas en el hospital y para sorpresa de sus doctores, no murió.  Perdió sensibilidad en el lado izquierdo de su cuerpo y ahora debe utilizar bastón, un precio barato para la cuenta que le paso la vida.

Cómo ningún evento que nos ocurre es en su totalidad bueno o malo, Myatt ganó algo con lo que le pasó.  Adicional a su reducción de motricidad ahora es incapaz de sentir tristeza, pues la región del cerebro que se le afectó, es la encargada del control de las emociones y permite identificar si una persona está triste o asustada, de acuerdo a su tono de voz y/o expresión facial.

El curso de nuestras vidas es totalmente caprichoso, pues hace con nosotros lo que le de la gana.  Por más que intentemos vivir a lo seguro, solo se necesita una fracción de segundo, en el que convergen millones de variables y sucesos  que están fuera de nuestro alcance, para que nuestra vida cambie por completo.

Suponemos que tenemos claro que es lo que hacemos a diario y nos aterra improvisar. Aplicamos pasos para ir a lo seguro: "Hago A, sigo con B, luego C, D, E, así hasta donde sea necesario, pero llega la vida y nos susurra: "Hoy no mi querido amigo, hoy primero va a ser E, luego saltamos a la A, para luego seguir con D.

En medio de nuestra rutinaa la vida se empeña en ser caprichosa y nos asombra de cualquier manera, arrasa con nuestro sentido de "orden"que con tanto esfuerzo intentamos construir, pero siempre nos deja algo, quizás una de las llaves a la felicidad es descubrir qué.

De ahora en adelante voy a parafrasear el vallenato de Los Diablitos, cada vez que la vida me tienda la mano o me de una cachetada:


“Los caprichos de la vida
No son como yo pensaba
Como los imaginaba
No son como yo creía”   

jueves, 2 de febrero de 2017

Sencillo

Lleva quince minutos con el arma en su mano. Un bombillo, con una luz cansada, ilumina de manera tenue el cuarto de tortura. Sus manos sudan y siente que el arma se le resbala. La pone sobre una mesa para evitar un accidente.

Enfrente, a menos de 2 metros un hombre se encuentra atado de pies y manos a una silla. Una bolsa de tela cubre su cabeza. Trata de imaginar las facciones del hombre encapuchado; cree que sonríe , a pesar de que el hombre, que no tiene más de 20 años, no para de sollozar. 

Hace parte de los rebeldes, razón suficiente para que sus comandantes, le hayan dado la orden de acabar con su vida. Sabe que el mundo está lejos de ser un lugar feliz, y espera que por lo menos sea algo justo. 

Su tarea es Es fácil. El cuarto está bajo tierra y nadie escuchará el eco del disparo, el primero que le dará a quemarropa a un enemigo. Intenta pensar que nadie echará de menos al hombre que ahora hiperventila detrás de la bolsa de tela. que se contrae al ritmo de la respiración agitada. Lleva audífonos que reproducen música clásica a todo volumen. No quiere escuchar nada de lo que le dice la victima. Se recuesta contra una pared y simula con sus manos que dirige una orquesta invisible que ubica en un teatro imaginario; es imposible meterlos en el mismo cuarto. 

Quiere acabar ya con esto, es sólo un disparo. No ve la hora de irse a casa para abrazar a su esposa y jugar con su pequeña de cinco años. 

Suena el teléfono de la habitación´. El hombre lo descuelga y lo pone en su oreja sin decir palabra. 

"Lleva más de 20 minutos ahí Martínez, lo que debe hacer es sencillo. ¿Necesita ayuda?" 
"No señor" responde mientras se muerde el labio. 
Abre la boca para decir algo, pero al otro lado de la línea ya no hay nadie. 

Martinez cuelga, camina hacia la mesa y agarra la Desert Eagle. Comienza a llorar. 

Los dos hombres son los únicos que escuchan el estruendo. Uno de ellos cae al suelo.

miércoles, 1 de febrero de 2017

La caja

A veces a Andrés Martin le aburre revisar su correo electrónico.   En muy pocas ocasiones encuentra mensajes de quien realmente espera que le escriba. Es lo primero que siempre hace al llegar a su trabajo.  Hoy Tiene 148 correos nuevos en su bandeja de entrada y otros 425 en la de spam.  A veces revisa esa carpeta para ver si alguno de esos mensajes importantes se coló en ella por equivocación, pero nada. Todavía existen personas, que no logra identificar, que se preocupan por el enlarge  de los penis de miles de personas, incluido el suyo.

Otro correo asegura en su asunto: "Sabemos que quieres aprender todo acerca de mindfulnesss", no sabe qué más le pueden enseñar aparte de que estar presente, aquí y ahora en, todo momento, una de las mejores maneras para no enloquecer, dejando de lado todo el misticismo que rodea al asunto.

Andrés podría listar miles de consejos que le llegan a cada día al correo sobre lo que debe hacer y cómo debe vivir.  Entre esos mensajes se encuentran todos los que tienen que ver con creatividad, innovación, startups, emprendimiento, etc. que repiten sus consignas acerca de ser disruptivos, creativos, innovadores y el más trillado de todos: Think outside the box.

Andrés cree que en cierto momento le hacemos caso a la consigna y le apostamos a lo que cada uno piensa que significa eso de “pensar afuera de la caja”, pero ¿qué lugar es afuera?  ¿cómo sabemos que salimos o seguimos dentro de la caja?  ¿cuál caja?, se pregunta.  

Si todo se resuelve, si la vida en verdad se soluciona pensando fuera de la caja, ¿no deberíamos más bien mirar qué carajos pasa con o en esa caja que tanto queremos abandonar?  Si conseguimos reparar la caja, tal vez no habría necesidad de querer salir de ella en todo momento. 

Al solucionar nuestras diferencias con la caja, habría más espacio para todos, tanto los que quieren seguir pensando dentro de ella como aquellos que ya están totalmente acostumbrados a salirse, Andrés cierra su E-mail, para él es hora de meterse en la caja con el nombre trabajo, una de las tantas que habita a diario.

·    Comprendí que estaba en el lado de fuera de la caja porque el
 caos había comenzado a resultar excesivo incluso para mí, que siempre había tenido
problemas con el orden."
- El orden alfabético -