Vuelvo y me repito: Me acabo de sentar y no tengo idea sobre qué escribir. En algún momento del día pensé: “Voy a buscar a algún tema al cual le pueda arrancar unas cuantas palabras, pero al final no lo hice.
Hoy, más bien, hice poco, pero pues así son las cosas. Hay días de días, unos en los que somos unas máquinas y el tiempo rinde y no parece faltar, sino más bien lo contrario, y otros en los que levantarse de la cama puede considerarse uno de los logros más grandes, junto con mirar pal techo, una actividad que creo dominar bien. Igual no importa, nada está bien o mal, son solo estados y ya está.
Si de algo me puedo sentir orgulloso hoy, es de la escaleta que preparé para una historia corta que pienso escribir. Y es que yo si necesito algo de dirección al momento de hacerlo. Si arranco a escribir a la loca, llega un momento en que me aburro o no sé qué voy a decir, y dejo la historia tirada, y como alguna vez le escuché decir a Ricardo Silva: “El mundo ya tiene suficientes primeros capítulos, páginas, párrafos, de historias sin terminar”
Envidio esos escritores como Rosa Montero, Anaïs Nin o Isabel Allende, que son capaces de conectarse con el subconsciente y no tienen necesidad alguna de planear sus historias. Cornac MacCarthy dijo en una de las pocas entrevistas que ha dado, que lo mismo que le dice a él que debe escribir es lo mismo que le dice cuando debe dejar de hacerlo.
Se refiere, claro, al subconsciente, y afirma que es como una entidad independiente de nuestro yo, que no podemos evitar, y que incluso es más viejo que el lenguaje; por eso se siente más cómodo creando dramas y contándonos cosas.