Otra palabra japonesa imposible de traducir, que se deriva de Tsumu (apilar) y Doku (leer), y que hace referencia al acto de comprar libros y apilarlos.
Mi biblioteca es más bien pequeña y aunque no presento Tsundoku crónico, si se puede utilizar tal expresión, me aterra pensar en desprenderme de algún libro. También me da ligera angustia al saber que no voy a poder leer todo lo que quiero en lo que me queda de vida, y que nunca conoceré novelas fascinantes que fueron escritas mucho antes de haber nacido.
Supongamos que alguien por X o Y razón, qué sé yo, ganarse el baloto sin comprarlo, por ejemplo, se puede dedicar a leer libros. En esa situación ideal estimo que uno se podría leer 3 libros por semana, lo que equivale a 156 libros al año. También supongamos que esa persona esquiva a la muerte hasta los 80 años, a y que a esa edad todavía le funcionan los ojos. Para reforzar la fantasía, también piense, estimado lector, que el personaje ni siquiera se va despegar de los libros en su lecho de muerte.
Dadas esas condiciones el número de libros leídos por esa persona a lo largo de su vida ascendería aproximadamente a 10608, teniendo en cuenta que el personaje se aficionó a la lectura de forma enfermiza desde los 12 años. También debemos suponer que adquirió una herencia, porque no creo que a las personas de esa edad les interese comprar el baloto.
Imagino entonces al individuo de la situación que describo, rodeado de miles de libros, leyendo el libro número 10609, en una escena muy romántica en la cual termina el libro justo cuando exhala su último aliento, en fin.
La pregunta es ¿Para qué atesorar los libros? Está claro que algunos poseen, más allá de relatos, un valor y significado emocional que solemos darles a los objetos, pero no todos pueden significar lo mismo. Alguien tal vez podría responder "Pues para volverlos a leer", pero ¿a quién se le ocurre releer libros con todo lo que hace falta por leer y con la chicharra de la muerte a punto de sonar en cualquier momento?
Hace dos años fui a una reunión de intercambio de libros. La idea era llevar un libro que a uno le hubiera gustado mucho y que de cierta forma doliera desprenderse de el. Al principio dudé mucho sobre cual llevar y pensé en deshacerme de uno que no me hubiera gustado tanto. Al final cambié de opinión y llevé el Sputnik Sweetheart, que es la novela de Murakami que más me ha gustado hasta el momento.
¿Cuál será realmente el placer que encontramos en el, o al Tsundoku?