Si el paraíso existe debe tener forma de café con terracita, consumo ilimitado de bebidas y todos los libros del mundo disponibles. Todo lo contrario a la eternidad, un espacio que imagino como una sala de espera con digiturno en una tarde lluviosa. Que tristeza esa imagen, mejor hablemos de un café.
Estoy en él ya acomodado, con un capuchino en mano, y listo para zamparme una sesión de lectura. El clima está perfecto, hace sol pero no es agobiante y una brisa refresca el lugar.
Entonces arranco a leer porque ¿qué más hacer, cuando se tiene tiempo, en esta vida tan corta y azarosa? Al rato ya no estoy ahí del todo, solo físicamente, pues ahora hago parte del relato, como espectador silencioso al que el narrador le va susurrando la historia.
De alguna forma logro bloquear el ruido que proviene de las conversaciones de otras mesas, y cuando las voces me sacan de mi flujo lector, vuelvo a él como si nada. Todo transcurre de esa manera hasta que dos mujeres se sientan en la mesa de atrás.
Hablan fuerte y mi atención se desvía de la lectura hacia su conversación. Parece que una es la cliente de la otra, pues recibe un informe detallado de datos astrológicos que, disculpen quienes creen en eso, a mí siempre me ha sonado a, como dicen los gringos, Mumbo Jumbo, un lenguaje algo absurdo e incomprensible.
La mujer habla mucho de Géminis, que las personas de ese signo esto y lo otro. Por lo que alcanzo a escuchar las deja mal paradas, ¿será por aquello de las dos caras?, ¿acaso la mayoría son dobles?, me pregunto. No sé, solo recuerdo que una vez tuve una novia que tenía ese signo zodiacal, y alguna vez leí en algún lado que el mío, Acuario, se acopla bien con él, en fin, puro Mumbo Jumbo vuelvo y digo.
La mujer escupe la información a una velocidad increíble. De repente comienza a hablar de la casa 12, del sol que hay en ella y qué significa eso en su vida. Debes tener cuidado con tu comunicación, dice ahora y le suelta una parrafada para que entienda qué le quiere decir.
¿Cómo te suena todo lo que te estoy contando?, pregunta la pitonisa. Normal, lo que dices ya lo sabía –responde la mujer. Por el tono parece indignada–. Era algo que ya sabía. Mientras hablabas iba pensando en situaciones en las que me ha pasado eso.
Pienso en sacar mi libreta para anotar las partes que considero más jugosas de su conservación, pero ¿a mí qué carajos me importan los vericuetos zodiacales de esa extraña?, así que me obligó a volver a la lectura, a mirar qué más le ocurre a un personaje que decide dejar su vida atrás y buscarse una nueva. Un tema mucho más envolvente que casas, signos zodiacales y ascendentes, pues ¿quién no ha deseado eso en algún momento?