El jarro es blanco, y está hecho de una porcelana maciza, gruesa, como indestructible. Lleva impreso el escudo del Real Madrid, pero no soy hincha de ese equipo. Me lo regalo Federico, un español que es socio de ese club, que conocí porque mi hermana trabajo con su esposa en un proyecto, hace ya muchos años.
“¡Pero que gilipollez tener un jarro de un equipo de fútbol del que no se es hincha!” podrán pensar algunos, sobretodo sin son españoles, y esto me hace pensar en esa fea costumbre que tenemos de tomar bando, de seguir algo o a alguien solo porque sí, porque todo es uno o cero, o blanco y negro, y es necesario pertenecer. Debería entonces seguir al Madrid o al Barcelona que, como dice Manuel Vilas, son las instituciones sobre las que España gravita, pero yo no sigo a a ningún equipo de fútbol internacional, y por eso tengo ese jarro ahí, como un satélite perdido en el espacio con el que no tengo ningún tipo de vínculo emocional; cumple su función de objeto a cabalidad.
Veo que un pito negro, con un cordel amarillo, le cuelga por un lado como una lengua cansada. La cuerda es de color amarillo intenso. Estoy seguro que nunca lo he utilizado. Pienso que me puede funcionar si llega a haber un terremoto y quedo sepultado debajo de varios escombros. Una escena aterradora.
Estiro la mano para mirar qué otros objetos contiene el jarro. Guarda 4 sharpies: dos rojos, uno morado y otro verde, que rara vez utilizo. Parecen igual de nuevos que el pito. También hay una pluma de colore verde militar que no tiene tinta. Recuerdo que cuando era pequeño me sentía muy afortunado de poder utilizar una pluma plateada que tenía mi mamá, para repasar las líneas de los dibujos que hacía a lápiz. En ese entonces la tinta, me parecía algo extravagante y de buen gusto.
También hay un lápiz tajado hasta la mitad, es 2B y su marca es Staddler, que vaya uno a saber si es fina o extravagante. Otro más largo, de la misma marca, y que parece el padre del primero reposa a su lado. Un portaminas transparente y anaranjado está, como victorioso, cerca de ellos; nunca me gustaron, pues me la pasaba partiendo las minas.
También hay una especie de almohadilla que me regalo mi hermana, y que sirve para limpiar la pantalla de los celulares. Quizá por ella fue que me fijé en el jarro, porque la pantalla de mi celular está completamente cochina y hoy me pregunte dónde la había dejado.