viernes, 26 de septiembre de 2025

Tengo algo que decirles

No sé cuántos días han pasado desde que dejé de escribir acá. Igual lo único que importa es escribir cuando aparezcan los ánimos, ¿acaso no?. Podría argumentar de mil maneras (mentiras, la verdad solo un par) el motivo de mi ausencia.

Les podría contar que otra vez ingresé en una temporada de migraña de la que apenas estoy saliendo y decirles lo miserable que fui durante esos días en los que mi existencia consistió en ser un bulto tirado en la cama la mayor parte del día.

También podría sacar pecho y decirles que no escribí acá pero que, en los periodos en que la cabeza me daba un respiro, si escribí otras cosas. El caso es que no le encuentro mucho sentido a alardear sobre escribir, además ¿qué carajos les importa a ustedes eso? Es, se me ocurre, como contarles que preparé una torta deliciosa que nunca van a probar.

Cormac Mccarthy dijo en una de las pocas entrevistas que concedió, que no hablaba sobre sus libros o escritura, porque todo lo que sabía estaba en las páginas de sus novelas. También que si uno pasa un buen tiempo escribiendo, lo mejor sería no hablar sobre ese proceso de, sino concentrar toda la energía en escribir.

Sea como sea, en este preciso instante no se me ocurre qué más escribir, una desgracia porque apenas llevo 198 palabras y no tengo idea alguna de donde saldrán las restantes para completar mi cuota de 300.

Las dispararé en este o estos párrafos de relleno a continuación:

Relleno de post: No sé, pienso que debería haber vuelto con un texto más trabajado y no este batiburrillo (que buena palabra esa) de ideas desordenadas, pero así están las cosas.

Podría, por ejemplo, haberles compartido un texto que edite y que no pasó el filtro de edición que me impuse, pero lo habría sentido como una trampa.

En fin, todo esto solo (¿al fin solo lleva tilde o no?) para comentarles algo que ya he mencionado un par de veces: espero volver a escribir en almojábana con más frecuencia.

viernes, 5 de septiembre de 2025

Un libro pijo

Es de noche y camino por las calles de la ciudad después de haberme empacado un capuchino, una torta de manzana y las páginas de una novela.

Pienso que debería comer algo, pero siento que no tengo hambre. Aun así insisto en la idea. Camino a ver si me encuentro con algún restaurante que me llame la atención, pero la sensación de no hambre gana terreno.

Deambulo más tiempo por las mismas cuadras, pensando que eso me hará cambiar de opinión, hasta que me meto por una calle que no había tomado hasta el momento. Al final, en la esquina, hay una librería. Es un deber entrar a hojear libros, pienso.

Buenas noches me dicen los libreros apenas entro. Respondo lo mismo, y me pongo a pasear por entre los pasillos con un aire distraído. Veo El cielo está vacío, la última novela de Sara Jaramillo Klinkert, leo la primera página y pienso que debo comprarla pronto. También hojeo Los espantos de Mamá, el libro de Gilmer Mesa y me pasa lo mismo.

Cerca del libro del escritor paisa veo unos libros pequeños y delgados arrumados hacia una esquina. Saco uno de ellos y es El afuera de Margarita García Robayo.

Hago lo mismo que con los otros libros y me voy a la primera página:

Descubrí este texto escondido entre mis notas como una garrapata entre los pelos de un animal. Fue en diciembre de 2019 cuando ya llevaba varios años entregada a la crianza de mis hijos…

Me parece que ella es buena para narrar lo cotidiano, el día a día. Una vez escribió una especie de microdiario para un diario argentino, donde narraba cada día de la semana en un párrafo breve y preciso. He buscado ese link como loco y nunca he vuelto a dar con él.

Luego de tomar el libro abro la aplicación de Goodreads en el celular para mirar qué dice la gente sobre él. Una acción algo estúpida, porque lo que digan las personas sobre un libro no debería influenciar la decisión de compra, pero bueno así somos, el instinto gregario es muy fuerte, siempre seguimos a la manada, en fin.

Un hombre dice lo siguiente:

Espero no tener que leer nunca más un libro tan inconscientemente pijo.

Parece que el libro le pareció frívolo o que cree que Robayo lo escribió desde un lugar de privilegio sin ser consciente de ello.

Ese hombre, claro está, puede pensar lo que le venga en gana, pero me aburre pensar que un escritor tiene que ser un desgraciado para poder ser admirado.

Sea como sea, al leer ese comentario pensé: pues yo sí quiero leer este libro pijo ¿y qué?

Así fue que terminé la noche sin comer nada pero con un libro nuevo, ya ven.