Hoy en la mañana abrí un archivo para escribir algo en este espacio pero en eso quedó mi acción, pues de inmediato me ocupé con otra tarea. En ese momento pensé: De pronto escribir en la mañana es mejor que hacerlo al caer la tarde. Quizá la cabeza está más fresca a esas horas y las ideas fluyen con mayor facilidad.
El caso es que me ocupe con otro texto de un trabajo que tenía una sección repetida. Es un archivo en drive al que dos personas le metemos mano y una tercera lo comenta, pero no sé en qué berraco momento se repitió información, aunque estoy seguro de que no fue mi error. El caso es que duré un buen tiempo mirando cuál era el texto repetido y qué diferencias tenían ambas secciones para no borrar nada importante. Esa tarea esfumó mis intenciones de escribir algo para Almojábana con Tinto, así que vuelvo a la carga, ya algo cansado, a las 8:05 p.m.
De ahí la pregunta ¿Cuál es la mejor hora para escribir? De pronto no hay que ponerle tanto misterio al asunto y escribir cuando se pueda o cuando se tengan las ganas suficientes. Millás, mi escritor favorito, considera a la escritura como un oficio artesanal, similar al trabajo de un electricista o un fontanero, pues piensa que la escritura debe funcionar como las cosas.
A este tema se le enreda otra pregunta: ¿Sobre qué escribir?, y pues ahí coincido con Millás en que hay mucho poder en lo cotidiano y que siempre será una fuente de inspiración. Para el escritor español lo cotidiano está lleno de misterio y afirma que un viaje en transporte público puede ser más interesante que uno al África.
Parece entonces que todo se trata de escribir lo que sea a la hora que sea sin echarle tanta tiza al asunto.