La semana pasada, mientras me tomaba un café y leía algo, en la mesa de al lado se encontraban una mujer y un hombre. Ambos tenían una copa de vino blanco en sus manos y su charla estaba repleta de risas.
Al principio pensé que eran novios por cómo se miraban. En medio de mi lectura, alcancé a escuchar cuando la mujer decía: " ¿Quieres ser mi celestino?" Pregunta sonsa y prima hermana de "Es que yo te quiero solo como un amigo".
"No seas imbécil" le respondió él. La verdad no dijo eso, pero me habría gustado escuchar tal respuesta.
Al hombre, digamos que se llama Braulio, le gusta su amiga pero ya debe estar completamente enterrado en los misteriosos pantanos de la zona de la amistad, y lucha con desespero por salir de aquel lugar, invitándola a ese tipo de planes que supuestamente no enmascaran segundas intenciones, pero igual continúan enterrándolo.
Aunque su amiga conoce los setimientos que él tiene, continúa aceptándole las invitaciones ¿Por qué carajos hace eso? Tal vez muy en el fondo, a la misma profundidad que Braulio está enterrado en una amistad que nunca tendrá otro nombre, siente algo por él, un leve sentimiento que se traduce en frases como: "Tan lindo", "Tan bonito" primas hermanas de "Tan bobito".
Si usted, estimado lector(a), conoce a un Braulio, hágalo recapacitar y/o no le pida que sea su celestino.