“Su último libro ha recibido muy buenos comentarios, ¿a que cree usted que se deba esa avalancha de éxito?”, le pregunta la periodista.
“Avalancha de éxito” repite García en silencio; le parece inapropiada la figura. García Cifuentes, escritor, ha recibido muchos halagos por La ventana oscura”, su última novela. Antes de aventurarse a dar una respuesta, le gustaría preguntarle a la mujer, que sostiene un micrófono sobre el que contrastan unas uñas pintadas de un rojo oscuro intenso, qué entiende ella por éxito, que por favor le explique, pues él, la verdad, no tiene idea si se puede llegar a un consenso sobre ese término tan escurridizo.
La mujer, que ahora se dirige a la cámara continúa hablando.
“Entre los múltiples comentarios que le han hecho se destacan: “Un dominio narrativo único”, “La mejor novela de la última década”, “Cifuentes tiene un dominio ejemplar del lenguaje”; ¿qué me puede decir al respecto?”, concluye mientras voltea a mirarlo.
Cada vez que concede una entrevista y le preguntan o le piden alguna opinión sobre lo que la crítica anda diciendo de su última obra, Cifuentes sonríe incomodo y trata de cambiar de tema lo más rápido posible.
En esos momentos, gracias a los Beatles, a Lennon para ser preciso, siempre le viene a la mente la frase: “Hapiness is a warm gun”, y Cifuentes piensa: “De ser así, los halagos, entonces, son un arma afilada, que contrario a pinchar se esfuerzan en pulir el ego.”
A Cifuentes le agradan los halagos, ¿acaso a quién no? Oírlos le sienta bien, y le producen, no sabe bien si satisfacción o felicidad; por eso da las gracias y sonríe, mientras sus oídos se llenan con palabras dulces y le estrechan la mano de forma, cree él, sincera.
Luego, cuando todo se acaba, le quedan rezagos placenteros por un tiempo, y a veces se cree superior en lo que sea que hace, escribir se supone, pero tanto halago lo distrae, "que fácil es perder el rumbo", piensa Cifuentes.
Cuando se deja llevar por esas sobredosis de dopamina, Cifuentes lucha para caer en cuenta de que en verdad él no es nadie o, mejor, que la única competencia que tiene es él mismo. Que si, que es fabuloso complacer a otros con sus novelas, pero que más allá de eso, su oficio es su forma de salvación, la única manera en la que logra saldar cuentas con el mundo y la vida, con lo que fue, es y no ha sido.
“I need a fix 'cause I'm going down
Down to the bits that I left uptown”