jueves, 3 de junio de 2021

Historia en remojo

Debo trabajar en una presentación, pero antes de abrirla decido cerrar todas las pestañas del navegador de internet.

Una es una noticia que cuenta cómo un hombre, descargó el cargador de una pistola 9 mm en otros dos, y cuando se iba a pegar un tiro, el arma se atascó y no pudo hacerlo. No recuerdo la seguidilla de links para llegar a esa página, ¿qué estaba buscando?

La noticia tiene declaraciones del asesino. Cuenta que fue Jesús quién lo salvo en esa ocasión y que lo terminó de encontrar los años que pasó en la cárcel.

Me sumerjo en la noticia, porque las declaraciones del hombre son párrafos extensos y me parece que hacen parte de una novela, pues están cargados de tensión y frases precisas que, en vez de  respuestas improvisadas, parecen elaboradas con detenimiento.

Se me viene a la cabeza un escrito sobre el hombre. Abro un documento nuevo, anoto un par de ideas y redacto una introducción o, más bien, la copio, porque es uno de los dardos narrativos que disparó el hombre cuando lo entrevistaron.


Miro el reloj, y debo ponerme a trabajar en la presentación.

Leo lo poco que escribí, lo edito a las patadas y cierro el documento.

El escrito queda todo el día en remojo en mi cabeza. Le doy vueltas y vueltas y me imagino diferentes estructuras para contar la historia del asesino creyente.

Me gusta cuando eso pasa, cuando una historia se queda dando vueltas en la cabeza, como exigiendo que la contemos; como si preguntara: “¿para qué se tomó el trabajo de prestarme atención, si no me va a narrar pronto?”