“Paramédico visita a una mujer de 106 años para ponerle la vacuna”, es el titular de una noticia.
Pienso en esa mujer que lleva más de un siglo en la tierra y me pregunto hasta qué edad será bueno vivir; si no llegará un momento en el que uno se cansa de todo; si con los achaques del cuerpo, que se va desbaratando rigurosamente, la idea de morir a uno ya no le parece tan mala, y se contempla, incluso, con algo de ilusión.
El escritor húngaro Sándor Márai, por ejemplo, se pegó un disparo en la cabeza cuando estaba a punto de cumplir 89 años. Leo un artículo que dice que Márai tomó esa decisión debido a su desmoronamiento físico y emocional; eso anotaba en sus diarios: “Cansancio, languidez, fragilidad. Como cuando las pilas se agotan y la linterna sólo parpadea”. Lo abatía el hecho de estar a punto de quedarse ciego, tenía glaucoma, y saber que cuando eso ocurriera no podría leer más.
En “Son quince minutos, dejas de respirar y fuera”, una crónica, Juan José Millás cuenta cómo Carlos, un viejo, decide quitarse la vida. En la última década había sufrido dos infartos graves del miocardio, que lo habían dejado con insuficiencia cardiaca, taquicardia y arritmia.
Como era guía turístico, las agencias de viaje no habían querido volver a darle trabajo. Luego le apareció una hernia, junto con una complicación en la columna que era inoperable, porque había riesgo de que quedara paralítico.
Carlos cuenta que ya no le quedaban energías para nada, que no podía caminar más de 10 minutos sin cansarse, y que lo mismo le ocurría al estar de pie. Por eso contactó a la organización Dignitas de Suiza para morir dignamente, porque un suicidio: pegarse un tiro o tirarse de un edificio, no iba con su personalidad: “Soy una persona pacífica,…no me gusta la violencia ni las cosas desagradables”, le contó al escritor español.
Al día siguiente de su encuentro con Millás, luego de desayunar y hacer una vuelta bancaria, Carlos echó unas pastillas trituradas en un vaso, las mezcló con un yogur de fresa, y se tomó ese último “coctel”.
“I hope I die before I get old” canta Roger Daltrey, que ya tiene 76 años, en la cancion My generation de The Who, ¿tendrá la razón?