Andrés me cuenta que apenas vio a Mariana, en la ceremonia de matrimonio de un amigo, le pareció bonita. No cree que fue amor a primera vista; “Yo no creo en esas pendejadas”, dice, pero sí que le gustó bastante. En la iglesia se la pasó mirándola, y dice que debió haber sido demasiado obvio porque ella estaba en una de las sillas de atrás.
Luego, en la fiesta, quedaron en la misma mesa y se aventó a hablarle, bailaron, se tomaron unos tragos juntos; el de whiskey, ella de Vodka con jugo de naranja y, al final, intercambiaron teléfonos.
Andrés dice que esperó unos días para llamarla, para no parecer desesperado y que cuando por fin se decidió hacerlo, la invitó a comer sushi.
Ese día, cuando se encontró con ella en el restaurante, confirmó que le gustaba. Hablaron y hablaron; al parecer se entendían. Andrés se enteró de que Mariana era cristiana, pero no le dio importancia al asunto, “ni que nos fuéramos a casar”, pensó.
Comenzaron a salir y a verse todas las semanas y Andrés pensó que tal vez podría tener algo con Mariana, un cuento, un noviazgo, lo que fuera, y se concentró en eso, es decir, en caerle con toda.
Un día, en una de sus citas, Andrés le dijo que sentía algo por ella, y Mariana le digo que ella también, pero que ella era cristiana y solo se involucraría sentimentalmente con alguien que practicara su religión.
“Apenas estoy tanteando las aguas”, pensó Andrés, así que le dijo que fueran despacio, para ver como evolucionaban las cosas.
Siguieron saliendo y, pasado un mes, Mariana le pidió a Andrés que la acompañara a su sitio de culto. Él dijo que no le veía sentido a hacer eso, pues no era cristiano, pero ella le respondió que eso no importaba, que era un ambiente muy relajado.
Andrés fue, para que ella no se emputara con él, pero ya en el lugar, el templo, se sintió extraño. “Marica, es que yo nunca había asistido como a una misa, ceremonia, lo que fuera eso, como tan pasional, ¿si me entiende? Todo el mundo cantaba y aplaudía, y hasta tenían un grupo con guitarra eléctrica y batería”.
Después de ese día, ella le pregunto si quería volver al templo, y él, para no comprometerse y saldar el asunto, le dijo que dentro de quince días iba a volver a acompañarla.
Andrés no cumplió su promesa, y en otra de sus citas, Mariana le preguntó que por qué no lo había hecho. Él trato de evadir el asunto, pero ella insistió, y le dijo que si quería tener algo con ella debía leer un libro.
Mariana le contó que, con la lectura de ese libro, el iba a entender como era la religión cristiana, y se iba a convencer de convertirse a ella.
A Andrés no le sonó mucho el tema, y entonces ella le dijo que le iba a presentar a una pareja de amigos que habían pasado por la misma situación: el hombre no era cristiano y le gustaba una mujer que si lo era; leyó el libro, se convirtió al cristianismo, y al final todos felices.
Andrés dice que no sabe bien por que accedió a eso, y que se vio una vez con el amigo de Mariana, un tipo rollizo y de aspecto bonachón. Ese día, el hombre no le dijo nada diferente a lo que le había contado Mariana, pero que si valía mucho la pena leerse el libro.
El fin de semana siguiente, Andrés volvió a verse con Mariana. Fueron a cine y cuando salieron se sentaron a hablar. Andrés no aguantó más y le dijo: “Mira, tu a mí me gustas un montón, pero yo no me voy a convertir a una religión para salir con alguien”.