El día que fui con L a la librería, le conté que el día anterior había visto un libro nuevo de Elena Ferrante. ¿Cuál?, me pregunto, pero el título se había esfumado de mi cabeza, así que busqué a un librero para que me refrescara la memoria.
Cuando lo encontré, le dije lo que me acordaba que había leído en la contraportada: un libro de ensayos de la autora, que surgieron de una cátedra que dictó en una universidad. El hombre tampoco supo decirnos cuál era el título, así que nos llevó a la sección de la librería donde se encontraban sus libros de y nos los fue pasando uno a uno.
“Esto es lo último que ha llegado de ella”, dijo, y entre los libros estaba Sobre Los Márgenes, el que había visto y que L. decidió llevar casi a ciegas, porque confía en todo lo que escribe Ferrante.
El librero nos contó cuáles había leído y lo mucho que le gustaba la autora, “Nada que ver con la que ganó el premio nobel”, dijo con desánimo, “Hace poco leí uno, pero no me convenció”.
Pero es que Ernaux es pura autoficción”, pensé, pero me quedé callado.
Luego de decir eso, el hombre dio media vuelta y se fue a atender a otros clientes. Yo y L. nos quedamos con los libros en las manos por un rato. y le dije que lo que más me gustaba de Ferrante era su capacidad para narrar escenas de vida cotidianas, y ella estuvo de acuerdo.
Y es que hay pericia en narrar lo cotidiano de buena forma, que enganche, que no aburra. Me imagino que si llama tanto la atención, es porque son terrenos que probablemente hemos transitado de forma directa o indirecta.
Ernaux, ya ven, también me parece buena haciéndolo, pues también hay pericia en contar la vida de uno sin adornos, sino fiel a lo que se vivió.
Bien lo dice Millás: "en lo más cotidiano es donde siempre encuentras el mayor misterio".