lunes, 5 de mayo de 2025

El viejo

El viejo guarda un secreto que no le ha contado a nadie: hace dos noches despertó en la madrugada y sintió mucho frío. Se puso de pie para mirar si había dejado la ventana abierta y, en ese momento, comprendió lo que estaba sucediendo: la muerte había venido a buscarlo.

No se presentó bajo ningún tipo de figura, como una calavera envuelta en una túnica y una guadaña al hombro. Sabía que no era necesario, y que el viejo la estaba esperando; desde hace  un par de días sentía su presencia rondando los corredores de la casa y que pronto iba a venir a reclamarlo.

Cerró los ojos. Sintió un frío sobre los hombros, como si dos manos invisibles de hielo se hubieran posado sobre ellos. El viejo le dijo mentalmente y con toda la intención que pudo lo siguiente:

“No me lleves todavía, deja que conozca a mi nieto que viene en camino. Después puedes hacer conmigo lo que quieras”.

La muerte no le respondió nada, pero el helaje que lo acompañaba desapareció de inmediato, como una ráfaga de aire que hizo sonar las campanas de la entrada.

En ese momento, la esposa despertó y encontró al viejo mirando la nada oscura por la ventana.

—¿Qué haces ahí? —le preguntó con un tono de preocupación en su voz—. Ven a acostarte.

El viejo no le contestó nada y se devolvió hasta la cama dando pasos cortos. Ya acostado, dio media vuelta y sintió cómo su esposa le echaba el brazo por encima.

Volvió a sentir frío, esta vez el de una lágrima que resbaló por su mejilla.