martes, 24 de septiembre de 2013

Editar

A mí me gustaría ser un editor ni el berraco, uno de esos que no duda nunca en como deben ir los signos de puntuación, cuales deben ser los tiempos correctos de un verbo y/o la estructura acertada de una oración; entre los tantos puntos que tiene tan agradable tarea, y que se deben tener en cuenta.

 Yo en ocasiones me descacho ( ¿por qué me señala el corrector esta palabra si es tan legítima en mi vocabulario?) al utilizar gerundios, y las tildes de las palabras agudas a veces  me maman gallo, porque simplemente no les "huelo" el acento o juego al robot y  pongo  tildes que no existen para palabras que terminan en "ia"; uno nunca terminará de aprender a escribir.


Aunque no soy el editor que quisiera ser, creo que la labor no la hago del todo mal; pero más allá de eso, el revisar mis escritos una vez los he terminado, es algo que me relaja y deleita por completo.  El revisar el texto y decidir si va una coma o un punto y coma, o tal palabra sonaría mejor que esta otra, o el desenredar un párrafo completamente ininteligible porque se escribió de afán y por la pasión del momento, es algo que me agrada mucho.

Considero que sería bueno si todos en algún momento tomáramos ese papel de editores; no me refiero solo en cuanto a escritos, sino para cualquier situación, evento, relaciones etc. Deberíamos tomarnos en serio el papel de revisar lo que hemos hecho y como hemos actuado con el mundo.

Muchas veces cuando las cosas salen mal tenemos parte de la culpa y simplemente nos hacemos los locos. Tal vez si nos propusiéramos a editar todas nuestras acciones no habría tantos conflictos entre las personas. Antes de que piense que la editada no sirve porque se realiza al final, le cuento que está equivocado, porque a medida que uno va escribiendo también va editando, así que medida que uno va actuando también lo debe poder hacer.

"Todo el mundo sabe que hacer con las palabras, 
pero no tenemos ni idea de lo que ellas hacen con nosotros”
- Juan José Millás -