jueves, 30 de junio de 2016

735

Voy de afán por la calle.  Levanto la mirada y hago contacto visual con un lotero que escanea el sector en busca de clientes. Mientras mis pasos me acercan a él, cada vez escucho de forma más clara su discurso de venta: "Vea patrón le guarde el número ganador, el 735, el de su carro" me dice.

No tengo carro, pero de cierta forma la premonición del buen hombre me emociona.  Si la interpreto bien, quiere decir que si le compro el boleto me voy a ganar la lotería o que voy a tener carro dentro de poco.  

No entiendo si el carro me lo va a regalar alguien o si me lo voy a comprar con el dinero de la lotería. Me gustaría ganármela, pero es probable que le tenga más fe al horóscopo, así que nunca la compro.  "735 patroncito, vea aquí se lo guarde" me dice el lotero mientras me imagino manejando un carro. Continúa  desplegando todo su arsenal narrativo de venta hasta que lo paso de largo.  Cuando se da cuenta que no le voy a comprar el boleto de lotería, comienza a recitarle un discurso similar a otra persona que pasa por el lugar.

El número revolotea todo el día en mi cabeza. Trato de asociarlo con algo.  Me hago la promesa de estar pendiente de mirar el relok a las 7:35 p.m, pero me distraigo y se me pasa esa hora. Hago operaciones con esos tres números, sumo dos y le resto el otro, los multiplico, divido, juego con ellos hasta que me aburro pues ninguno de los resultados  me dice algo diferente a números. 

 ¿Por qué ese hombre estaba tan seguro de que el 735 era el número que el destino me tenía preparado?  Quiero volver a encontrármelo no para comprarle la lotería, sino para que me lea la mano, me eche las cartas o alguno de esos rituales en los que muchos depositan su fe. 

miércoles, 29 de junio de 2016

Pantalón "decente"

Soy malo para la moda, es decir, trato de no preocuparme mucho por mi vestimenta.  Casi siempre ando en Jeans y muy pocas veces utilizo pantalones, de esos a los que se le suele denominar como "decentes".  

Hoy tengo un evento y, como vamos aceptando códigos de conducta porque sí, se supone que debo vestirme "decente", concepto que, en cuanto a vestimenta, no rima con jeans, sudaderas, pantalonetas, etc. 

 Puede que uno sea una persona justa, honesta, aseada, y de buen obrar, pero la vestimenta, a ojos de otras personas, aniquila nuestra identidad inmediatamente. Por eso pensamos que el ejecutivo de traje y corbata es mejor persona que un rastafari con los brazos llenos de tatuajes, mientras que el segundo puede llevarle una distancia años luz en decencia al primero.

Como le venía contando, estimado lector, suelo andar en jeans, y el número de pares que tengo en mi closet no suele superar los dos. Ahora como acontecimiento extraño tengo tres,  los dos de combate y uno que poco a poco se fue desgastando y tiene soberanos huecos en las rodillas.

Después los jeans, aquellas prendas tan ajetreadas, suelo tener una chaqueta o chamarra (Excelente palabra esta, aquellas que involucran la ch, que ya no se considera letra, siempre serán mis favoritas) a la que también suelo darle palo, y luego unas camisetas, de cuello, también pertenecientes al bando de la "ropa decente", que cuelgan, como cadáveres, de los ganchos.

En el grupo de pantalones "decentes" hay uno beige de dril, oto negro que me he puesto muy pocas veces, y otro verde que nunca me gustó, que creo se pudrirá en el closet sin que me lo vuelva a poner, entre otros.  De ese combo de pantalones "decentes" el que suelo escoger es uno azul, que creo  combina con todo.  A pesar de ser mi prenda "decente" favorita, hoy que me lo puse, reafirme lo que ya había pensado anteriormente: "Este pantalón me cae mal".  

No sé bien como explicar ese sentimiento hacia una prenda de vestir, pero creo que la mayoría de personas me entiende.  En mí caso, creo que el pantalón azul se cree con un estatus diferente al resto de ropa que se encuentra colgada en el closet y que si mira por encima al  resto de pantalones decentes, pisotea y desprecia a los jeans.  

Quiero hacerle entender a esa prenda creída, que no llega ni a los talones a los blue jeans, y que sólo me lo pongo para cumplir con esos formalismos ridículos e imaginarios de vestimenta adecuada.

El día menos pensado voy a agarrar unas tijeras y masacraré al pantalón azul, de paso al verde, y el negro se salvará solo de acuerdo a su conducta.

lunes, 27 de junio de 2016

Código de conducta

Se supone que queremos ser libres, no depender de nadie ni de nada, no tener jefes, liberarnos de todas las normas y presiones sociales y hacer lo que se nos de la gana.  

Esa es una mentiras en la que, de vez en cuando, nos gusta creer, porque la libertad absoluta es una utopía y siempre nuestra conducta va a estar moldeada, en mayor o menor escala, por la sociedad y  sus extraños imaginarios que proponen diferentes códigos de conducta.

Esto es algo que se presenta en cualquier escenario de nuestras vidas, el trabajo, la familia, las reuniones sociales, etc.  Uno de los lugares donde se presentaba esto era el antiguo transporte urbano. 

Es imposible saber cómo se crean códigos de conducta como ese de no sentarse inmediatamente en la silla cuando una persona se levanta. La razón primordial era el asco de que la silla estuviera caliente, algo que resulta obvio pues nuestro cuerpo desprende calor.  Pero sin saber si era perjudicial, que realmente no creo, o no, los usuarios del transporte público se apropiaron de ese código de conducta.

Otro, y tal vez el mejor código de conducta, era el de pasar el dinero de la persona que se subía por la puerta de atrás.  El funcionamiento de esa cadena humana, en un principio, no parece más que un favor, pero lo que siempre me intrigoó fue ver la segunda etapa del proceso, en el que  las personas devolvían las vueltas; aunque debo confesar que a mí una vez me robaron 100 pesos.  

Hay códigos de conducta de distintos calibres, y es nuestra tarea mirar cuales adoptamos sin comprometer nuestra esencia y/o caminao'.

jueves, 23 de junio de 2016

Narrativas

Vivimos inmersos en narrativas.  Todo el día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, somos bombardeados, empezando por las conversaciones propias o yo con yo, por miles de mensajes que parecen inofensivos, pero que llevan un trasfondo malicioso.

El otro día mientras conducía sin rumbo fijo, como casi siempre, por la autopista de la información, di con un banner que mostraba tres noticias, todas relacionadas con estética femenina, es decir con ese imperativo actual de que las viejas  tienen que verse bien y/o ser unas mamasitas a todo momento.

"¿Mejor que botox?  Abuela revela su método natural por solo $75900"

No entiendo si el tratamiento de la abuela es mejor que uno de botox  si cuesta el valor que indican o si la abuela es mejor que alguien que se hace llamar botox.  La frase también invita a pensar que la abuela montó un negocio particular con su método natural y vende el secreto a $75900.

"Una madre de Bogotá baja 7 kilogramos en 14 días con este nuevo secreto de dieta"

Me atrevo a pensar que esta madre de la que hablan, es hija de la abuela del método natural y que ambas están obsesionadas con la belleza.  Esa señora bajó la medio pendejadita de medio kilo diario.  Allá ella en su afán de perder peso; lo que me molesta es que  no  cuentan por qué lo hizo de esa manera tan abrupta.  Seguramente es peleadora profesional, acaba de tener un bebé y necesitaba volver al peso que exige su categoría para poder subirse al ring, aunque no es claro por qué pone su vida en peligro si acaba de tener un hijo.  El mundo es un lugar muy extraño.

"Una madre borra 20 años de arrugas siguiendo este sencillo truco"

  ¿Por qué la madre quiere borrar sus arrugas?  ¿Por qué  intenta escapar de algo que no tiene reversa? Tal vez la única forma de hacer eso es como lo dice Roger Daltrey en "My Generation": "Espero morir antes de envejecer", y es que no son 5 o 10 años, que ya me parecen bastantes, los que la madre se quitó de encima, ¡son 20!.  Lo más intrigante del anuncio es la imagen que lo acompaña: una cara de una abuela, excesivamente arrugada,  que  me hace pensar en su aspecto antes de aplicarse ese "sencillo truco."

 ¿Cuantas de esas narrativas cochinas no terminan por colarse en nuestro cerebro?  Ta vez lo mejor sea no aceptar ni trucos,  ni secretos, ni conocer métodos naturales y continuar "feos" pero tranquilos.

miércoles, 22 de junio de 2016

Borrado

Me despierto.  Hace frio así que me pongo una cobija sobre los hombros.  Voy al baño y me hecho agua en la cara para quedar más despierto, un supuesto pues uno siempre anda medio dormido.  Me sirvo un pedazo de torta de zanahoria que marido con un café no muy cargado.

Hojeo el periódico pero no pasa nada interesante, como dice Millás, uno solo lee el periódico para enterarse de las desgracias de los demás y así creer que no se tiene una vida tan miserable.  Cuando creo que estoy despierto, prendo el computador.  Tengo que terminar de escribir un artículo y el plazo se vence al medio día. 

Abro el documento, lo leo y borro el lead y los dos últimos párrafos, "que intro y cierre tan flojos" pienso. Levanto los brazos, entrelazo las manos y arqueo la espalda, supongo que  al desperezarme de tal forma las palabras me van a fluir.

No pasa nada. Me quedo, como un tarado, viendo la pantalla del computador; pareciera que estoy meditando.  Asi transcurren quince minutos hasta que me aburro y me preparo para perder el tiempo viendo el E-mail pues ya casi nadie escribe y solo llegan promociones y artículos en forma de listas o  "¿Cómo hacer X cosa?".

En la página del correo electrónico, el cursor titila (que palabra tan ridícula) en la casilla del correo electrónico.  Lo escribo junto con la clave, y presióno enter.  Inmediatamente me sale en letras rojas el mensaje: "La dirección de correo electrónico y la contraseña que has introducido no coinciden".  Lo intento más de cinco veces y no puedo ingresar al correo.  Maldigo.  Deberían decirme si son las dos las que no coinciden o cual de ellas.

Abro las redes sociales en las que estoy inscrito y tampoco me funciona la clave o el usuario.  No sé que pasa, es como si me hubieran borrado de Internet,  ¿Sí seré quien creo ser?

Nuevamente voy al baño y me miro en el espejo detenidamente,  ¿Cómo saber si todavía soy el mismo?  ¿si no he o me han cambiado?  no consigo nada.  Sonrío y la imagen del espejo me devuelve la sonrisa, creo ser el mismo.

Me aventuro a pensar que el café me supo raro hoy  ¿habrá sido eso?, estaba pasado y la bebida me ha puesto a delirar?  En un último intento por recuperar mi "identidad" digital, abro blogger, y logro ingresar.  

No voy a cerrar la sesión nunca, así el computador tenga que quedarse prendido hasta la eternidad, incluso sin saber qué o como es eso.  

martes, 21 de junio de 2016

Timar

Es de noche y en el camino a una tienda paso al lado de dos hombres que conversan.  Uno lleva puesto un saco gris con capucha, le da una calada a un cigarrillo, bota el humo lentamente, espera unos segundos y le dice a su amigo, o compañero (aquella persona que trabaja con uno y que nunca adquiere el estatus de amigo): "Pero marica, es que estamos timando a las personas."

La voz del hombre, aunque suena tranquila, lleva algo de angustia, como si en verdad el hecho de engañar a alguien: Cliente, proveedor, personas del trabajo, etc. realmente le genera un dilema en su cabeza.  Nunca supe que le contestó su amigo; tal vez un simple y desafiante " ¿y qué? vale huevo, así funciona el mundo" o un correcto "Mañana destapamos esta olla podrida y que caiga el que tenga que caer" o un amenazador "Si llega a decir algo, lo mando a callar huevón".

 ¿Cuantas veces hemos o nos han timado? llevar un conteo resulta imposible, pues no hay modo de saberlo, pues de eso se tratan los engaños que al final parezca que no paso nada, que no se alteró el curso de los eventos, en últimas, podría decirse que estamos indefensos ante el arte de timar.

En medio de todo, el panorama no es tan malo; algo que podemos hacer es dejar de timarnos nosotros mismos, cuando nos damos pajazos mentales que brindan un falso placer y tranquilidad; actividad para la que somos supremamente buenos. 

lunes, 20 de junio de 2016

El incendio

Hay autores que no tienen que pierde, que nunca va a haber inconveniente alguno con meterse de cabeza en una de sus novelas, incluso si las seleccionamos al azar, a ojo o mera intuición.  Dos escritores con los que me ocurre esto son Millás y Vargas Llosa.

En las últimas versiones de la  feria del libro siempre he comprado novelas del autor peruano, del español también  busco pero son difíciles de encontrar.  El primero  narra y teje tan  bien cada una de sus historias que resulta imposible aburrirse al leerlas.  Un británico alguna vez me contó que la mejor es "Conversación en la catedral".

Tengo la novela encima de un mueble en mi cuarto, aun cubierta por el plástico (quitarle la envoltura a un libro es y seguirá siendo uno de los pequeños placeres de la vida) y  espero leerla en lo que queda de este año.  

El día que la compré, antes de pagar agarré el libro y, como siempre, lo primero que hice fue darle la vuelta para leer la contraportada, Me encontré  uno de los mejores mensajes promocionales de un autor:

"Si tuviera que salvar del fuego una sola de las novelas que he escrito, salvaría esta"
- Mario Vargas Llosa -

 ¿Por qué salvaría esa?  ¿Qué la hace especial? ese conciso copy genera la intriga necesaria para querer leer la novela, sumado a otro par de comentarios que afirman lo mismo: es la mejor novela que ha escrito el peruano.

Que chévere sería tener así de claro que salvaría uno del fuego en un incendio.  De pronto esa sería la mejor respuesta que podría dar una reina cuando le pregunten: " ¿Y usted que salvaría de un incendio en un museo: un perro o un cuadro?: "Un libro, y de ser posible Conversación en la catedral". 

sábado, 18 de junio de 2016

Cámara lenta

Me gustan los  pueblos porque sus habitantes parecen andar en cámara lenta como si, tan solo por habitar esos lugares, estuvieran anestesiados contra el caos y las constantes angustias que, sin cesar, suministran las grandes ciudades. 

A primera vista puede parecer que un pueblo tiene poco por ofrecer, pues no hay nada para "hacer", es decir, no hay salas de cine, bares o cafés, donde pasar el tiempo, pero sus habitantes se ven más ligeros y alegres; parecen disfrutar más la vida con menos cosas o distracciones, que muchas veces solo son válvulas de escape.

Hoy, después de almuerzo fui a un pueblo.  Tenía ganas de algo dulce, entré a una tienda y me compré un cono de helado de vainilla con trozos de mora. Luego, en otro local, pedí un tinto hecho en greca, que me sirvieron en un vasito de icopor.

afuera, me senté en una mesa con un parasol que daba hacia la plaza principal,  para "ver pasar la vida", actividad que  consiste en sentarse con alguna bebida en mano (medida opcional), contemplar a las personas que pasan y rumiar un pensamiento detrás de otro;  la mejor actividad que puede ofrecer un pueblo.  

Mientras veía pasar la vida en cámara lenta, un hombre de unos 60 años paso caminando. y lo seguí con la mirada.  Él se dio cuenta y me la sostuvo por unos segundos. Llevaba un sastre de un color oscuro opaco, tal vez debido a un uso constante, y un sombrero con una pluma.  Me pareció que estaba muy elegante. 

 Finalmente, el hombre se tocó el sombrero con una mano, y me dijo "Buenas tardes joven".  Le respondí el saludo y él siguió su camino en cámara lenta. 


jueves, 16 de junio de 2016

Forzar

Forzar algo, un encuentro, una situación, una decisión, es una acción que nuevamente nos divide en dos bandos: aquellos que optan por ese camino de ejecutar algo, sin importar cual sea el panorama y esos que optan por la vía de que los acontecimientos continúen fluyendo en su cause natural, por más retorcido y peligroso que este parezca.

Hoy llamé a una amiga para que nos viéramos y no podía porque tenía clase por la tarde-noche.  Me dijo que cuadraramos para la siguiente semana, yo le dije que la otra semana está muy lejos, que quien sabe que puede pasar de aquí a allá y que más bien hablabamos luego.  Queda claro que hago parte del grupo que prefiere dejar fluir y no apurar nada.

El otro día, mientras me tomaba un café, un señor de la mesa de al lado le dijo a las personas con las que se encontraba: "Yo en mi vida, nunca he vuelto a forzar nada, las cosas que se fuerzan siempre van por mal camino".

De pronto generalizar y afirmar  que todo lo que forzamos agarra un mal camino resulta exagerado, pero puedo decir que varios de los mejores planes que he tenido en mi vida, han salido de improvisto, sin forzarlos o programarlos, que viene a ser un sinónimo de forzar. 

miércoles, 15 de junio de 2016

Lament

Hoy escuché esa canción de King Crimson. Mientras lo hacía, imaginé un mundo donde todas las personas presentan características de sinestesia, esa extraña habilidad de percibir el mundo de manera diferente: oler la música, asociarle números a los colores, saborear sonidos, etc.

En esa vida, o vidas pues no está solo la mía sino la de los 7.229.916.047 humanos restantes, soy escritor de tiempo completo y he publicado varias obras.  Por razones que nadie conoce, a pesar de mi continua producción de textos, al igual que Murakami, no me he ganado el premio nobel de literatura.  Me imagino que una de las razones es que, como a el, en esa vida muchos me consideran un escritor comercial.

Dado que todos los habitantes del planeta son sinestésicos, cuando leen mis escritos es como si escucharan música. Esto no solo les ocurre con mis libros, sino con cualquier tipo de escrito.  Bajo estas condiciones, me gustaría que mis textos fueran como Lament, que comenzaran tranquilamente y que de repente su melodía tuviera cambios inesperados, pero que al terminar uno se sienta bien y con plena seguridad que en medio del "desorden" todo tiene sentido, la narración es una sola y las ideas están perfectamente expuestas.

martes, 14 de junio de 2016

Ojos negros en la librería

Sin batería en el celular,  termino un capuccino y le pregunto a una mujer la hora. "Veamos que hora es" me responde con una sonrisa mientras descubre la muñeca en la que lleva el reloj. "Son las 6:40". Le doy las gracias y me despido.

Me quedan 20 minutos para una reunión.  En el camino me cruzo con una librería, hago cálculos imaginarios de tiempo y estimo que han pasado 3 minutos desde que la señora me dio la hora.  17 minutos son suficientes para la reconfortante actividad de  hojear libros. En realidad no eran 17 sino unos 15, 2 menos, necesarios  para llegar al lugar de la reunión.

Como siempre que entro en una librería, me aterro al ver tantos libros con títulos sugerentes e interesantes, de autores que no conozco y que probablemente nunca leeré en lo que me queda de vida. 

Levanto la mirada y al otro lado del estante de libros, una mujer busca un libro.  La altura del estante solo deja ver de sus ojos hacia arriba.  Son de color negro, como un pozo profundo lleno de aceite.  Al rato le pregunta a uno de las personas de la librería por un libro, "Si claro, por acá esta", le dice un hombre y la lleva al pasillo en el que me encuentro.

Me pasan de largo, y alcanzo a oler el perfume de la mujer de los ojos negros, es una fragancia deliciosa.  El hombre busca el libro y se lo entrega.  La mujer agarra el libro con ambas manos y sonríe, como si lo estuviera buscando desde hace mucho tiempo.  Otra vez pasa a mi lado con su perfume.  

Voy a la sección de donde extrajo el libro el  y veo que son puros libros de la premio nobel Alice Munro. Agarro uno, no sé si el mismo que se llevó, leo la contraportada y habla sobre una mujer y el amor.  Devuelvo el libro al lugar, pues creo que ya empezaron a correr los 2 minutos que necesito para llegar a mi destino.

Al salir, la mujer de los ojos negros está pagando en la caja.  Intento mirar el título del libro, pero sus manos lo esconden.

lunes, 13 de junio de 2016

Movimiento de 4 piezas para comprar el pan

Es Domingo y el almuerzo es pasta boloñesa.  Me entran unas ganas casi infinitas de comerla con pan baguette, así que salgo a comprarlo.  Miro por la ventana e intento  descifrar el clima, una tarea casi imposible de realizar en Bogotá; veo unos rayos de sol y me decido por una chaqueta delgada y también agarro mi MP3.

Apenas salgo el sol desaparece, y ráfagas de viento comienzan a embestirme.  Cierro la cremallera de la chaqueta, y arranco a caminar rápido para que me de algo de calor.  La primera canción que suena es Kashmir, la versión con la  orquesta egipcia; una de mis favoritas. El "golpe" del baterista de esta presentación es impresionante, al igual que la energía y buen ambiente de los músicos y la banda. 

La canción dura 12 minutos tiempo en el que alcanzo a llegar al lugar donde voy a comprar el pan. Cuando salgo prendo nuevamente el reproductor musical y ahora suena It's so easy.  En lo que dura, me pregunto, a diferencia de Axl Rose que lo afirma, qué tan Fucking easy es todo.  Es una buena canción.  Ese álbum no tiene pierde.

A los gunners le sigue Pearl Jam con In my tree. De esta, lo  que más me gusta es la letra:

"Up here in my tree, yeah
newspapers matter not to me, yeah
No more crowbars to my head, yeah
I'm trading stories with the leafs instead

I wave to all my friends, yeah,
they don't seem to notice me, no
All their eyes trained on the street"...

A veces es bueno quedarse en el árbol, no prestarle atención a nada e intercambiar historias con las hojas, aunque  siempre existirán esas personas que quieren bajarnos a punta de "piedras verbales".

Cuando ya estoy llegando a la casa, suena Run baby run de Sheryl Crow, una canción ni fu ni fa y que más bien considero sonsa.   ¿Que por qué está en mi MP3? porque hace parte del un cd de grandes exitos de Sheryl Crow que únicamente compré porque tenía "All I wanna do", que me parece un cabezazo completo de canción.

Considero que la aleatoreidad de las canciones para mi breve trayecto fue la apropiada.

viernes, 10 de junio de 2016

Tiempo muerto

El tiempo, ese intangible que tanto nos enreda la cabeza, porque no lo tenemos ( ¿cómo agarrarlo me pregunto?) o se pasa muy rápido, ahora resulta que también muere.

En internet, mientras se"mata tiempo", tan solo basta un segundo de procastinación para dar un clic y zambullirse por completo en sus profundidades.  Así fue que di hoy con un artículo que  habla sobre el tema que titula el post. 

Dicen, los conocedores de lo oculto y vainas extrañas, que a partir de las 3 de la mañana, más exactamente a las 3:33 a.m,  hora conocida como tiempo muerto y  que hace alusión a la mitad del mítico 666 o número del diablo, es el momento en que podemos experimentar con más fácilidad fenómenos paranormales, pues se supone que se abre un portal dimensional. La palabra portal trae a mi mente imágenes de transmilenio, un lugar donde definitivamente se mata mucho tiempo.

Son pocas las veces que me he despierto en la madrugada.  En esas ocasiones a veces me dan ganas de mirar la hora, pero solo para calcular cuanto tiempo falta para que suene la alarma. Según otro artículo, esa conducta es supremamente mala pues altera los ciclos circadianos del sueño, que no sé muy bien que son, pero me gusta como suena la palabra circadiano.

Les estaré informando si algún día me despierto en la madrugada exactamente a las 3:33  a.m y experimento eso del tiempo muerto.  Eso si, si no soy poseído por algún espíritu pues no creo que los que entran en ese desafortunado  trance de convulsiones violentas y comunicación en lenguas extrañas, sientan deseos de sentarse a escribir.   

jueves, 9 de junio de 2016

Fumar

Son casi las 6 de la tarde y un hombre, que lleva puesto una camisa gris y jean, está sentado en un andén.  Fuma despacio un cigarrillo y parece que no espera a nadie.  Su cara expresa preocupación y cada calada que le da al cigarrillo parece calmarlo.  Me llama la atención pues el lugar en el que está sentado  no es uno que dos personas acordarían como punto de encuentro, pero qué se yo sobre los gustos de las personas, en fin.

He oído algunas personas decir que fumar ayuda a quitar el frío y/o a calmar los nervios.  El hombre podría estar fumando por ambas razones. No hace mucho frio, pero de vez en cuando el viento sopla con fuerza y enfría el ambiente; ya hablamos de sus nervios.

En un pre-universitario varias personas de mi salón de clase fumaban.  Recuerdo que una vez, en un descanso, le pedi a Juliana, una mujer de pelo rubio que a veces se veía muy atractiva, que me enseñara a fumar.  Ella me indicó que era lo que debía hacer, que la idea no era tener el humo en la boca sino pasarlo y después expulsarlo.  

Después de varios intentos y ataques de tos, logré dominar la técnica, pero no encontré el placer que muchos le asocian al acto de fumar. Tal vez en aquella ocasión no tenía frio ni estaba preocupado o nervioso; entonces fumar no tenía sentido alguno.

miércoles, 8 de junio de 2016

Liquidación

En otro lugar, plano astral (¿qué carajos es eso?) o dimensión paralela me llamo Jose María Rodríguez Suarez.  Ahora que me entero de ese nombre, me pregunto si en esa otra existencia no tuve problemas de identidad cuando era pequeño, es decir, no cabe duda que Jose, nombre masculino seguido de María, femenino, puede confundir.  

De igual manera queda claro, que vivimos en una sociedad que todavía le vive prestando mucha atención a los géneros.  Virginia Woolf decía que dentro de cada uno residen las naturalezas de ambos sexos, y que aquellas mentes que saben explotar esa ventaja son las más creativas. Siendo así espero que mi otro yo hiciera las paces, desde pequeño, con su nombre compuesto, o bien con su lado femenino.

Como le venía contando, estimado lector, me vengo a enterar, gracias a un mail que me llegó  que, en otro lugar de los confines de este universo soy Jose María.  Parece ser que las direcciones E-mails de nuestros doppelgängers están conectadas con la nuestra de forma misteriosa.

El E-mail lo envía una tal Analista Miriam, en el cuál hacen referencia a la liquidación:


"Estimado (a):

RODRIGUEZ SUAREZ JOSE MARIA

Le informamos que su documentación fue recibida satisfactoriamente y de forma correcta.

Su carta de liquidación anticipada definitiva estará disponible en un plazo de dos días hábiles.

Usted puede seguir el proceso de su carta de liquidación con el siguiente número de ticket: 0100159960

¡Saludos Cordiales!"

No sé si Jose Habrá recibido el mail o no y en qué situación se encuentra, es decir si necesita deseperadamente el dinero de su (mi) liquidación o no.  Me gustaría hacerle seguimiento al proceso con el número de ticket que me proporcionan, pero no sé a que página web ingresar o a donde llamar; lo hice al 113 pero la mujer que me contestó no tenía ni idea del asunto, a pesar de que le leí el E-mail al pie de la letra.

De ser una señal, compraré el baloto en estos días con con alguna combinación de los números que aparecen en el ticket.  Espero ganármelo y ver de que forma puedo ayudar a mi otro yo.

martes, 7 de junio de 2016

Contar ovejas

Son las 2 de la mañana y Catalina no puede dormir.  Lleva más de una hora dando vueltas en su cama y ahora a su falta de sueño, se le suma un exceso de calor.  ¿Por qué carajos no puedo dormirme? piensa. Al parecer no tiene estrés o algún problema que la aqueje en estos momentos, pero como no sabemos como funciona realmente la cabeza, dar una afirmación certera sobre eso resulta imposible.

De repente se acuerda de aquel mito urbano de contar ovejas,   ¿Quién se habrá inventado eso?  ¿Por qué deben ser ovejas y no vacas, leones o dinosaurios? además  ¿por qué deben saltar una cerca? no sería más fácil contarlas dentro de un establo?

Justo cuando su mente comenzaba a divagar y extenderse, en direcciones inimaginables, en el tema de las ovejas , se concentró para hacer el intento de contar algunas. Sus ovejas eran normales.  Según ella, tenían un exceso de lana; eran  saludables y rechonchas.  Cada vez que pasaban volando sobre la cerca imaginaría de color azul, volteaban a mirarla y parecían sonreir al saber que todavía había personas que les dedicaban pensamientos y decidían moverlas de un lado a otro.

El ejercicio de las ovejas en cambo de darle sueño la despertó aun más,  ¿Hacía que lugar se dirigían esas ovejas que saltaban la cerca tan alegremente?  ¿por que querían escapar?  ¿Por qué se aventuraban hacía un territorio del cuál no sabían absolutamente nada? 

Catalina sintió simpatía hacia sus ovejas, pues compartía con ellas algo íntimo.  Ella, en muchas ocasiones, sentía que iba saltando de un lado a otro solo porque sí. Era como si alguien que quisiera dormir pensará en Catalinas  y las pusiera a saltar cercas de un territorio hacia otro, sin el consentimiento de estas.

Al rato, ya sin las ovejas en su cabeza y sin saber que fue lo último que pensó antes de que ocurriera, se quedó dormida.

lunes, 6 de junio de 2016

Lo Obvio

Una vez me vi un pedazo de una película sobre la segunda guerra mundial. En ella, una familia ocupaba un apartamento  que estaba un poco en ruinas.  Un día en que salen a buscar comida, llega una patrulla de soldados alemanes a requisar el lugar.

Cuando entran comienzan a revolcar todo en busca de plata o cualquier objeto de valor.  Al final no encuentran nada y se van del lugar.  Por la noche, cuando la familia vuelve al apartamento, el padre levanta una hoja de periódico que está sobre la mesa de la cocina, y debajo de esta encuentra un fajo de billetes.  Los toma y junto a su familia abandona el lugar al darse cuenta que ya no es seguro.

Es posible que lo más obvio, sea la mejor salida que tenemos a muchas de esas situaciones que nos dan vueltas en la cabeza.  Lo que ocurre es que en estos tiempos de creatividad, innovación, start ups, y otro montón de cosas de las que debemos estar al tanto si o si, nos empujan a buscar ideas tipo Seteve Jobs, es decir, cabezazos increíbles que solo nos traerán fama, fortuna y reconocimiento.

Tal vez lo mejor es dejar tanta moda de lado y apostarle, mientras no traicionemos nuestros principios,  a lo obvio.

sábado, 4 de junio de 2016

122, 123, 124...

Una familia compuesta por papá mamá e hijo llega a la mesa de un restaurante.  El padre lleva una camiseta a cuadros, de colores azul rojo y blanco; su hijo está vestido con el uniforme de la selección Colombia, y la mamá lleva puesto un suéter blanco con líneas azules horizontales.

Apenas se sientan el niño, que debe tener unos 8 años, comienza a contar: 122, 123, 124... mientras el padre le dedica toda la atención a su celular; tiene unas cejas pobladas que ayudan a dar la impresión de que anda de mal genio.  La mirada de la mamá , que tiene los brazos cruzados y que en vez de estar sentada parece desgonzada en la silla, sólo expresa aburrimiento. 

Cuando les traen las bebidas la mujer, con un par de movimientos ágiles, le quita el envoltorio al pitillo y lo introduce en la limonada, quizá pensando "Quiero largarme de este lugar" o incluso "Quiero tener otra vida".

El niño por fin dejó de contar números; ahora habla pero cada palabra que pronuncia parece no tener ninguna relación con la anterior.   Es él único que lo hace, los padres no se miran, ni dicen nada. Es una familia, pero por alguna razón están desconectados, como si les fastidiara compartir tiempo juntos.  Es como si cada uno llevará en sus cabezas un conteo diferente. 

viernes, 3 de junio de 2016

Punto

. Título la entrada "Punto" y escribo el signo de puntuación iniciando esta frase, porque quedan 18 minutos para saltar de un día a otro y no quiero que la entrada quede con la fecha de mañana; así que apenas escribí el título y el punto, valga la redundancia, guardé la entrada, la etiqueté como Cosa Nº 862, y le di publicar.  Un pequeño acto que bien podría considerarse como uno de rebeldía contra el sistema, por lo menos el de la plataforma Blogger.

Bien habría podido titular la entrada 18 minutos, y escribir  algo en ese lapso de tiempo y encaminar el escrito hacia eso, pero fue algo que hice ese día que quedaban 21 minutos, no para la media noche sino para las 10:00 pm (ahora me doy cuenta que escribí 39 y no 9 cuando mencioné la hora en ese post, lo que me recuerda ese otro escrito que tengo pendiente sobre  horas de 30 minutos, lo que daría paso a un día de 48 horas, ¿seríamos más productivos en tal caso?, en fin, de ser así, las 39 aplicarían perfectamente). 

El punto a la larga no existe, es un fin que siempre continua, o más bien un "no fin".  Tan sólo basta analizar que después de cualquier punto podemos continuar narrando lo que sea.  Entonces el punto viene a ser como un planeta más en ese multiverso, que se extiende hasta donde la imaginación no nos llega, en el que se encuentra la tierra.

Decir adiós o despedirse, es algo similar a un punto, pero siempre permitirá que los que se separan sigan narrando historias diferentes, que se cruzarán en el futuro.

miércoles, 1 de junio de 2016

El libro rojo

Llego a mi casa después de un largo día. Entro a mi cuarto y descargo mis cosas, me quito los zapatos y me tumbo en la cama por unos 10 minutos.  Pocos momentos superan llegar a la casa después de un largo día de trabajo.

Me paro y justo cuando voy a salir, veo en la biblioteca un libro de tapa roja que nunca había visto .  Me acerco y leo el título, "La historia de tu vida".  Imagino que es una especie de biografía, aunque no entiendo por qué el título no está en primera persona.

Voy a la cocina y me preparo un sándwich. Me sirvo una ginger con hielo y rodajas de limón, un pequeño placer perfecto para terminar el día.  Agarro una bandeja y llevo la comida al cuarto y, entre mordisco y mordisco, cambio los canales del televisor frenéticamente, en busca de una imagen que me llame la atención.

Volteo a mirar hacia la biblioteca, el libro rojo sigue ahí, no sé como llego a mí biblioteca. Finalmente decido agarrarlo y comienzo a hojearlo. En el índice veo que está mi nombre, y cada capítulo lleva como título un episodio impotante de mi vida.  

Me voy al número 1. que se llama "Nacimiento" la voz que narra, por su ternura, parece la de mi madre.  En la segunda página cuenta esa historia que tanto me gusta sobre el trino de los pájaros el día en que yo nací.  Salto a un capítulo que  se llama Amable recordatorio; está en primera persona, como si yo lo hubiera escrito, y narra, a modo de crónica, todos los eventos del día de mi accidente y de mi posterior recuperación. 

Me entusiasmo, nuevamente me devuelvo al indice y deslizo mi dedo hasta el último capítulo, el título es casi obvio: "Muerte".  Cierro el libro, y decido ir a lavarme los dientes.  De vuelta en el cuarto, me rindo ante la intriga y leo la primera línea de ese último capítulo: "Esa mañana Juan Manuel desayuno café.  "Que cosa más obvia", pienso, quien sea que haya escrito ese libro, está falto de imaginación.