C. es una gran amiga, pero hace meses que no hablo con ella. Es terrible eso, es decir, dejar pasar el tiempo y no comunicarse con las personas que uno estima, pues en el momento menos pensado dejamos de existir; la muerte siempre nos respira en la nuca, pero la jodida nunca se deja ver, y en el momento menos pensado nos hace zancadilla.
Intentamos cuadrar un encuentro, pero nunca logramos coincidir y al final no quedamos en nada. Después le escribí un par de mensajes que leyó, pero que nunca respondió.
Pensé que algo le había molestado, ¿Qué habrá sido?, ¿Qué hice o dije que la hizo enojar?, me pregunté, pues va uno por la vida sin saber en qué momento se algo de lo que hacemos, la estupidez más mínima, puede ser considerada una ofensa mayor por las personas cercanas.
Hace unos años me pasó eso con ella. La notaba distante, monosilábica, seca, hasta que supuse que era lo que le había molestado y decidí hablar con ella. Esa vez le pegué al perro en el hocico, y di en el punto exacto de su molestia. Hablamos del tema por un momento y al poco rato lo olvidamos. A veces la técnica del “como si nada”, es la mejor manera para continuar viviendo.
Esta vez era distinto. Repasé muchas situaciones y charlas y no logré identificar ninguna como el foco de su molestia. En esos días pensé mucho acerca de si es verdad o no, eso que dicen por ahí de que la gente puede cambiar de un momento a otro, pero cuando intentaba aplicarle esa máxima de vida a C. nunca le quedaba. A ella le gusta hablar claro y no guardarse nada.
Ayer me llamo M, Juntos somos una especie de tres mosqueteros. “¿En qué anda?, ¿por qué tan perdido?” salí de esas preguntas con una respuesta breve, sin entrar en muchos detalles. “Oiga veámonos mañana a las 7:30 en mi apartamento, ya hablé con C. y sí puede”, me dijo, algo inusual pues vive envuelta de clientes y proyectos, y casi nunca tiene tiempo.
Aproveché y le pregunté a M. por ella, que si de pronto sabía que mosco la había picado”. M río, y luego dijo “Ella me dijo: “Juanma debe estar que me odia, quedé en llamarlo, pero la verdad me ocupé feísimo y nunca lo hice”.
Podría quedarme entonces patinando en aquel otro pensamiento de martir: “Si las personas se interesan por uno, miran como sacan el tiempo para contactarlo”, pero prefiero evitar el drama. “Como si nada”como mantra de vida.
Mañana, imagino, solucionaremos todo, solo un decir, pues no hay nada que solucionar, al ton y son de alguna bebida espirituosa.