En el tercer piso de un edificio, la cortina de un ventanal está recogida. Un sofá de color verde alcanza a aparecer por encima del final de la ventana, y más al fondo una pared blanca tiene pintada o pegada, una letra oriental del lenguaje Chino o Japonés, alguno de los dos, supone uno, en color negro.
Debe ser grande, más o menos de unos 50 centímetros de alto, porque la observo desde una acera, y alcanzo a ver sus curvas y contornos de forma clara. “Qué significará?”, me pregunto. ¿La pusieron ahí solo porque estéticamente resulta agradable y atrapa miradas como la mía, o tiene un significado complejo y profundo para la persona que vive en el apartamento?
Una vez en una feria del libro, en una época en la que visitaba con fervor el pabellón de comic, había un hombre en un stand con un cartel que decía: "Escribimos su nombre en japonés." La persona tenía un pincel, acuarelas y un papel blanco que absorbía la tinta muy rápido. Ya no recuerdo cuánto cobraba por hacer eso, pero yo, obnubilado, por sus trazos elegantes y las letras, le pedí que escribiera mi nombre en japonés.
“Cómo se llama?”, me pregunto. “Juan Manuel”, le dije, y apenas terminé de hablar, el hombre pintó de afán unos 5 símbolos o letras que, según él correspondían a mi nombre en japonés. Orgulloso lleve el papel rectangular a la casa y lo puse en una pared del cuarto. Por unos días lo observé por tiempo prolongado, imaginando cual sería la pronunciación de mi nombre en ese idioma, pero luego el papel me dejó de llamar la atención, y llegué a pensar que la persona que había hecho esos símbolos había aprendido a dibujar un puñado de ellos y los combinaba de diferentes formas para engañar a incautos como yo. Después de un tiempo el papel tomó un color amarillento y lo boté a la basura.
De todas formas, la fascinación por esas letras, o bien, símbolos me sigue acompañando, Quizá, de forma inconsciente, le achacamos un misticismo exagerado a todo lo que tenga que ver con esas culturas.
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