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martes, 10 de mayo de 2016

Decisiones

Hace un par de semanas tomé un taxi y luego de darle la dirección al conductor me puse los audífonos.  El taxista iba hablando por el manos libres, y al parecer conversaba con su mujer:

" ¿Y usted qué opina? tiene que opinar algo.  Tome decisiones propias, esas son las mejores decisiones.   ¿Y cómo quedó eso?  ¿Cortado o pegado?".

Al parecer el taxista dejo encargada a su pareja de un arreglo en la casa, el cuál no quedo bien, tal vez por la falta de decisión propia.

"Si se corta, eso se abre, ¡que vaina! y tan bonita que estaba esa vaina.  Mejor quitar esa vaina de una vez y poner de nuevo el blanco.  Eso se daño (me imagino que hacía referencia a la vaina) y toca botarlo.  Que pongan el otro (que vendría a ser la otra vaina blanca),  ¿bueno? Chao, chao.

El taxista colgó, murmuro un par de palabras y afortunadamente no intentó iniciar una conversación conmigo sobre la vaina esa.
  
Ese día pensé en lo que dijo el taxista: "Tome decisiones propias, son las mejores", ¿En serio lo son?  Es probable que no.  Decidir se ha convertido en un sinónimo, errado o correcto, de libertad. 

 La verdad es que tendríamos menos angustias si no nos tocara decidir y si la mayoría de nuestras acciones no tuvieran disyuntivas, sino que fueran binarias; también que  pudiéramos saber el resultado de ambos caminos.  Así, decidir sería hasta divertido.  

Las decisiones propias tal vez no siempre sean las mejores, pero  buenas o malas, son las nuestras y son las que primero debemos aceptar.