Una mujer lleva puesta una sudadera gris. Está arrodillada, con los ojos cerrados y con las manos, una cubre a la otra, recogidas sobre su pecho. Es difícil notarlo pero mueve sus labios casi de manera imperceptible. Su expresión refleja mucha devoción. "Debe estar orando" pienso.
No sé cuál es su credo ni en que Dios cree, si práctica alguna religión o simplemente ora porque es una actividad que la tranquiliza. De pronto no dirige su oración a nadie en particular, sino que repite un mantra personal que la tranquiliza; una pequeña estrofa que su madre le enseño cuando era pequeña.
Orar no es extraño. Lo curioso es que son las 7:20 de la mañana y la mujer se encuentra arrodillada en el anden occidental de la carrera séptima con calle 64. Una maleta negra descansa a su lado. Las personas caminan de afán y pasan por su lado, como si ella fuera una estatua. Parece que hace solo un rato hacia exactamente lo mismo, pero de un momento a otro frenó, dejó caer la maleta al piso y comenzó a orar.
"¿Será un performance de ARTBO?" me preguntó mientras la miro fijamente. En el momento que pienso dejar de hacerlo la mujer abre los ojos. En un movimiento decidido agarra la maleta con una mano, se pone pie y continúa su camino hacia el norte.
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