Tengo muchas notas en mi libreta, 4 páginas llenas de ellas. Algunas son casi ininteligibles y parecen más bien el garabato de un niño pequeño; me cuesta leerlas.
Todas, supongo, hacen parte de un texto que quiero escribir sobre una charla a la que asistí. Mientras las leo en su crudeza de apunte a mil por hora, me imagino un día, o un tiempo, en el que mi escritura haya evolucionado al punto de comenzar a escribir los textos antes de asistir y /o presenciar un evento, el que sea: una charla, una conferencia, una conversación entre dos personas, el ladrido de un perro a lo lejos, el avistamiento de una mosca que pasa volando, o una sirena que suena y se repite sin cansancio. ¿Cuál es la historia?, ¿qué ocurre en esos instantes de realidad de los que podré o no hacer parte?, ¿cómo nos oprimen el corazón hasta hacer añicos nuestras emociones?
Un momento en el que las notes que tome, se van a entrelazar de forma casi perfecta, van a encajar y cobrar sentido al compararlas con mis ideas, posturas, miedos, recuerdos, y los miles de variables y micro-momentos que hacen posible y ocurren dentro de la escritura.
Escribo a medida que leo esos apuntes de trazo ansioso, mientras voy tratando de ser lo más fiel posible a lo que ocurrió, sin ponerle atención al vanidoso y engreído punto de vista, que pretende colarse en cualquier momento.
Ingenuamente creo que lo termino, son casi 1000 palabras que deben, supongo, en la medida de los posible, funcionar como un todo. Empiezo a editarlo, le mocho signos de puntuación y palabras o las sustituyo por otras que considero más apropiadas.
El título, que está subrayado en color amarillo, pues es provisional, fue el que dio inicio al texto; una mera corazonada que ya no me convence, es como si fuera el título de otro escrito o como si otra persona lo hubiera puesto, otro yo que me habita y desconozco, y que no fue a la charla o no le interesó y por eso no puso atención.
Por el momento lo dejo, pero tiene sus horas o días contados. Lo voy a matar antes de que él acabe con mi texto, pues los títulos a veces tienen la capacidad de aniquilar el conjunto de palabras que lideran, sin darles ninguna oportunidad de ser leídas.
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