jueves, 4 de junio de 2020

Los bordes

Ahí está de nuevo Jacinto Cabezas, el escritor. Se encuentra sentado en la terraza de un café y está fumando un cigarrillo. Lleva puesta una gorra azul y gafas negras para que la multitud no lo reconozca. Es muy difícil que alguien se acerque a saludarlo, pues aparte de sus familiares y amigos cercanos, puede contar con los dedos de una mano las personas que han leído sus novelas, pero cree que nadie se ha dado cuenta de su presencia porque supo camuflarse bien entre la multitud. 



Cabezas dedica el tiempo a ver pasar gente y de vez en cuando realiza una anotación en su libreta, producto de una asociación libre. Hace poco vio pasar a una mujer con una pañoleta roja envuelta en el cuello y escribió las palabras: guillotina, amor. Pasados unos minutos vuelve a leerlas  y, en apariencia, no tienen relación alguna ni le dicen nada, pero no las tacha, sino que dibuja un cuadro alrededor de ellas, pues espera que se le manifiesten pronto. Así pasa el tiempo el escritor, mientras espera a que sean las 11:35 de la mañana, el momento preciso para pedir un gin-tonic, pues sabe que si lo hace un minuto antes o uno después una tragedia ocurrirá en su vida. 

A Cabezas siempre le ha gustado explorar los bordes de la existencia en su obra. Esa, cree, es una de las razones por la que sus novelas pasan desapercibidas, porque nadie, de forma deliberada, quiere acercarse a los desfiladeros. Las personas prefieren permanecer en el centro, en ese lugar donde se sienten cómodas, en fin, ese lugar donde se encuentra lo conocido y creen que allá pueden estar a salvo, ¿de qué o de quién? de la muerte en cualquiera de sus presentaciones, claro está. 

Cabezas piensa que esa exploración de la periferia es lo que lo llevará a escribir una obra maestra, una obra que, quizá, como Guerra y Paz, perdure por los tiempos de los tiempos, amén. 

Cabezas sabe que la gente cree estar alejada de los bordes, del precipicio, pero que en realidad los exploran como fantasías innombrables cuando consumen y cuentan historias, pues esas son actividades que toman tiempo y consumen energía, y solo cuando estas exploran los bordes de la existencia es que valen la pena.

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