Si existe una persona en el planeta a quien yo considero un Storyteller nato, ese es mi padre. Él parece tener millones de historias almacenadas en su cabeza, hecho que a la larga no sirve de nada, pues lo realmente importante es la manera y el humor con que las narra, y como sus palabras envuelven a su interlocutor, quien espera ansionsamente el deselance de las mismas.
El fin de semana pasado me contó como jugaba, cuando tenía unos 8 años a ese juego que yo conocí bajo el nombre de "Policías y Ladrones". En ese entonces, y al no existir smart phones, tablets, etc. todos esos aparatos modernos que, según él, son la causa de que los niños hoy en día sean tan "tarados", él y sus amigos disfrutaban mucho viendo películas de vaqueros.
Estás películas, de trama similar por no decir idéntica, tenían como algunos de los personajes a:
El tipo: Quien era el good guy. El Neo de los vaqueros; en otras palabras el jefe, "chacho" o bien conocido Sheriff.
El bobo: Era el encargado de los mandados y le servía de sapo al tipo o a los malos que se dedicaban a perseguir al tipo. (Personaje despreciable que, según mi papá, nadie quería interpretar en el juego)
Los apaches: Aquellos que querían hacerle la vida imposible al Tipo.
Muchacha: Aquel personaje enmarcado dentro del conflicto del amor; bien fuera porque no conseguia la atención del Tipo o viceversa.
Me contó mi padre que entonces se armaban los bandos del Tipo y el de los Apaches. El segundo arrancaba a esconderse con el fin de no dejarse encontrar por los secuaces del tipo.
El punto es que cuando uno de estos daba con un apache, le apuntaba con un pedazo de palo que hacía sus veces de arma y le decía "Camanay" en voz alta, lo que al parecer era una palabra o juego de palabras que utilizaban frecuentemente los personajes de esas películas (Esas palabras debian ser, imagino yo, "Come on... ¿eye? ¿die?
Ellos tradujeron esa expresión como: Manos arriba. El niño al que se la decian, tenía entonces que levantar los brazos y no podía intentar de ninguna manera "Descamainarse", puesto que si intentaba algún movimiento o maniobra, el ayudante del tipo le firmaba su sentencia de muerte simulando un disparo con un sonoro "¡PAM!", que lo dejaba por fuera del juego.
También me contó mi padre que algo que le daba aun más emoción al juego, eran las discusiones que se armaban en torno al uso de la palabra "Camanay", pues algunas veces los juagadores justo después de utilizarla, como si nada, también decian "¡PAM!", sin que el insurrecto mapache hubiera intentado la huida.
A este mundo le faltan más juegos como el "Camanay".
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